Esto puede manifestarse de muchas maneras. Anhelo que nuestra congregación integre mejor nuestra visión de las misiones globales y nuestros esfuerzos de evangelismo local. Si tenemos el compromiso de ayudar en la evangelización de un grupo no alcanzado fuera de nuestro país, ¿por qué no nos hemos esforzado más para tratar de encontrar personas en nuestra área metropolitana? ¿Por qué no hemos integrado mejor nuestras misiones y nuestra evangelización?
Cada domingo en la oración pastoral pedimos que el evangelio prospere en otras tierras y a través de otras congregaciones locales. En este momento estamos añadiendo a alguien a nuestro personal para que nos ayude a plantar otra iglesia. Como iglesia ayudamos con el financiamiento de 9Marcas, y a través de este ministerio trabajamos para el beneficio de muchas otras iglesias. Tenemos «Intensivos 9Marcas» en los cuales recibimos a pastores y ancianos, estudiantes de seminario y otros líderes de iglesias para que estén con nosotros un fin de semana. Ellos presencian reuniones de ancianos reales y clases de membresía reales. Damos conferencias especiales e invitamos a los asistentes a nuestros hogares para comer y conversar. Tenemos pasantías para aquellos que se están preparando para el pastorado. Redactamos materiales de estudio y damos charlas. Todo esto es para la edificación de otras congregaciones. Como pastor sé que necesito reconocer que, bajo la dirección de Dios, la iglesia local es responsable de preparar a la próxima generación de líderes. Ninguna universidad cristiana, ningún curso o seminario puede hacer esto. Y esa preparación de nuevos líderes —tanto para servir dentro como fuera de la iglesia local— debería ser una de las metas de nuestra iglesia.
En retrospectiva, me anima ver la obra de Dios aquí y en muchas otras congregaciones. En la vida en comunidad de esta congregación he visto una iglesia sana en acción. Esta salud es evidente, creciente, es causa de gozo y glorifica a nuestro Dios.
Algunas personas piensan que la «salud» no es una imagen muy buena. Tal vez piensan que es una perspectiva demasiado centrada en el hombre o demasiado terapéutica. Pero tras considerarlo, yo cada vez estoy más convencido de que hablar de una iglesia sana es una buena imagen para representar algo firme, íntegro, correcto y justo.
Jesús habló de la salud de nuestros cuerpos como una imagen de nuestro estado espiritual ( cf. Mateo 6:22–23 [Lucas 11:33–34]; cf. 7:17–18). Él dijo: «Los sanos no tienen necesidad de médico, sino los enfermos» (Mateo 9:12 [Marcos 2:17; Lucas 5:31]). Jesús sanó los cuerpos de las personas enfermas para señalar la sanidad que Él ofrecía a sus almas ( cf. Mateo 12:13; 14:35–36; 15:31; Marcos 5:34; Lucas 7:9–10; 15:27; Juan 7:23). Los discípulos en Hechos continuaron con el mismo ministerio de sanación que exaltaba a Cristo (Hechos 3:16; 4:10).
Pabló usó la imagen de un cuerpo para referirse a la Iglesia de Cristo, y describió su prosperidad usando imágenes orgánicas de crecimiento y salud. Por ejemplo, Pablo escribió que «hablando la verdad en amor, crezcamos en todos los aspectos en aquel que es la cabeza, es decir, Cristo, de quien todo el cuerpo (estando bien ajustado y unido por la cohesión que las coyunturas proveen), conforme al funcionamiento adecuado de cada miembro, produce el crecimiento del cuerpo para su propia edificación en amor» (Efesios 4:15–16 LBLA). Pablo describió la doctrina correcta en Tito 2:1 como «sana» doctrina. Juan saludó a su hermano en Cristo diciéndole: «deseo que tú seas prosperado en todas las cosas, y que tengas salud, así como prospera tu alma» (3 Juan 2).
