Si los estudiantes son la esencia indiscutible de la Universidad —Díaz de León dixit—, los maestros tienen la delicada responsabilidad de fraguarlos en las aulas universitarias. A manera de reconocimiento a tanto maestro anónimo, que en múltiples ocasiones asume su responsabilidad en circunstancias muy adversas, se presenta el texto “Maestros insignes de Jalisco” de José Luis Medina Gutiérrez. Y con la misma intención de escuchar las voces magisteriales, se propone el discurso de Antonio Aceves Fernández que de alguna forma representa una tradición magisterial de la segunda mitad del siglo XX.
Y como en el eterno retorno hegeliano toda realidad regresa en forma ascendentemente omnicomprensiva, se finaliza esta parte con el discurso de uno de los grandes humanistas del siglo XX: Antonio Gómez Robledo, retornando precisamente a los humanistas, cuyo estudio garantiza la construcción de una mente universal y que originaron precisamente a la Universidad de Guadalajara en el Siglo de las Luces.
En la segunda parte de la antología se presentan las voces de quienes, desde la más alta responsabilidad de la Universidad, iniciaron el proceso de descentralización de la institución hacia las distintas regiones del Estado y de quienes gestaron la actual Red Universitaria. La Red se ha venido consolidando y proyectando, para que las actuales y las futuras generaciones de jóvenes, sigan siendo partícipes de la educación superior en todo el Estado de Jalisco.
1Dante Alighieri, La Divina Comedia, Barcelona: Ediciones Nauta, 1968, p. 45.
2Antonio Gómez Robledo, Dante Alighieri, La Divina Comedia, Segunda parte, en Literatura y arte (Obras 11), México: El Colegio Nacional, 2002, p. 308.
3José Montes de Oca y Silva y Luis Páez Brotchie, El Teatro Degollado, Guadalajara: Gobierno del Estado de Jalisco, 1964, p. XXXII.
4Hemeroteca de la Biblioteca Pública del Estado de Jalisco, periódico El Sol, Guadalajara, 13 de octubre de 1925, p. 1.
5Enrique Díaz de León: Revolución, Universidad y Cultura, Guadalajara: Sindicato de Trabadores Académicos de la Universidad de Guadalajara, 2013, p. 50.
6En Gómez Robledo, op. cit., pp. 363-364.
Pórtico del antiguo Templo de Santo Tomás, que fue sede de la Real Universidadde Guadalajara. En la actualidad es el ingreso principal de la Biblioteca Iberoamericana “Octavio Paz”.
José Cornejo Franco
La tradición liberal
universitaria
9 de octubre de 1973
En la mesa inaugural de la Primera Jornada de Ideología Universitaria de la Universidad de Guadalajara, el profesor vitalicio José Cornejo Franco (1900–1977) pronunció esta emotiva conferencia sobre la tradición liberal tapatía, que hunde sus raíces en el entorno que precedió a la fundación de la Real Universidad de Guadalajara en el Siglo de las Luces.
José Cornejo Franco, “La tradición liberal universitaria”, Primera Jornada de Ideología Universitaria. Memoria de los trabajos presentados en las mesas de estudio los días 9, 10 y 11 de octubre de 1973, Guadalajara: Universidad de Guadalajara, 1977, pp. 30–37.
Empujando a esta asamblea, ya poco habrá que decir porque bien trazados están los inicios de nuestra actual Universidad.
Quiero, sí, insistir en un aspecto que apuntó el señor Rector con la palabra verticalidad. Es conocido y no vengo, desde luego, a enseñar el “Credo al Papa”, que nuestra formación cultural, desde la colonia, arranca con una tradición francamente liberal; les parecerá un poco exótico el empleo del término, pero es justo.
