Sin embargo, con la llegada de las críticas radicales de Martín Lutero y otros en el siglo XVI, la discusión acerca de la naturaleza de la iglesia vino a ser inevitable. Como lo explica un académico, «la Reforma hizo que el evangelio, y no la organización eclesiástica, fuera la prueba para reconocer a la iglesia verdadera» 4. Calvino cuestionó el que Roma afirmara ser la Iglesia verdadera con base en la sucesión apostólica: «Especialmente en la organización de la iglesia nada es más absurdo que respaldar la sucesión solo en personas mientras se excluye la enseñanza» 5. Desde entonces, por tanto, las notae, signa, symbola, criteria o marcas de la iglesia han sido un foco necesario de discusión.
En 1530, Melanchthon redactó la Confesión de Augsburgo, que afirma en el artículo 7 que «la iglesia es la congregación de los santos, en la cual el evangelio es enseñado correctamente y los sacramentos son administrados correctamente. Y para la verdadera unidad de la iglesia es suficiente que haya unidad de creencia en cuanto a la enseñanza del evangelio y la administración de los sacramentos» 6. En su Loci Communes (1543), Melanchthon repitió esa idea: «Las marcas que caracterizan a la iglesia son el evangelio puro y el uso apropiado de los sacramentos» 7. Desde la Reforma, los protestantes generalmente han visto estas dos cosas —la predicación del evangelio y la administración apropiada de los sacramentos— como las marcas que separan a la iglesia verdadera de las impostoras.
En 1553, Thomas Cranmer produjo los cuarenta y dos artículos de la Iglesia de Inglaterra. Aunque no fueron promulgados oficialmente sino hasta más adelante en el siglo XVI como parte del asentamiento isabelino, estos muestran el pensamiento del gran reformador inglés con respecto a la iglesia. El artículo 19 dice (de la misma manera que aún aparece en los treinta y nueve artículos): «La iglesia visible de Cristo es una congregación de hombres fieles, en la cual se predica la palabra pura de Dios, y se administran debidamente los sacramentos, conforme a la ordenanza de Cristo en todas las cosas que por necesidad se requieren para los mismos» 8.
En la Institución de la religión cristiana de Juan Calvino, el tema de la distinción entre la iglesia falsa y la verdadera se desarrolla en el libro 4. En el capítulo 1, sección 9, Calvino escribió: «Donde quiera que vemos la Palabra de Dios predicada y escuchada puramente, y los sacramentos administrados según la institución de Cristo, ahí, sin lugar a duda, existe una iglesia de Dios» 9.
Una tercera marca de la iglesia, la disciplina correcta, ha sido a menudo añadida desde entonces, aunque es ampliamente reconocido que esta se encuentra incluida de manera implícita en la segunda marca —los sacramentos correctamente administrados 10. La Confesión Belga (1561), en el artículo 29, dice:
Las marcas con que se conoce la iglesia verdadera son las siguientes: si la doctrina pura del evangelio se predica en ella; si ella mantiene la administración pura de los sacramentos como Cristo los instituyó; si la disciplina eclesiástica se ejerce para castigar el pecado; en definitiva, si todas las cosas se gestionan de acuerdo con la pura Palabra de Dios, todas las cosas contrarias son rechazadas, y Jesucristo es reconocido como la única cabeza de la Iglesia 11.
Edmund Clowney ha resumido estas marcas de la siguiente manera: «predicación verdadera de la Palabra; observancia adecuada de los sacramentos; y un ejercicio fiel de la disciplina eclesial» 12.
Podemos ver en estas dos marcas —la proclamación del evangelio y la observancia de los sacramentos— tanto la creación como la preservación de la iglesia, la fuente de la verdad de Dios y el precioso recipiente que la contiene y la exhibe. La iglesia es generada por la predicación correcta de la Palabra; la iglesia es mantenida y distinguida por la correcta administración del bautismo y la Santa Cena (esta última marca presupone que la disciplina eclesial es practicada).
