En un momento en el que el imperio colonial francés se encuentra en plena expansión en el sudeste de Asia y en África, la anglomanía burguesa contra el fútbol y la consideración del mismo como un instrumento moralizador y disciplinario al servicio de los intereses de la nación se manifiestan también en el discurso de las autoridades deportivas. En 1894 Pierre de Coubertin resume así las virtudes conquistadoras atribuidas al fútbol:
Si se diera el caso de que os convirtierais más tarde en grandes comerciantes, en distinguidos periodistas, en atrevidos exploradores o en sensatos industriales, el emporio que creareis en ultramar, la agencia de noticias que fundareis, el producto perfeccionado que lanzareis, serán otras tantas victorias para Francia. Para llevar a cabo estas acciones hay que ser un hombre de iniciativa, un buen jugador de fútbol que no teme a los golpes, siempre ágil, decidido y rápido, que conserva la sangre fría; es necesario (para traducir esta hermosa expresión yanqui) ser self-governed, es decir, ejercer el gobierno de uno mismo. […] Me gustaría que tuvierais la ambición de descubrir una América, de colonizar un Tonkín, de tomar un Tombuctú. El fútbol es el prefacio de todas estas cosas.180
Jugar más para trabajar más
Aunque la Francia campesina ya había empezado a descubrir los placeres del balón durante la primera guerra mundial gracias a algún que otro partido improvisado en la retaguardia del frente, tras la guerra el nacimiento del movimiento deportivo gremialista contribuye en gran medida a popularizar el fútbol a lo largo y ancho del país. Poniendo en práctica el dicho de Henry Ford, «Poned a los obreros a hacer deporte. Durante ese tiempo no pensarán en la organización sindical»,181 los grandes bancos crean sus propios equipos de fútbol —como los Cercles Athletiques de la Société Générale— y lo mismo hacen las grandes industrias. Dentro de la industria del automóvil, la Association Sportive Michelin ve la luz en Clermont-Ferrand en 1911, y el Club Olympique des Usines Renault (cour) en 1917. Las minas de Drocourt crean su equipo en 1921, y la fábrica de alambre y planchas de metal de Le Havre lanza la Union Sportive des Tréfileries en 1922. Desbordada por la aparición repentina de los clubes de empresa, la recién creada Fédération Française de Football-Association (fffa), fundada en 1919, los autoriza a tomar parte en las competiciones nacionales a condición de que eliminen de su nombre la razón social de la empresa.182 Por este motivo el grupo Casino, con sede en Saint-Étienne, que había creado en 1919 su club deportivo de empresa, el asc (por sus iniciales en francés: Amicale des Employés de la Société des Magasins Casino) —cuyo color, el verde, era el de la cadena de ultramarinos—, se ve forzado a cambiar precipitadamente su nombre por el de Amical Sporting Club, para poder conservar las iniciales asc de su club, antes de convertirse, en los años 1960, en el legendario y popular AS Saint-Étienne.
Mediante las actividades deportivas en la empresa, señala el Bulletin des Usines Renault en enero de 1919, los obreros «se aficionan al combate franco, se convierten en hombres enérgicos con la honesta ambición de mejorar su situación y la de su familia, es decir, de producir más. Aquel que practica habitualmente un deporte tiene una vida completamente distinta a la del que pasa sus horas libres en el café».183 Con una perspectiva a la vez higienista y paternalista, el patronato espera que la práctica del fútbol mejore la forma física de sus obreros con el fin de aumentar su productividad en el trabajo al tiempo que se identifican con la empresa.184 «El deporte corporativo es positivo para el desarrollo físico del individuo, pero también para el acercamiento entre empleadores y empleados», declara el presidente de la Union Sportive des Tréfileries durante una entrega de copa.185 Con frecuencia, la composición de las instancias dirigentes del club reproduce la jerarquía existente en el seno de la empresa: el propio director preside personalmente el club e invierte en infraestructuras deportivas de calidad. «Nunca hasta ahora el deporte se había desarrollado con tanta rapidez en nuestra región —destaca el boletín de información corporativa de Peugeot en 1935—. Y esto ha sido posible gracias a la comprensión del deber social y a la generosidad de los señores Peugeot, que han visto en el deporte un orientador físico y moral para la juventud».186 Los patrones de las fábricas también descubren en el fútbol el instrumento pedagógico de la nueva organización industrial. En el terreno de juego, la intensa entrega física de los jugadores y la competición deportiva son un reflejo de la taylorización de la producción y de la competitividad económica.187 En 1920, el boletín corporativo de la empresa de automóviles Berliet, que lleva el evocador título de L’Effort,188 llega incluso a precisar que «una fábrica bien organizada ha de ser como un equipo de fútbol […] en el que cada uno se sitúa por iniciativa propia en el puesto que mejor le corresponde, donde cumple su cometido con orgullo, con alegría, con todo su corazón».189
Aun así, los partidos dominicales organizados por las fábricas marcan un hito en la dura semana de trabajo de los empleados y se convierten en un nuevo espacio de sociabilidad obrera: «El lunes por la mañana las conversaciones en la chapistería no giraban más que en torno al partido de la víspera: comentarios, críticas y esperanzas para el domingo siguiente se sucedían buen ritmo —testimonia un obrero de la industria del automóvil en 1932—. Aquello debía de afectar a la producción de los lunes, ¡pero por aquel entonces la productividad aún no se había convertido, como ahora, en una obsesión!».190 Trasladando al césped la analogía física y disciplinaria entre deporte y trabajo industrial, las capacidades futbolísticas de los jugadores se convierten en un factor de contratación de jóvenes obreros. Los dirigentes de las fábricas Renault utilizan así su Club Olympique de Billancourt (cob) para contratar, tal como narra en marzo de 1931 un ebanista en paro:
Acudo al estadio del Club Oympique de Billancourt, en la Île Saint-Germain, para mostrarle mis talentos de futbolista al entrenador, un tal Stutler, apodado el Cereza debido a su tez enrojecida. Es un antiguo integrante del Red Star [club de fútbol instalado en Saint-Ouen, municipio limítrofe con París], en el que llevo jugando desde hace tres temporadas en júnior, en segunda y ahora en la reserva. Me fastidia tener que dejar un gran club como el Red Star, pero de algo hay que vivir, y me han dicho que si acepto jugar en el Club Olympique de Billancourt me contratarán en Renault. […] Cuando acaba el entrenamiento, el Cereza me da a entender que la prueba ha sido concluyente. […] ¡Así que aquí me tienes, de carpintero en Renault!191
El compromiso individual con el club de la casa y las capacidades deportivas de cada trabajador contribuyen a crear un orden social paralelo dentro de la empresa, e incluso a favorecer la promoción interna de los mejores deportistas.
Estoy en el baluarte del fútbol, en el taller de chapistería de la fábrica principal —precisa el futbolista obrero de Renault un año y medio después de su contratación—. El jefe de este sector es el presidente de la sección futbolística del cob; todos sus jugadores y directivos trabajan aquí. Así que estoy en la chapistería en calidad de obrero especializado. […] Este trabajo embrutecedor tengo que hacerlo durante un año. […] De vez en cuando voy a ver a mis superiores del fútbol para pedirles que me cambien de empleo. Los amenazo con abandonar el equipo y por fin, un buen día, me ofrecen un puesto de grafista en las oficinas centrales. No tengo ni la menor idea de este trabajo.192
Читать дальше