No estamos sugiriendo que es la voluntad de Dios que todos Sus hijos tengan buena salud física en esta vida, sino simplemente afirmamos que la salud es una imagen natural que Dios mismo ha aprobado para referirse a aquello que es bueno y correcto. Como expresé antes, algunos cristianos, preocupados por no dar lugar a una cultura equivocadamente terapéutica, se abstienen de usar tales imágenes. Sin embargo, el abuso del lenguaje no debería limitar su uso apropiado. Y con este entendimiento de la salud —su conexión a la vida y la prosperidad; las normas objetivas de lo que es bueno y correcto; el gozo que implica; el cuidado que requiere— podemos ver fácilmente la sabiduría que hay en nuestro deseo de procurar la salud espiritual de nuestra propia alma, y de trabajar para tener iglesias sanas. Ese fue el propósito con el cual se escribió este libro. Y es mi oración que Dios lo use ahora para cumplir ese propósito en tu vida y en la vida de tu iglesia.
Mark Dever
Washington, D. C.
Junio de 2004
El autor y teólogo David Wells reportó algunos hallazgos interesantes de una encuesta realizada en siete seminarios en 1993. Uno en particular me pareció impactante: «Estos estudiantes no están satisfechos con el estado actual de la iglesia. Creen que ha perdido su visión, y quieren de ella más que lo que les está dando». Wells mismo estuvo de acuerdo: «Ni su deseo ni su juicio en esto son erróneos. De hecho, no es sino hasta que experimentamos una insatisfacción santa por el estado de las cosas que podemos plantar las semillas de reforma. Por supuesto, la sola insatisfacción no es suficiente» 2.
La insatisfacción, ciertamente, no es suficiente. Encontramos insatisfacción con la iglesia por todas partes. Los estantes de las librerías gimen bajo el peso de libros con fórmulas para corregir lo que le aqueja. Los conferencistas viven de hablar acerca de enfermedades congregacionales que siempre parecen resistir y sobrevivir a los remedios que ellos proponen. Los pastores ven la vida de la iglesia y se gozan por razones equivocadas, o se desgastan en confusión e incertidumbre. Los cristianos quedan a la deriva, andando como ovejas sin pastor. Pero la insatisfacción no es suficiente. Necesitamos algo más. Necesitamos recuperar positivamente lo que la iglesia debe ser. ¿Cuál es la naturaleza y esencia de la iglesia? ¿Qué debe distinguir y marcar a la iglesia?
PARA LOS HISTORIADORES
Los cristianos a menudo hablan acerca de las «marcas de la iglesia». En su primer libro publicado, Men with a Message [Hombres con un mensaje], John Stott resumió la enseñanza de Cristo a las iglesias en el libro de Apocalipsis de la siguiente manera: «Estas, entonces, son las marcas de la iglesia ideal —amor, sufrimiento, santidad, sana doctrina, autenticidad, evangelismo y humildad. Esto es lo que Cristo desea encontrar en Sus iglesias al caminar en medio de ellas» 3.
Pero este lenguaje también tiene una historia más formal, la cual debe ser reconocida antes de embarcarse en una consideración extensa acerca de «Las nueve marcas de la iglesia sana».
Los cristianos han hablado desde hace mucho acerca de las «marcas de la iglesia». En este tema, así como en mucho del pensamiento de la iglesia —desde las primeras definiciones de la persona de Cristo y la Trinidad hasta las reflexiones de Jonathan Edwards acerca de la obra del Espíritu Santo— la pregunta de cómo distinguir lo verdadero de lo falso ha llevado a una definición más clara de lo verdadero. El tema de la iglesia no llegó a ser el foco de debates formales sino hasta la Reforma. Antes del siglo XVI, la naturaleza de la iglesia no se discutía sino que se asumía. Esta era considerada como el medio de gracia sobre el cual el resto de la teología descansaba. La teología católica romana usa la frase «el misterio de la Iglesia» para referirse a la profundidad de la realidad de la Iglesia, la cual nunca puede ser explorada completamente. En la práctica, la Iglesia de Roma respalda su afirmación de ser la Iglesia verdadera y visible apelando a la sucesión de Pedro como obispo de Roma.
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