En la tercera marca consideramos el corazón del mensaje cristiano al buscar una comprensión bíblica del evangelio. ¿Cuántos mensajes diferentes están pregonando las iglesias como si fueran las buenas nuevas de salvación en Jesucristo? Más aún, ¿con cuánto discernimiento examinamos nuestro propio entendimiento del evangelio, la forma en que lo enseñamos y nuestra manera de entrenar a otros para conocerlo? Nuestro mensaje, aunque barnizado con retoques cristianos, ¿es básicamente un mensaje de autosalvación, o es más que eso? ¿Consiste nuestro evangelio solamente en verdades éticas universales para la vida diaria o está arraigado en las acciones definitivas, históricas, especiales y salvíficas de Dios en Cristo?
Esto nos lleva a la recepción del mensaje, la cuarta marca : una comprensión bíblica de la conversión. Una de las tareas más dolorosas que los pastores enfrentan es tratar de reparar el daño de los falsos convertidos, aquellos a quienes algún evangelista ha convencido demasiado rápido e irreflexivamente de que son realmente cristianos. Esa actividad aparentemente benévola puede llevar a estallidos de emoción, participación e interés momentáneos; pero si una conversión aparente no resulta en una vida transformada, entonces uno comienza a cuestionar esa crueldad involuntaria de convencer a tales personas de que conocen toda la esperanza de una vida con Dios porque un día hicieron una oración. Estamos haciendo que piensen: «Si eso falló, entonces el cristianismo no tiene nada mejor que ofrecerme. No hay esperanza. No hay vida. Lo intenté, y no funcionó». Necesitamos iglesias que entiendan y enseñen lo que la Biblia enseña acerca de la conversión.
La quinta marca presenta una comprensión bíblica de la evangelización. Si en nuestra evangelización sugerimos que llegar a ser cristianos es algo que nosotros hacemos, estamos transmitiendo nuestra mala comprensión del evangelio y la conversión, con efectos desastrosos. John Broadus, reconocido erudito del Nuevo Testamento y predicador del siglo XIX, escribió un catecismo de enseñanza bíblica en el cual planteó la pregunta: «¿La fe viene antes del nuevo nacimiento?». Y él respondió: «No, es el nuevo corazón el que verdaderamente se arrepiente y cree» 17. Broadus entendió que en nuestra evangelización debemos ser socios del Espíritu Santo, presentando el evangelio pero confiando en que el Espíritu Santo de Dios haga la verdadera obra de confrontar, convencer y convertir. ¿Están tus prácticas evangelísticas o las de tu iglesia en línea con esta gran verdad?
LIDERAR DISCÍPULOS
Otra serie de problemas en las iglesias de hoy tiene que ver con la administración correcta de los límites y los marcadores de la identidad cristiana. En términos más generales, estamos hablando de problemas al guiar a los discípulos.
Primero, en la sexta marca , abordamos el tema que establece todo el contexto para el discipulado: una comprensión bíblica de la membresía eclesial. En este último siglo, los cristianos han ignorado la enseñanza bíblica de lo que significa seguir a Cristo en comunidad. Nuestras iglesias están inundadas de un narcicismo egocéntrico y un hiperindividualismo levemente disimulados bajo etiquetas como «inventarios de dones espirituales» o «iglesias dirigidas a un público específico», iglesias que «no son para todos». Cuando leemos 1 Juan o el Evangelio de Juan, vemos que Jesús nunca tuvo la intención de que fuéramos cristianos solitarios, y que nuestro amor por otras personas que son diferentes a nosotros muestra si verdaderamente amamos a Dios.
Muchas iglesias actuales tienen problemas con la definición básica de lo que significa ser un discípulo. Por eso en la séptima marca exploramos una comprensión bíblica de la disciplina eclesial. ¿Existe algún comportamiento que las iglesias no deberían tolerar? ¿Existen enseñanzas en nuestras iglesias que se «salen de los límites»? ¿Hay en nuestras iglesias una preocupación por algo aparte de su simple supervivencia y expansión institucional? ¿Es evidente que entendemos que llevamos el nombre de Dios y vivimos ya sea para Su honor o para Su deshonra? Necesitamos iglesias que recuperen la práctica amorosa, regular y sabia de la disciplina eclesial.
