Nuestros labios mayores comprenden un área que tiene muchísimas terminaciones nerviosas que podemos explorar y acariciar. Pueden tener vellos, ser canosos, estar depilados, ser turgentes, con más grasa o menos. Cada área de cada vulva es única en cada mujer.
Los labios menores son los que cubren nuestra vulva. Los hay de todos los tamaños, texturas, colores y formas. Pueden ser asimétricos, grandes, pequeños, rugosos, finos, delgados. Son muy sensibles y, a través de ellos, podemos explorar el placer. La forma de estos labios es muy diversa. Como verán, hay infinidad de vulvas en el mundo.
Es muy importante que sepamos este detalle porque muchas veces hemos sido víctimas de comentarios poco felices y agresivos acerca de nuestra vulva. Quizás fuimos cuestionadas sobre su forma o color, y tomamos esos comentarios como ciertos. Esta experiencia, lamentablemente, juega en contra de nuestro deseo a la hora del goce, para disfrutar, mostrar o tocar nuestra vulva. No compremos estas falsas premisas ni incorporemos comentarios que bloqueen nuestro derecho al placer. En este punto quiero remarcar que no debemos comparar nuestros labios ni cualquier área de nuestra vulva con las de otras mujeres. No caigamos en estereotipos ridículos y sin fundamentos pensando que nuestra vulva no es linda o debiera de ser “como aquella”. Todas las vulvas son dignas del goce y de ser disfrutadas. ¡Vivan todas las vulvas y sus diferencias!
Ahora hablemos de nuestro alabado clítoris. Está en nuestra vulva, justo adelante, en la apertura de los labios menores y es nuestro órgano de placer por excelencia. La única función que tiene es justamente esa: darnos placer.
No se habla mucho del clítoris, solo se sabe que es “un botoncito”, que es chiquitito, que a veces ni se encuentra. En pleno siglo XXI todavía no se conoce mucho de este “aliado incondicional”. Como ya te conté, en ciertas culturas se lo mutila y se lo menosprecia cuando se dice que es el causante del orgasmo. Cuánta mala prensa, ¿no?
Sigmund Freud, el reconocido psicoanalista, hablaba del orgasmo vaginal como el maduro y del orgasmo clitorídeo como infantil o inmaduro. Él decía que para que una mujer se sintiera sexualmente satisfecha tenía que sentir el placer y el orgasmo durante la penetración. Sin ir más lejos, hoy, para algunas religiones, una pareja heterosexual que contrae matrimonio y que no tiene relaciones penetrativas, tiene un matrimonio no consumado que puede ser motivo de anulación. Como verán, el relato falocéntrico estuvo en toda nuestra historia y continúa en la actualidad.
¡Como si el placer pudiera dividirse según la zona erógena! Y como si la estimulación del clítoris y la obtención de placer a través de él fueran actos infantiles, poco adultos. Nada más lejos de la realidad. El placer es de cada una, más allá de lo que lo provoque.
Además, ¿dónde está o queda nuestro placer si nuestro órgano principal es completamente ignorado y, a veces, desconocido? ¿Qué harían algunos hombres si sistemáticamente en la relación sexual les pidiéramos que no participe el pene? Suena raro, ¿no?
Se vuelve impostergable hablar de deseo y placer femenino. No hay manera de seguir hablando de sexualidad femenina y equidad si no nos dedicamos primero a conversar sobre nuestro órgano de placer. Basta de olvidarlo y de restarle importancia. Aquí está y todas tenemos uno.
Nuestro clítoris es mucho más grande de lo que se ve, en todos los sentidos de la palabra. Tiene el mismo origen que el pene, pero no tiene la uretra como el pene y tampoco función reproductiva. El clítoris es nuestro órgano del placer, como el pene el de los hombres. No es la vagina como nos hicieron creer. Y, como te conté, solo se creó y está ahí para obtener goce.
El clítoris es un órgano con muchísimas terminaciones nerviosas, más de 8000. Lo que se ve externamente es una pequeña parte de él y se llama glande. Y tiene más terminaciones nerviosas que el pene.