LA IGLESIA DE HOY REFLEJA AL MUNDO
Este libro es una consideración de las marcas de la iglesia en otro nivel. Yo estoy de acuerdo con la perspectiva protestante tradicional que afirma que la iglesia verdadera se distingue de la iglesia falsa por la predicación correcta de la Palabra y por la administración correcta de los sacramentos. Pero dentro del grupo de todas las iglesias locales verdaderas, algunas son más sanas y otras menos sanas. Este libro describe algunas marcas que distinguen a las iglesias más sanas de las que son verdaderas pero más enfermizas. Por consiguiente, este libro no tiene como meta decir todo lo que se puede decir acerca de la iglesia. En lenguaje teológico se diría que no es una eclesiología completa. Haciendo uso de una analogía, este libro es más una receta o fórmula que un curso de anatomía general del cuerpo de Cristo.
Ciertamente, ninguna iglesia es perfecta. Pero, gracias a Dios, muchas iglesias imperfectas son sanas. Sin embargo, temo que muchas más no lo son —incluso entre aquellas que afirman la deidad de Cristo y la completa autoridad de las Escrituras. ¿Por qué pasa esto?
Algunos dicen que la salud precaria de muchas iglesias hoy en día está relacionada con varias condiciones culturales que han infestado la iglesia. Carl Braaten ha expresado su preocupación ante la presencia de un neopaganismo subjetivo y sin base histórica en algunas iglesias 13. Os Guinness, en su provocador libro El fenómeno de las megaiglesias , ha sugerido que el problema es la secularización. Guinness escribe que incluso iglesias teológicamente conservadoras que se oponen deliberadamente al secularismo a menudo son, sin embargo, bastiones involuntarios de una versión secularizada del cristianismo, y que «las dos características más fácilmente reconocibles de la secularización en los Estados Unidos son la exaltación de los números y de la técnica» 14.
Algunos de los chivos expiatorios más comunes han sido las instituciones que preparan a las personas para el ministerio. Richard Muller ha descrito algo de lo que ha visto en los seminarios que fallan en su mayordomía:
Los seminarios han sido culpables de crear varias generaciones de pastores y maestros que son fundamentalmente ignorantes de los materiales necesarios para las tareas teológicas y que están preparados para argumentar (en su propia defensa) la irrelevancia del estudio clásico para los aspectos prácticos del ministerio. El triste resultado ha sido la pérdida, en muchos lugares, de la función central y cultural de la Iglesia en Occidente y el reemplazo de pastores cultural e intelectualmente dotados por un grupo de practicantes y directores de operaciones que pueden hacer casi todo, excepto aplicar el mensaje teológico de la iglesia en el contexto contemporáneo 15.
Este libro, entonces, es un plan para recuperar la predicación bíblica y el liderazgo eclesial en un momento de la historia en que demasiadas congregaciones están languideciendo en un cristianismo teórico y nominal, con todo el pragmatismo y la futilidad que resultan de ello. El propósito de muchas iglesias evangélicas ha caído de glorificar a Dios a crecer en números, asumiendo que el crecimiento numérico, sin importa cómo se logre, debe glorificar a Dios.
Al rebajar así nuestra visión quedamos con un problema teológico e incluso práctico, todo resulta en un pragmatismo autodestructivo:
Si la meta de la iglesia es crecer, la manera de lograrlo es haciendo que la gente se sienta bien. Y cuando la gente descubre que existen otras maneras de sentirse bien, abandona la iglesia que ya no necesita. La iglesia relevante está sembrando las semillas de su propia irrelevancia, y perdiendo su identidad para avanzar. La gran pregunta de hoy ha venido a ser cómo atraer a los nacidos en el tiempo de la posguerra para que regresen a nuestras iglesias, qué técnicas y métodos nos ayudarán a hacer el truco. Se hacen encuestas para saber lo que les gusta y las iglesias compiten para asegurarse de que lo obtengan 16.
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