Una guerra que se mueve entre las motivaciones políticas, económicas y sociales, en espacios en los que se confunden lo legal, lo ilegal, lo legítimo y la delincuencia. Una guerra que se libra en el interior de una espiral de criminalización creciente, deshumanización marcada, desarraigo acentuado y dinámicos procesos de acumulación y desarrollo económico en una sociedad guiada por un Estado social de derecho y un régimen democrático, cualquiera que sea el calificativo que quiera dársele.
Una guerra que compromete cada vez más actores e intereses internacionales y se circunscribe a dinámicas globales que la sitúan en su propia resignificación; que se territorializa y desterritorializa 6permanentemente, erosiona el fundamentos del proyecto de nación, el Estado y el ejercicio de la soberanía; una guerra que ha fragmentado por épocas el territorio y se desarrolla desde lógicas regionales y culturales específicas como proyecto revolucionario o como empresa económica legal o ilegal. Dada la complejidad de esta guerra o situación de guerra, resulta pertinente y necesario tratar de caracterizarla, o al menos inventariar el conjunto de componentes que pueden ayudar a su entendimiento y recogen o se adhieren a lo enunciado.
Una aproximación a la noción de conflicto armado 7
El conflicto armado en este trabajo se entiende como el conjunto de circunstancias y acciones mediante las cuales se contrastan y confrontan en una sociedad las distintas concepciones de la vida, el ser humano, la sociedad y la cultura, por medio del uso de la violencia y el ejercicio de la guerra, con el propósito de sostener o transformar un orden social y político determinado. Desde esta perspectiva, el conflicto armado sostiene el carácter político que le otorga la legitimidad que, a su vez, posibilita a sus actores a acceder al estatus político o de beligerancia, según el desarrollo del conflicto y el grado de reconocimiento y poder alcanzado por el actor insurgente.
Este noción comprende actores, imaginarios, culturas, territorios, modelos de confrontación, sistemas de organización social, economías de guerra, tradiciones históricas, estructuras de organización de grupos armados y ejércitos, relaciones de autoridad, mando y obediencia, zonas de dominio, influencia y confrontación, modelos de seguridad, legislación nacional e internacional, presupuestos estatales y apoyos internacionales, alianzas y sistemas de mediación, así como nuevos procesos de tenencia, producción y acumulación unidos a prácticas de criminalidad creciente, terrorismo estatal y armado, homogeneización, desarraigo y privatización creciente de la fuerza, entre una variedad de procesos y apoyos que se definen de manera progresiva en las dinámicas de la confrontación y hacen así de esta guerra un fenómeno complejo y particular para nuestra realidad histórica.
Bajo esta óptica, el conflicto armado en cuanto “guerra” se define como una superposición (entrecruzamiento) de guerras, en las cuales las dinámicas de la confrontación y las características de las fuerzas se definen desde las especificidades, las posibilidades y los intereses de cada grupo.
Es una guerra del Estado contra la insurgencia, el paramilitarismo, el narcotráfico y la delincuencia común organizada que la abastece, la cual se desarrolla desde los fundamentos de la seguridad nacional, los conflictos de baja intensidad y la lucha contra el terrorismo. Es una guerra del Estado contra la población en las áreas de conflicto, contra sus formas de organización y cohesión societal.
Es una guerra del paramilitarismo contra la insurgencia, el paramilitarismo “desobediente” y, cuando es imposible de evitar, contra el Estado. Una guerra en la que se encuentran inmersas las lógicas de poder del narcotráfico y sus respectivas mafias (de la cual hace parte y se beneficia el paramilitarismo); financiada y desarrollada por propietarios, ganaderos, comerciantes, agricultores y empresarios dirigida a favorecer sus economías y aumentar sus procesos de acumulación; una guerra contra la población y sus formas de organización social, económica y política.
Es una guerra de la insurgencia contra el Estado, los grupos paramilitares, las mafias de la droga y la ocasional guerra entre guerrillas por áreas de influencia y territorios. Una guerra orientada a derrotar el Estado e imponer un modelo de sociedad y Estado distinto que se compromete con el desarrollo de esta, los intereses y las economías de distintos sectores sociales y, en general, de la población.
Es una guerra entre milicias, pandillas, grupos de justicia privada y sicarios que se desarrolla en las zonas urbanas y suburbanas de las grandes y pequeñas ciudades. Guerra que reproduce las lógicas de confrontación y las enemistades de las otras guerras en los espacios urbanos.
Es una guerra de la empresa del narcotráfico y sus mafias contra el Estado y la insurgencia, envuelta por las dinámicas de las cadenas productivas de la droga y las lógicas de sus conflictos de intereses que comprometen el territorio nacional en la órbita de los conflictos internacionales. Una guerra que se da en el marco del desarrollo de un tipo de capitalismo criminal que modifica las relaciones de tenencia y propiedad rural, atraviesa distintos sectores de la economía y genera procesos de desestabilización institucional.
En fin, es una guerra que compromete cada vez más la región en las zonas de frontera y en las dinámicas políticas que se producen en los Estados vecinos. Una guerra que se regionaliza e internacionaliza en razón a la naturaleza de su misma complejidad; una guerra que se da en la órbita de las guerras globales contra el terrorismo y el narcotráfico, y se nutre de sus ayudas económicas y acompañamientos técnicos y estratégicos; una guerra que se ubica en la zona de defensa de los intereses estratégicos norteamericanos en el continente.
En este escenario de confrontación armada, la calidad de los “ejércitos” que desarrollan esta guerra es distinta y la determinan las lógicas de motivación que animan la participación en cada uno, las cuales son, en lo fundamental, tres: el interés de Estado (ejércitos profesionales), el interés político (ejércitos insurgentes), el interés económico (ejércitos paramilitares, mercenarios y privados al servicio de la empresa del narcotráfico, la minería ilegal, los intereses económicos particulares nacionales o transnacionales y, colateralmente, al de la seguridad del Estado).
Las modalidades de la confrontación de esta guerra no se circunscriben de forma clásica a la naturaleza de las guerras irregulares convencionales (revolucionarias y contrarrevolucionarias). En estas guerras los actores se comprometen, adicionalmente, en acciones de control y sometimiento territorial y poblacional, formulación de programas y planes de desarrollo, imposición de normas de conducta y comportamiento, construcción de economías de guerra, apoyos logísticos y sistemas de tributación paralela a los del Estado, sistemas de vigilancia social y aplicación de justicia privada o revolucionaria. Así, generan dinámicas de participación social y política en las esferas del poder del Estado de derecho con el propósito de adelantar programas, controlar presupuesto y sostener dinámicas de empoderamiento y dominio regional. Todos estos aspectos se construyen sobre la persuasión política, la coerción armada y las prácticas del terror. De hecho, es propio de esta modalidad de guerra el desplazamiento forzado y la homogeneización de la adhesión de la población.
Es una guerra en la que se combina la acción institucional con la guerra sucia, la persecución, la detención y el juzgamiento legal con el asesinato extrajudicial, la masacre y la desaparición forzada. Una guerra en la que el discurso de los derechos humanos es objetivo militar y el derecho internacional humanitario es objeto de burla o se desconoce.
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