José Soto Chica - Los visigodos. Hijos de un dios furioso

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José Soto Chica, el autor del exitoso
Imperio y bárbaros. La guerra en la Edad Oscura, regresa con un volumen que aborda una época crucial en la historia de España, el tiempo que hace de bisagra entre la Antigüedad y el Medievo, el tiempo del primer reino que se enseñoreo sobre toda la península ibérica, el tiempo de los visigodos. Rastreando los nebulosos orígenes de los godos en Escandinavia, el libro acompaña a estos en una migración que los llevó a penetrar en el Imperio romano, a saquear por primera vez en siete siglos la Ciudad Eterna y a asentarse, por fin, en la Península.
Los visigodos. Hijos de un dios furioso explica cómo ese viaje convierte a los visigodos en un pueblo mestizo, impregnado de romanidad, un mestizaje y una romanidad que se acentuaron en Hispania, constituyendo la fértil semilla que la marea islámica no pudo agostar y que luego germinará con los primeros reinos cristianos, verdaderos epígonos espirituales del reino de Toledo. Si san Isidoro, el más destaco intelectual visigodo, cantaba «¡Tú eres, oh, España, sagrada y madre siempre feliz de príncipes y de pueblos, la más hermosa de todas las tierras, en tu suelo campea alegre y florece con exuberancia la fecundidad gloriosa del pueblo godo!», en José Soto encontramos su digno continuador, que aúna al exhaustivo conocimiento del periodo una prosa ágil y capaz de transmitir toda la épica que tuvo
un Alarico poniendo de rodillas a Roma o un
rey Rodrigo defendiendo su reino en Guadalete, hasta el fin.

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A los supervivientes no les quedaron ganas de continuar combatiendo. En el verano del año 332, Constantino firmaba un foedus con los tervingios. Su jefe principal, el juez o rey Ariarico, aceptaba dejar de recibir los subsidios que hasta entonces habían recibido los godos, juraba respetar el territorio de los sármatas y el limes romano y enviar al menos 3000 guerreros al ejército imperial cuando este lo solicitara, así como entregar rehenes y entre ellos, a su propio hijo y heredero, Aorico. A cambio, Ariarico y sus tervingios eran reconocidos por el Imperio en su posesión de la mayor parte de la antigua Dacia y se les permitía el comercio con las provincias romanas limítrofes. 58

Ahora bien, nótese que ya habíamos advertido que no todos los godos al norte del Danubio se habían agrupado en las confederaciones de tervingios y greutungos. Por eso, aun cuando los tervingios se habían avenido a firmar la paz en el 332 y la mantuvieron hasta el año 348, no por ello cesaron del todo los problemas con los godos. En efecto, Constantino enfrentó después de esta guerra a otros godos y eso indica que no estaban, nunca lo estarían, agrupados del todo en torno a las confederaciones más notables dirigidas por Ariarico, Aorico o Ermenrico.

Por ejemplo, tras su gran éxito sobre Ariarico, Constantino se vio obligado a enfrentarse en 334-335 a los sármatas yaciges. Estos se mostraban belicosos, pero cuando estalló la guerra con Roma, sus siervos y esclavos se alzaron contra ellos y muchos solicitaron entonces asilo a Constantino que dejó entrar en el Imperio a 300 000 hombres, mujeres y niños sármatas y los asentó como colonos con obligaciones militares en Italia, Macedonia, Mesia y Escitia Menor (la Dobrudja actual, territorio de Rumanía y Bulgaria). Durante estas campañas en territorio sármata, en la antigua Dacia romana, Constantino destruyó por completo a una poderosa tribu goda: «Destruyó a la más poderosa y numerosa de las tribus godas», nos dice el autor de Origo Constantini imperatoris y ello nos lleva a pensar que la consolidación de los tervingios recibió «un empujón» de Constantino. Pero ya volveremos sobre esto en el siguiente capítulo.

Esta segunda victoria de Constantino sobre los godos, la del 334, quedó reflejada en la intitulatura conmemorativa que recogía sus triunfos y potestades. En ella, Constantino dice que ostentó por dos veces el título de gothicus maximus .

Otro indicio de que pese a la paz con Ariarico los godos, los no sujetos a Ariarico, seguían siendo un peligro para el Imperio es el nombramiento, quizá en el 336 o 337, de su sobrino Dalmacio como césar con el encargo de que se ocupara de la defensa de las costas frente a los ataques godos. Es decir, que los godos asentados al norte del mar Negro seguían pirateando y que sus incursiones piráticas, seguramente sobre las costas de Bitinia, Paflagonia y Ponto, debían de ser tan graves como para que Constantino confiara a todo un césar la defensa de las provincias minorasiáticas amenazadas. 59

Nos hemos detenido en aclarar los orígenes de los godos y en glosar con cierto detalle sus primeras guerras contra Roma porque en general la historiografía no suele detenerse en ello y, sobre todo, porque en particular los historiadores españoles apenas si suelen dedicar unas líneas a esta etapa de la historia de los godos, una etapa que, sin embargo, es decisiva en su conformación y en cuyas experiencias y hechos se hallan muchas de las claves del posterior éxito de los godos sobre Roma y sobre todo en su modelo de relación con los provinciales.

Como veremos a continuación, fueron las experiencias vividas por los godos en el «salvaje mundo» de Gotia y del Imperio romano en crisis, las que crearon a los «nuevos godos». Unos «nuevos godos» que eran un pueblo muy distinto al que salió de las pantanosas tierras del Bajo Vístula y que sería la base del pueblo de Alarico: los visigodos.

Notas

1Entre otros muchos ejemplos: Beowulf , vv. 195, 205, 260 y 325, en Larate Castro, L., 1974.

