Winnicot y Kohut :
la intersubjetividad y los trastornos complejos
Nuevas perspectivas en psicoanálisis, psicoterapia y psiquiatría
Carlos Nemirovsky
PRIMERA EDICIÓN EBOOK
Nemirovsky, Carlos
Winnicot y Kohut : la intersubjetividad y los trastornos complejos / Carlos Nemirovsky. - 1a ed . - Ciudad Autónoma de Buenos Aires : Biebel, 2017.
Libro digital, EPUB.
Archivo Digital: descarga
ISBN 978-987-1678-74-7
1. Psicoanálisis. 2. Psicoterapia. 3. Psiquiatría. I. Título.
CDD 150.195
Edición en formato digital: abril de 2017
© Carlos Nemirovsky
© Ediciones Biebel, 2017 para la presente edición digital
Ediciones BIEBEL
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Diseño de páginas y tapa: Cálamus
La imagen de tapa corresponde a Vassily Kandinsky, “Broken line”, detalle, óleo
No se permite la reproducción parcial o total, el almacenamiento, el alquiler, la transmisión o la transformación de este libro, en cualquier forma o por cualquier medio, sea electrónico o mecánico, mediante fotocopias, digitalización u otros métodos.
ISBN 978-987-1678-74-7
Conversión a formato digital: Libresque
a María Alejandra
Un epígrafe de Winnicott que dice:
“… y lo cierto es que la mera cordura
equivale a la pobreza ”…
Otro de Carlos Nemirovsky (que, además, siento que me justifica):
“… seguramente me conformaré
con expresar mis opiniones,
quizás demasiado personales … ”
No diré mucho del libro, sólo diré que es uno de esos libros que entran bien, desterrando así el equívoco de que los buenos libros son aquellos difíciles de leer, los que casi no se entienden, los caprichosamente oscuros, esos que muchas veces leímos con un sufrimiento indecible. Éste no, éste entra como los buenos vinos, y uno se encuentra en él con muchos pasajes a la altura de sus dudas e inquietudes; es como un libro que acierta y eso –ya lo sabemos– da mucho placer.
El libro parece estar escrito siguiendo ese pedido que unos alumnos le hacen a su profesor en una viñeta de El Roto, aparecida en El País: decían los alumnos: “Profe, no nos enseñe lo que le enseñaron, enséñenos lo que aprendió”. La diferencia es enorme y el autor la conoce.
Creo que una idea parecida está incluida en la cita que Freud recoge de Goethe: “Lo que has heredado de tus padres adquiérelo para poseerlo”. Aiento que Nemirovsky –en este libro– pudo hacer justamente esa operación con Winnicott y con Kohut.
Si compran el libro y les gusta les sugiero que se lo recomienden a sus amigos y si lo compran y no les gusta –cosa muy poco probable– también les pido que lo recomienden… en este caso… a sus enemigos.
Pero recomiéndelo.
Lo cierto es que no hablaré del libro directamente, pero sí de su autor –que es otra forma de hablar del libro, claro.
El Dr. Nemirovsky recoge una idea fundamental y la desarrolla muy bien: “No se puede distinguir una obra de la persona que la creó ni de su contexto sociohistórico”.
Creo que conociendo algo del autor podremos conocer muchode su obra.
Ahora bien, no hablaré tampoco de lo que conozco de Carlos Nemirovsky, hablaré de lo que desconozco pero intuyo.
Ya que a Carlos le interesa el paradigma indiciario decir que yo lo he usado en esta ocasión y que tengo indicios –por no decir “sospechas”, que suena un poco paranoico– de que Carlos Nemirovsky forma parte de una secta secreta, algo parecido a una Logia Masónica, o por ponernos más psicoanalíticos: algo como el Cómite de los Anillos que Freud formase –en total secreto– con sus colegas más cercanos.
Es una corazonada que tiene una pequeña historia: yo lo venía intuyendo hace tiempo… pero hace pocos días ocurrió algo que me sacó de dudas: conocí en Madrid y en ámbitos lúdicos y profesionales a un amigo de Carlos, psicoanalista y buen conocedor –también– de la obra de Winnicott, Alfredo Painceira. ¡Ahí me cerraron ciertas cosas, el puzzle quedó armado y me di cuenta de que existe una secta winnicottiana! ¡Y que Nemirovsky debe ser un alto cargo!
Una aclaración necesaria: Winnicott no generó una escuela con militantes al uso dentro del psicoanálisis. Quizás y entre otras cosas, porque venía muy quemado de los excesos que M. Klein –y sus fieles seguidores– cometieron en pos de formar una escuela que perdurase.
En 1962 Winnicott escribe: “nunca he sido capaz de seguir a otro, ni siquiera a Freud. Pero Freud era fácil de criticar, pues siempre estaba criticándose a sí mismo”.
Quizás gracias a esa actitud, no ser seguidor de nadie, es que Winnicott formó parte del Grupo Independiente y no adhirió a ninguna de las dos corrientes fuertes que dominaban el psicoanálisis inglés en aquel momento.
Carlos sabe bien que ser winnicottiano es –fundamentalmente– pensar en libertad, con independencia, no cercenar la creatividad propia, no negociar el ser. Por eso digo secta y no escuela (quizás debería decir CLUB , ya que en esta secta entran porque quieren y permanecen porque disfrutan), por esto les pido hoy que no vean ustedes en mis palabras una contradicción. Acaso sea… una paradoja.
Puedo, incluso, aislar ciertos rasgos de sus integrantes, y decir que se los puede conocer por cosas que en Carlos he conocido afortunadamente de forma directa y de las que puedo dar fe.
Si quieren un esbozo para reconocerlos (quizás ustedes conozcan a alguien de esta secta-club y no lo sepan) ahí va ese esbozo:
Son espontáneos y auténticos y lo son porque aman el gesto espontáneo y no les importa demasiado quedar expuestos como queda quien accede a esa práctica y corriendo los riesgos que eso implica, lo hacen porque saben que la vida merece la pena ser vivida en tanto se vive desde el mayor contacto con nuestro verdadero sí-mismo, saben que el mayor atentado contra la vida no es la muerte, es la “no vida”, que sería –por ejemplo– quedar pegado a un falso self que anule la alegría de vivir auténticamente.
Desean con todas sus fuerzas vivir encarnando la experiencia vivida en cada momento, para ser agentes de su propia vida y así estar vivos… sintiéndose vivos.
Arnoldo Liberman, en su libro Los celos y el amor lo dice así: “sentirse uno mismo es asumir que nuestra existencia es irremplazable, que nuestra máscara y nuestro auténtico rostro son la misma cosa, que sin nosotros no vivimos lo que nos toca nadie podrá vivirlo por nosotros”.
Winnicott escribió –en el esbozo que hizo de su autobiografía– algo maravilloso, decía: “¡Oh, Dios, haz que esté vivo cuando muera!” (curiosamente Carlos Cano, el cantautor andaluz –que siempre me llamó la atención por su sencillez y por su autenticidad– después de recuperarse de una intervención de corazón de alto riesgo contestó a la pregunta: “¿Temió usted morir en la operación?”, diciendo: “No, porqué sé que moriré estando vivo…”, y así fue, murió cuando lo pasaban de la UCI a una planta… por cierto, otra casualidad, también Winnicott murió de una afección cardiaca…
Se mueven cómodos habitando la experiencia cultural, como si hubiesen tendido un buen acceso a la zona transicional desde la que ésta se gesta, les suele gustar la poesía, la lectura, la música…
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