que se vaya
soberana.
Anciana decrépita
parada dentro de un metro cuadrado
en las rejas de su propia entrada
cuatro límites:
la puerta de la casa
la reja de la calle
y a los costados la llegada de la noche
desapacible.
Firme
esta criatura miserable
es una
más
de tantas soledades
en los suburbios de Buenos Aires.
Habrás visto esa mujer en muchos países
la misma forma de soportar con su bastón
toda la pobreza de haber sido abandonada
aquí
o en Budapest
o en esos pueblos patagónicos
donde todos están solos.
Anciana lúgubre en Ituzaingó
sostén de la última luz que le queda a este domingo.
No llora
tiene la mueca petrificada
los ojos vacíos desde la última visita
hasta la palabra desamparo
le ha sido robada
anciana decrépita
tras las rejas de su propia clausura
a las que se aferra
con el bosque fósil
de sus manos heladas.
Si es invierno en Ituzaingó
es invierno en el mundo.
AMANECER EN LA PANAMERICANA
Dicen que nadie es insensible al paso del tiempo
se dicen muchas cosas
por decir
hoy
sin ir más lejos
entraba en la autopista con vos
hijito
y la niebla cubría los edificios,
estábamos rodeados
de bocinas autistas
igual que todas las mañanas
cuando de pronto
una luz incendiaria hizo que todo comenzara de nuevo
como si entráramos al cielo te dije y sonreíste
en este mundo vudú
nadie ha sido niño
ni
morirá.
Mientras ellos hablan
y pelean
contra el flujo continuo de las agujas
sonríe azulando
tu boca
la alborada
moribunda
de la tierra.
a Silvia Castro
María Reiche dedicó su vida a develar el misterio de las Líneas de Nazca, pasaba temporadas en el desierto barriendo la pampa en busca de las figuras que hoy todos conocemos. Desde entonces se la llama Dama de la Escoba o Dama de la Pampa
Dormía sola
bajo las estrellas
hurgaba calendarios perdidos
que brotaban
desde el fondo de la tierra
mujeres y hombres
como tubérculos
recién paridos
desde el útero del polvo
a la superficie arenosa de la existencia.
Cambió su ropa por harapos
cuna de oro
por lecho de paja
con la escoba entre sus manos
lúcida
y vidente
liberó al pasado
del paso del tiempo
desenterró animales y astros gigantescos
en la soledad de su fe.
Fue una incomprendida
tan inhumana
tan escandalosa.
No era de aquí
María
así y todo
se dejó seducir
por la piel de un continente adverso
y barrió
y barrió
hasta el último día.
Ahora es ella
también
un enigma
y una moraleja:
quien no teme desentierra el pasado quien no teme lo vuelve a enterrar.
Dicen que en las noches claras
todavía se la ve
y nadie sabe
quién la ha dibujado.
Mi hijo, con cinco años,
pregunta:
si dios creó el agua
a los hombres
y al sol
si dios lo creó todo
¿quien creó a dios?
No se qué contestarle
y huyo
ciega
por los campos quemados del verano
y dejo atrás
un árbol desamparado
que mira el horizonte
en busca
de su creador.
Una noche
mi hijo leerá un cuento en voz alta
para mí
y antes de dormir
besará mi frente.
Yo que lo hice
y lo crié,
ahora
no soy yo.
Soy la que se va del mundo
y al irse,
engendra
la respuesta.
¿A qué le tenés miedo
Versalles
al Cristo negro
a la venganza de los justos
al último inca?
A qué le tenés miedo
huerfanita
con esas medias descosidas
a qué
si vas y venís sin bastón
sin un solo lazarillo saltás los precipicios
y te hundís en la nieve.
A qué le tenes miedo, Uyuni
blanquísima
o a esa ciudad antigua en Guatemala
a qué le tenés miedo
si ya has muerto y vuelto
desde la tumba hasta el bodegón.
Nada lo asusta
al que regresa con vida del fondo del mar.
En la superficie
sólo sabes tener hambre
hambre
de
sed
(sed de desaparición)
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