2Saavedra Fajardo, D. de, 2008.

3Jordanes, Getica , IV 25, en Sánchez Martín, J. M., 2001.

4Jordanes, Getica , III 19-21; Procopio de Cesarea, V, 2.15, en García Romero, F. A., 2006 y Pablo Diácono, Historia de los lombardos , 1, 5, en Herrera Roldán, P., 2006.

5Jordanes, Getica , III 19-24.

6Jordanes, Getica , III 24.

7Procopio de Cesarea, VI, 15, 27-35 y Procopio de Cesarea, III, 2.1-6, en García Romero, F. A., 2000.

8Jordanes conocía de primera mano los cantos y poemas épicos de los godos y los menciona, de forma directa o indirecta, en repetidas ocasiones. Por ejemplo: Jordanes, Getica , V 43, enumera cantares godos dedicados a Etherpamara, Hanala, Fritigerno y Vidigoya. En el mismo pasaje aclara que dichos cantos no eran los únicos que poseían los godos.

9Procopio de Cesarea, VI, 14-15.

10Procopio de Cesarea, VI, 15, 7-10.

11Hidacio, Cronicón , a. D., 456, en Díaz, M., 1906.

12Roseman, Ch. H., 1994, 71 y ss.; Gómez Espelosín, F. J., 2000, 135-150.

13Plinio el Viejo, Historia natural IV, 99-100, en García Arribas, I., 1998.

14Sobre esta cuestión, véase Heather, P., 1996 (reed. 1997), 14-70 y 78-90; Sanz Serrano, R., 2009, 58-81 y 96-99; Green, H.: «Linguistic Evidence for the Early Migration of the Goths», 11-40 y muy en especial 15-17; Carbó García, J. R.: «Godos y getas en la historiografía de la Tardo Antigüedad y el Medievo: un problema de identidad y de legitimación socio-política», 179-206; Svennung, J., 1967, 5-48 y Bierbrauer, V.: «Archäologie und Geschichte der Goten», 51-71. Por supuesto, sigue siendo imprescindible partir de los capítulos introductorios e iniciales de las obras de P. Heather, H. Wolfram y M. Kazanski: Heather, P., 1991; Heather, P., Matthews, J., 1991; Wolfram, H., 1990; y Kazanski, M., 1991.

15Green, H.: «Linguistic Evidence for the Early Migration of the Goths», 11-40.

16Estrabón, Geografía VII, 1, 2-13, en Vela Tejada, J., Gracia Artal, J., 2001; Claudio Ptolomeo, Geográfica II, 11 y III, 5-11, en Nobbe, K. F. A., 1843-1845; y Tácito, Germania , 43, 6, en Requejo, J. M., 1981.

17Las guerras marcomanas y sármatas de Marco Aurelio y Cómodo son narradas por Dion Casio, Historia romana . Epítomes de los libros LXXI, 3, 5, 7-21 y 33, y libro LXXII, 2-3, en Cary, E., 1914-1927. La biografía de referencia para Marco Aurelio es la de Birley, A., 2009. Se puede encontrar un detallado estudio de las campañas en el Danubio en López Fernández, J. A., 2018, 83-131; Roldán, J. M., Blázquez, J. M., Castillo, A., 1995, 223-228.

18Tácito, Germania , 43, 6; Plinio el Viejo, Historia natural IV, 99-100 y Jordanes, Getica , IV 25-26.

19Musset, L., 1982, 9-11.

20Tácito, Germania , 6, 1-3; Vegecio, Epitoma rei militaris , I.XX.21, en Paniagua Aguilar, D., 2006.

21Jordanes, Getica , IV 27.

22Brzezinski, R., Mielczarek, M., 2002, 25-26; Sulimirski, T.: «Los nómadas sármatas. Un pueblo ahora olvidado, disperso entre las naciones», 291-296; Melyukova, A. I., Crookenden, J.: «The Scythians and Sarmatians», 97-117.

23Halsall, G., 2012, 134-152.

24Tácito, Germania , 43, 6.

25Jordanes, Getica , IV 26-27.

26Sulimirski, T.: «Los nómadas sármatas. Un pueblo ahora olvidado, disperso entre las naciones», 289-297; Brzezinski, R., Mielczarek, M., 2002, 12-32; Melyukova, A. I., Crookenden, J.: «The Scythians and Sarmatians», 108-114.

27Jordanes, Getica , 35 y XXII, 119 y Procopio de Cesarea, VII, 14.29.

28Sanz Serrano, R., 2009, 96-98. Estoy en desacuerdo con la posibilidad de identificar a los getas asentados por Augusto en Mesia con grupos godos. El etnónimo geta correspondía desde los días de Heródoto a una tribu tracia que habitaba a ambos lados del Bajo Danubio y que fue combatida por Augusto y sus sucesores que seguían teniendo muy claro que los getas eran tracios y no germanos de ninguna clase. Es el gusto por los arcaísmos cultos y el hecho de que los getas hubieran destacado por su valor y, sobre todo, el de que los godos se instalaran en el siglo III en las tierras que antaño ocuparan los getas, lo que llevó a que muchos autores latinos y griegos de los siglos III al VII los denominaran getas. Sobre el etnónimo getas como arcaísmo erudito véase Ibid ., 34-43. Sobre los getas como tribu tracia famosa por su valor: Heródoto, Historia , IV, 93-95, en Schrader C., García Gual, C., 1979. Tampoco estoy de acuerdo con asignar a los hérulos una ascendencia escita. Los hérulos eran un pueblo germano y, aunque se mezclaron profusamente con los alanos y otros pueblos sármatas o escitas, nunca se sarmatizaron, sino que conservaron su lengua y costumbres germanas. Ibid ., 97-99.

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