En la octava marca examinamos el discipulado y el crecimiento cristianos. La evangelización que no resulta en discipulado no solo es incompleta, también es errónea. La solución no es hacer más evangelización sino hacerla de manera diferente. No necesitamos simplemente acordarnos de decir a las personas que vengan a la iglesia después de haber hecho la oración con ellos; ¡necesitamos decirles que consideren el costo de seguir a Cristo antes de hacer la oración!
Finalmente, la novena marca se enfoca en la necesidad de recuperar una comprensión bíblica del liderazgo eclesial. El liderazgo de la iglesia no debe ser otorgado en respuesta a las capacidades o posición seculares, a las relaciones familiares, o en reconocimiento por el tiempo de servicio a la iglesia. El liderazgo de la iglesia debe ser encargado a aquellos que evidencian en sus propias vidas, y que son capaces de promover en la vida de la congregación, la obra edificante y santificadora del Espíritu Santo.
El fin y propósito de todo esto es glorificar a Dios mientras hacemos que Él sea conocido. A través de la historia, Dios ha deseado darse a conocer. Por eso Él liberó a Israel de Egipto en el éxodo, y por eso volvió a liberarlos del exilio babilónico. Muchos pasajes en la Escritura hablan del deseo de Dios de darse a conocer (por ejemplo, Éxodo 7:5; Deuteronomio 4:34–35; Job 37:6–7; Salmos 22:21–22; 106:8; Isaías 49:22–23; 64:4; Ezequiel 20:34–38; 28:25–26; 36:11; 37:6; Juan 17:26). Él creó el mundo y ha hecho todo lo que ha hecho para Su propia gloria. Y es bueno y correcto que así lo haga.
Calvino solía referirse a este mundo como el teatro del esplendor de Dios. Otros se han referido a la historia como el gran desfile que culmina en la gloria de Dios. Mark Ross lo expresó de esta manera:
Somos una de las principales piezas de evidencia de Dios […] La mayor preocupación de Pablo [en Efesios 4:1–16] es que la iglesia manifieste y despliegue la gloria de Dios, vindicando así el carácter de Dios ante toda la calumnia del reino demoníaco, la calumnia de que no vale la pena vivir para Dios […] Dios ha confiado a Su Iglesia la gloria de Su propio nombre 18.
Todos —los que son líderes eclesiales y los que no— hemos sido creados a imagen de Dios. Debemos ser retratos andantes de la naturaleza moral y el carácter justo de Dios, reflejándolo en el universo para que todos lo vean —especialmente en nuestra unión con Dios a través de Cristo. Esto es a lo que Dios nos llama y la razón por la cual nos llama. Nos llama a unirnos a Él, y a unirnos en nuestras congregaciones, no para nuestra gloria sino para Su gloria.
ESTE LIBRO
Este libro se basa en una serie de sermones. De acuerdo con George Barna, los sermones deberían ser más fáciles de entender, menos abstractos, más espontáneos, más cortos, incluir más historias de la experiencia personal del predicador e incluso deberían permitir la participación de la audiencia 19. Barna no es el único que sugiere que hagamos algo para mitigar el carácter unilateral y la mera apelación a la razón que caracteriza gran parte de la predicación, particularmente la predicación expositiva. David Hilborn, en su libro Picking Up the Pieces [Recogiendo los pedazos], ha sugerido lo mismo 20. Permíteme indicar que la unilateralidad de la predicación no solamente es excusable, sino que de hecho es importante. Si cuando predicamos nos paramos en lugar de Dios, dando Su Palabra en el poder de Su Espíritu a Su pueblo, entonces ciertamente es apropiado que esto sea algo unilateral —no unilateral en términos de nunca cuestionar a quien predica; sino que en el momento de la predicación, el carácter unívoco de la Palabra de Dios nos llega como un monólogo, no esperando suscitar interés y participación sino más bien exigiendo que respondamos. Algo de este carácter debe ser preservado. Esto no significa que el sermón deba ser deliberadamente aburrido, oscuro o abstracto. Yo espero que estos sermones disfrazados de capítulos puedan transmitir una consideración seria de las grandes verdades de la Biblia y del contexto actual.
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