A este glande lo cubre un capuchón que está formado por parte de los labios menores. Luego continúa un tallo y dos ramas con tejido eréctil que se sitúan sobre la pared anterior en la vagina, como si fuera una montura del caballo, que miden 9 centímetros de largo aproximadamente, y de ancho entre 5 y 6 centímetros. Al lado de estas raíces están, en la parte interna, dos bulbos eréctiles vascularizados, que se llenan de sangre y se llaman cuerpos cavernosos .
Cuando nos excitamos, estas áreas triplican su tamaño y, al estar anatómicamente ubicadas sobre el tercio anterior de la vagina, al frotarlas generan muchísimo placer. Esta zona concuerda con el famoso “punto G”. La realidad es que no existe ningún punto, nunca se halló. El placer deviene del rozamiento interno de la cara anterior de la vagina que contiene en su interior ambas ramas del clítoris, como les contaba anteriormente. No nos dejemos engañar con esas “terapias” que pretenden vender que aumentan la sensibilidad del “punto G” o proponen inyectar sustancias con el objetivo de “aumentarlo”. Nada de eso está demostrado que sirva porque, justamente, no hay ningún “punto G”.
Deben tener en cuenta que el 20 % de las mujeres tiene orgasmos solamente con la penetración vaginal, sin necesidad de estimular el clítoris de forma externa. Sin embargo, el otro 80 % de las mujeres necesita tocar el glande y su capuchón, o frotarlo en forma directa con la mano o con cualquier variante –ya sea lengua, dildo, vibrador, almohada, juguete, pene– y en forma continua, para generar un placer inmenso, sostenido, y que culmina en lo que llamamos orgasmo .
Lo importante, amiga, es disfrutar el recorrido, palparlo y transitarlo con las variantes que elijas. No solo perseguir el orgasmo, sino disfrutar del maravilloso camino. Ahí está el verdadero goce.
Como ya les conté, la masturbación es un acto absolutamente instintivo, más allá de que cuando crecemos lo hacemos conscientemente para darnos placer. Es un acto común, normal, saludable, educativo y no tiene efectos adversos de ningún tipo. También nos ayuda a saber qué nos gusta y a interpretar nuestros ritmos. Además, es un excelente recurso para mejorar nuestra sexualidad. Es nuestra aliada para transmitirles a nuestras parejas sexuales los modos, las formas, los ritmos, los tiempos y las zonas que más nos gustan que nos estimulen.
Es muy importante que sepan que, según una encuesta que realicé en mi cuenta de Instagram, el 30 % de 1980 mujeres nunca se masturbó. Lamentablemente, poco se habla de la masturbación femenina, de sus beneficios y de su importancia. Decididamente, no se educa ni se transmite.
Hay mujeres que no la practican porque no saben cómo hacerlo o por creencias que las avergüenzan y las limitan. Alguien les dijo que eso está mal, que es de loca, de histérica, de insatisfecha, de desesperada. Lo primero que tenemos que hacer es desterrar el mito de que está mal y que solo lo hacen “las otras”. Si todas entendiéramos que forma parte de lo natural, de lo seguro, de nuestra intimidad, ¡cuánto más fácil sería! Solo se trata de conocernos, estimularnos, permitirnos y otorgarnos el tiempo necesario para explorarnos.
Cada mujer, a través de su propia exploración, descubrirá de qué forma le gusta estimular su clítoris. Algunas lo hacen con golpecitos, otras apoyan el dedo mayor o el índice y lo mueven en forma de círculos o hacia los lados rápidamente, o variando la velocidad… Cada cual tiene su propio ritmo. Están las que prefieren humedecer el clítoris antes de tocarlo, ya que esto permite un movimiento más fluido, y las que eligen que el clítoris esté seco para poder fijar el dedo de manera más firme. Cada una debe encontrar su propia forma. Hay quienes cierran sus ojos y se dejan invadir por pensamientos o fantasías, y a otras les alcanza con concentrarse en su sentir para llegar al orgasmo. También, están las que lo hacen mientras escuchan una música que las erotiza o en el momento de ver una película que las excita.
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