Nosotros tuvimos, en la época virreinal, la suerte de contar con dos Colegios Mayores, como entonces se decía: el de Santo Tomás y el de San Juan, regenteados por los reverendos padres de la Compañía de Jesús; pero, precisamente para el siglo XVIII, habían venido de Europa jesuitas de mayor cultura, con amplitud de criterio, que se habían formado dentro de las ideas filosóficas que, partiendo de la Enciclopedia, se pronunciaban por el pensamiento que en Europa iba roturando el campo con la avanzada ideológica; y así, apuntándose apenas los estudios económicos, tal como los comprendemos ahora, ellos vinieron también con ideas de los pensadores ingleses, franceses o alemanes, tan en boga.
Estos jesuitas, que no llegaron de España, que no eran jesuitas españoles, eran europeos que no se formaron en la España tradicionalista, dentro del claustro de los “venerables bonetes y reverendas capillas”, que diría Feijoó; ellos vinieron a airear y ventilar el campo de las ideas, y aquí, jesuitas ya criollos, nuestros, como Clavijero, Cavo o Maneiro, y algunos más; otros que no fueron de la Compañía, sino del Oratorio de San Felipe, como Díaz de Gamarra, en San Miguel el Grande, Guanajuato, comenzaron a dar los primeros toques de alarma a la clase privilegiada y prepotente al lanzar conceptos que con seguridad eran francamente heréticos para aquella sociedad; y no es raro que aquí, aquí en nuestra Guadalajara, en nuestro Colegio de San Juan de los jesuitas, hubiera un colegial, Montenegro de apellido, que llegara a la audacia de afirmar: “Pobre nación española, no tendrá remedio mientras no se decida a hacer con su Rey, lo que los franceses hicieron con el suyo”: guillotinarlo, y acabar con la monarquía.
Ustedes comprenderán que cuando llega a decirse expresión tan tajante, ocasiona inquietud; fue procesado y dio a las cárceles de la Inquisición. Pero no era el único.
Junto con él había otros, y las ideas se iban infiltrando no sólo en los colegios de la Compañía, sino que a la expulsión de los jesuitas, los padres del Oratorio de San Felipe Neri de aquí, de Guadalajara, viendo que solamente quedaba el Seminario Conciliar y que hacían falta colegios para la formación de estudiantes estudiosos, trataron de fundar una Casa de Estudios; se pidió permiso a la Audiencia, y lo concedió con carácter de provisional, para la enseñanza de los rudimentos de la gramática y latinidad, mientras venía la autorización —porque entonces todo era Real—, venía la autorización de su Sacra, Católica y Real Majestad.
Y es nada menos Carlos III, que nos lo han presentado como prototipo de la monarquía ilustrada, quien niega que se establezca Colegio, ordenando nada más por su Real Gana, y por el Yo del Rey, que al recibo de la Cédula suspendan y expulsen a los alumnos que estaban recibiendo una enseñanza elemental, y que no se vuelva a tratar nada de educación superior, dejándolo todo en el Seminario.
Para esto, ya se habían iniciado gestiones para el establecimiento de Universidad en Guadalajara, gestiones que fueron puestas en trabajo por la Universidad de México, producto natural del centralismo absorbente que siempre ha prevalecido; no admitían que les hiciera huella ninguna otra provincia, sin pensar que de las provincias era de donde iban a aparecer los que serían rectores de la nueva sociedad.
Después de mil múltiples gestiones, resultó que por quienes menos se esperaba, un monarca tan inepto como el cornudo de Carlos IV, y un pillastre como Fernando VII, su amado hijo, son los que conceden la fundación y ordenan las Constituciones de nuestra vieja Universidad, siguiendo, desde luego, el modelo de las universidades hispanas, principalmente la de Salamanca.
Enclaustradas, sin embargo las ideas ya habían penetrado. Expulsados los jesuitas, quedaron aquí simientes de rebeldía, y señalándose también brotes en nuestra Universidad, recién fundada, y donde se formaron personalidades como Severo Maldonado, que después tuvo tanta relevancia, como los Cañedo, como los Cumplido, como Gómez Farías y como tantos otros que han de tener su significación.
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