De esos tres minutos, en que se estuvo en el infierno y se retornó al cielo, se debe rescatar la fuerza anímica del equipo luego del lógico bajón por el gol recibido. El grito de Barragán fue el “culpable” de esa voltereta del alma de los jugadores. También, la fe en el estilo, la adhesión inexplicable a recurrir a las armas de siempre para remontar el marcador adverso sin importar que fuera el minuto 1 o el 47. Y en la jugada, la jerarquía de Leonel y del “Pibe”. De este último para quitarse a tres jugadores en un giro y luego para escoger el destinatario preciso de su mortífero lanzamiento. Porque si la manda al otro costado… Y de Rincón, la frialdad para definir. Si lo pensó, si fue chepa o no, nada importa. Lo hizo, definió como un crack. El partido terminó 1 a 1 y Colombia pasó a octavos de final.
Faltaba saber si el próximo rival sería Italia o Camerún. Llanto, llanto y solo llanto, pero de la emoción. La gente se volcó a las calles a gritar, a beber, a abrazarse, a besarse. Bailaban todos, brincaban todos en las capotas de los carros y en mitad de las avenidas. Bogotá vivía un carnaval que desde la clasificación en Tel Aviv no se dejaba sentir. De hecho, la capital no sabe qué es eso de carnaval, y solo el fútbol es capaz de darle una muestra gratis. En el resto de Colombia también se gozaba, pero con todo el conocimiento del caso y toda la harina del mundo. “Ya se acabó el mito de jugar como nunca y perder como siempre” fue la frase presidencial del momento, y todos entendimos lo que significaba. Estábamos locos de alegría por un gol en el último minuto, el mejor gol de todo el Mundial, y porque los alfileres que le clavamos a Bodo Illgner dieron resultado.
“¿Qué tal el guayabo?”. “Pues, hombre, si Colombia sigue así no sé qué va a pasar por acá”. “Qué golazo, ¿no?”. “¿Vos te imaginás si es otro jugador el que tiene esa oportunidad?”. “Lo bota”. “O a lo mejor le da por gambetearse al arquero”. “Y la embarra”. “Claro que con el pase que metió el “Pibe” hasta yo hago ese gol”. “No te emociones de a mucho. Todavía falta mucho trecho”. “¿Mucho trecho para qué?”. “Para llegar a la final, hermano”. “Roma, allá vamos”.
Y nos tocó en la siguiente ronda contra Camerún, el equipo sorpresa de la primera fecha. No era tan fácil como Emiratos, pero confiábamos en ganarle. Al fin de cuentas Valderrama estaba costando más que Makanaki…
Colombia vs. Camerún (1-2) (Redín, Milla, 2)
El primer tiempo mostró a una selección Colombia, más agresiva y más decidida, que llevó la iniciativa. Hasta el minuto 20, fue clara dominadora, con buen manejo del balón, aunque con dificultades para superar la poblada defensa del equipo africano, principalmente de tres cuartos de cancha hacia adelante. Hubo dos llegadas claras: una, al minuto 7, por pase al vacío de Fajardo a Estrada que este no supo resolver frente al arquero. La otra, al minuto 22, una llegada por el costado derecho, pase de Estrada a Fajardo quien, dentro del área, levanta con la derecha y saca el zurdazo que lame el vertical derecho. De allí al minuto 33, Camerún se sacudió, se acercó tímidamente, impuso su estilo violento, que tanto éxito tuvo contra Argentina, y aprovechó las erráticas entregas de Colombia. Higuita tuvo que salir de su área a solucionar problemas, detuvo un golpe de cabeza suave de Oman Biyik. Sobre el minuto 30, este jugador se escapó en contragolpe, dentro del área se frenó e hizo el pase atrás para el remate franco, pero desviado, de Makanaki. Después del minuto 35, Colombia recuperó el manejo del balón y del partido. Se acercó con un centro de “Chonto” Herrera que no capitalizaron ni Rincón ni Estrada. Después intentó de pared y los cameruneses recurrieron al juego fuerte. El primer tiro libre muy cerca al área lo cobró Estrada, pegó en la barrera y el rebote lo recibió incómodo el mismo jugador, quien disparó para la atrapada de N’Kono. El siguiente tiro libre, más alejado y del otro costado, lo cobró Andrés Escobar. Volvió a pegar en la barrera y salió al tiro de esquina. De este resultó un golpe de cabeza forzado y desviado del mismo Escobar. En otra ocasión se acercaron Fajardo, Valderrama y Rincón, este último fue quien disparó incómodo y desviado. En el último minuto hubo falta sobre Gildardo Gómez. El árbitro amonestó por fin a un jugador camerunés, luego de repetidas faltas. “Barrabás” le pasó suave el balón a Rincón, quien estrelló un violento disparo en todo el vértice derecho del arco defendido por N’Kono. El rebote quedó para los colombianos y la primera parte concluyó cuando pasaban por su mejor momento.
Para el segundo tiempo, ambos conjuntos comenzaron con la misma nómina. No obstante, Camerún salió con mayor disposición ofensiva. En los primeros minutos, se adueñó del partido y llegó con algún peligro, hasta que el equipo colombiano se acercó con un disparo de media distancia de Andrés Escobar que hizo estirar a N’Kono. Desde ese momento, el partido fue de toma y dame, con lapsos breves de no más de cinco minutos a favor de uno u otro equipo. Al minuto 9, ingresó Roger Milla, el veterano centro delantero. Pocos minutos después, entró Amoldo Iguarán en Colombia, en sustitución del “Bendito” Fajardo. Como ambos equipos habían sumado hombres al ataque, cada recuperación del balón por el equipo contrario se transformaba en un contragolpe peligroso. En esta labor, mostró gran precisión y rapidez el equipo africano. Con cambios de frente y triangulación, rápida rompieron repetidamente el pressing colombiano y los achiques que siempre habían sido efectivos.
Aunque cerca de siete veces quedaron en fuera de lugar, los balones cruzados a la espalda de la línea defensiva o en la mitad de los dos centrales desnudaron problemas frente al perfecto trabajo defensivo del primer tiempo. Igualmente, balones colocados entre los dos volantes defensivos y los dos centrales complicaron a la defensa, que perdió lentamente precisión en sus movimientos. Una llegada franca de Oman Biyik, que disparó desviado ante el achique de Higuita, y un disparo cruzado de Milla fueron las jugadas de mayor peligro. Camerún mostró conocimientos tácticos y virtudes técnicas para contrarrestar a Colombia, que desvirtuaban por completo la supuesta superioridad nuestra. Eran dos equipos muy parejos, en la confrontación vencería el que primero clavara la estocada o aprovechara el error.
En ataque, Colombia se acercaba con cierto peligro, pero no definía. Siguió sin aprovechar los tiros libres repetidos y las faltas reiteradas minaron el físico de sus atacantes. Valderrama, perseguido por toda la cancha, perdió precisión Y desapareció por ratos del partido, pero cuando logró hilvanar jugadas, fue importante. El acompañamiento de Leonel, con sus piques a zona libre, la distribución pausada de “Barrabás” y las incursiones de los marcadores, en especial del “Chonto” Herrera, fueron las fórmulas para suplir a Valderrama y al intermitente Fajardo. El ingreso de Iguarán le dio proyección al equipo, le permitió abrir la cancha, acelerar y distraer de tres cuartos de cancha hacia adelante. En cuatro ocasiones, Iguarán produjo zozobra con sus veloces incursiones y con centros pasados. Sin embargo, el gol no se concretó.
Del minuto 22 al 33, Colombia pasó su peor bache. Luego de que el débil árbitro italiano le perdonó la expulsión al número 8 de Camerún, en una falta alevosa sobre Luis Carlos Perea, al combinado nacional se le perdieron los papeles. Una falta no cobrada sobre Estrada produjo casi inmediatamente la respuesta necesaria de Perea para detener a Milla, quien ya había mostrado su contundencia. Pocos segundos después, una mano de “Barrabás” le significó la tarjeta. A pesar de que los africanos habían casi cometido el doble de faltas y merecido por lo menos una tarjeta roja, las faltas de los colombianos implicaban inmediatamente la tarjeta amarilla. Nuevamente se favorecía la táctica de ablandamiento del equipo africano. En Camerún salió Makanaki, un volante de manejo y pases precisos y punzantes. Fue reemplazado por Djondip, de similares características. Sobre el minuto 33, en Colombia ingresó Redín por “Barrabás” Gómez. El volante de marca amonestado fue reemplazado por un volante de creación. El equipo retomó las riendas, luego de un momento de confusión, entregas erráticas y adornos innecesarios. y produjo cinco minutos finales en los que reeditó los méritos para ganar el partido. Pero, en este momento, la displicencia y la falta de puntería e inspiración fueron los factores que lo impidieron. Estrada y Redín se acercaron al borde del área, se frenaron, se devolvieron y terminaron perdiendo la pelota en más de dos ocasiones. Ninguno se atrevió a disparar de media distancia, ninguno quiso meterse al área. Preferían frenar y encarar. En dos ocasiones Iguarán buscó la fórmula de gol, pero no estaba en su época goleadora. Cabeceó un centro de Herrera, fuerte al piso como él sabe hacerlo, pero le salió un remate a la mitad del arco y allí estaba N’Kono.
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