Andrés Avendaño Rojas - Las batallas de Concón y Placilla

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Esta obra no pretende adentrarse en las consideraciones políticas, económicas o sociales que causaron o se derivaron de la Revolución de 1891. A lo que se invita al lector es a efectuar una revisión de los factores que habrían influido en el desenlace de las dos principales batallas: la de Concón y la de Placilla, acaecidas el 21 y 28 de agosto de 1891, respectivamente. El autor, recurriendo a la teoría estratégica busca explicar por qué fuerzas numéricamente inferiores pudieron imponer —con dramática contundencia— su voluntad sobre un enemigo que era o debía ser superior.
En estas páginas se deja en evidencia que Concón y Placilla fueron realmente «batallas decisivas», en las que murieron más soldados que en los más crudos combates de la Guerra del Pacífico —llegando a ostentar el lacerante título de ser las batallas más sangrientas de la Historia Militar chilena— y en las que se enfrentaron soldados que años antes habían llenado de gloria a nuestro país luchando tras los mismos ideales.

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Con el territorio de Tarapacá bajo su dominio, las fuerzas congresistas avanzaron sobre Antofagasta, donde no encontraron mayor resistencia ya que el coronel Hermógenes Camus, destacado en Calama al mando de una fuerza de poco más de 2.000 hombres, considerando que se encontraba absolutamente incomunicado con el centro de país, resolvió retirarse hacia Santiago sin presentar combate. La División Camus inició su viaje el 27 de marzo, marchó por territorio boliviano y argentino, para finalmente, luego de recorrer 1.300 kilómetros, arribar a Santiago el 17 de mayo de 1891.

El paso siguiente para los congresistas sería tomar posesión de Tacna, provincia defendida por una pequeña fuerza de 537 hombres, al mando del coronel Miguel Arrate Larraín, el que aislado, sin posibilidad de apoyo material ni refuerzos, el 7 de abril de 1891 se retiró con su unidad a la República del Perú; allí permanecieron hasta el término de la guerra civil. De esta forma Tacna y Arica pasaron a integrarse a los territorios bajo control de las fuerzas de la revolución.

Solo faltaba la provincia de Atacama y hacia ella dirigieron sus miradas los jefes congresistas. Con extensas riquezas de oro, plata y cobre, ésta provincia era una de las principales fuente de recursos para el país y, por ello, muy necesaria para los revolucionarios que deseaban aumentar, disciplinar y proveer de alimentos a su Ejército 59.

En el intertanto, y junto con emprender la expedición sobre dichos territorios, ocurrirán algunos importantes acontecimientos dignos de ser mencionados. El primero, la organización en Iquique de una Junta de Gobierno, el 12 de abril de 1891, compuesta de tres miembros, siendo su Presidente el Comandante en Jefe de la Escuadra, capitán de navío don Jorge Montt Álvarez, secundado por los vocales señores Waldo Silva y Ramón Barros Luco, Vicepresidente del Senado y Presidente de la Cámara de Diputados, respectivamente. Secretario General fue nombrado don Enrique Valdés Vergara. El segundo acontecimiento de relevancia fue el hundimiento del acorazado Blanco Encalada , el 23 de abril de 1891, en circunstancias que éste se encontraba en la bahía de Caldera, donde fue atacado por las torpederas del gobierno Lynch y Condell , las que lo hundieron en pocos minutos. La pérdida del histórico acorazado produjo un fuerte efecto moral en el bando congresista 60.

El 24 de abril de 1891 el batallón congresista Esmeralda ocupaba la ciudad de Copiapó, último baluarte gobiernista en esas lejanas tierras nortinas. De esta manera las provincias de Tacna, Tarapacá, Antofagasta y Atacama quedaron bajo el dominio de la Junta de Gobierno de Iquique. Una clara interpretación de las circunstancias que condujeron a esta situación es la que nos entrega el general Humberto Julio, quien en su trabajo “La Guerra Civil de 1891 y su conducción Política y Estratégica” señala que: “… el rápido y sorprendente triunfo de los revolucionarios frente a tropas de un ejército profesional, solo puede explicarse por una suma de factores, todos desfavorables a la causa presidencialista: la lejanía y aislamiento del teatro de operaciones; las simpatías que presentaba la causa del congreso; el empeñarse en una batalla decisiva sin lograr reunir los diferentes núcleos (Pozo Almonte); la imposibilidad física de las guarniciones de prestarse apoyo que permitió a los congresistas batirlas en detalle” 61.

Junta revolucionaria de Iquique.

De pie coronel Estanislao Del Canto comandante en jefe del Ejército - фото 15

De pie, coronel Estanislao Del Canto, comandante en jefe del Ejército congresista; Joaquín Walker M, ministro de Relaciones Exteriores; Manuel José Irarrázabal, ministro del Interior;Isidoro Errázuriz, ministro de Justicia e Instrucción Pública; coronel Gregorio Urrutia, intendente de Iquique y coronel Adolfo Holley, ministro de Guerra. Sentados la Junta de Gobierno, de izquierda adercha: Waldo Silva, vicepresidente del Senado; capitán de navío Jorge Montt, presidente de la Junta de Gobierno y Ramón Barros L, presidente de la Cámara de Diputados. Fuente: Archivo Museo Histórico y Militar de Chile.

El 7 de mayo la Junta de Gobierno protocolizaba la organización del ejército constitucional, estableciendo las dotaciones que debían tener el Cuartel General, el Estado Mayor y la composición de las brigadas de las tres armas que lo constituirían.

Desde que la Escuadra zarpara el 7 de enero, habían solo transcurrido cuatro meses y ya se disponía del órgano encargado de definir y establecer los objetivos políticos de la guerra: la Junta de Gobierno; se tenía el control de una extensa zona geográfica, rica en recursos y desde la cual se apoyarían las futuras operaciones: las provincias de Tacna, Tarapacá, Antofagasta y Atacama; y, se había logrado organizar el instrumento que permitiría alcanzar los objetivos políticos fijados: un ejército.

Rumbo al sur; el desembarco en Quintero

La combinación de diversos factores —entre ellos el aumento de los efectivos balmacedistas en Coquimbo y la posibilidad del inminente arribo de los cruceros “ Pinto” y “Errázuriz ” mandados a construir a Francia para reforzar la armada gobiernista— aceleró los preparativos congresistas destinados a operar directamente sobre Valparaíso 62. El coronel Körner y la mayoría de los integrantes de la Junta Revolucionaria eran partidarios de ocupar previamente la provincia de Coquimbo, mientras que el coronel Del Canto se inclinaba por un ataque directo a Valparaíso. Éste, sostenía que incursionar sobre Coquimbo significaba retardar las operaciones sobre el centro del país, exponiéndose a dos situaciones peligrosas: la llegada de los cruceros en construcción y la reunión de las tropas de Concepción, Santiago y Valparaíso. Por ello con insistencia argumentó que “…nuestras operaciones deben ser al centro, al corazón de la tiranía y, si fuese posible, debemos hacer nuestro desembarco en La Laguna o en algún otro punto cercano a Valparaíso”. Idea que, no sin fuertes discusiones, finalmente prosperó 63.

El 16 de agosto de 1891 se inició el embarque del ejército expedicionario, a través de los puertos de Iquique, Caldera y Huasco. El embarque y desplazamiento, entusiasta y optimista, de las fuerzas congresistas fueron descritos de la siguiente manera por el Comandante en Jefe del Ejército de Operaciones, coronel Del Canto:

Coronel Estanislao Del Canto Arteaga Fuente Museo Histórico y Militar de - фото 16

Coronel Estanislao Del Canto Arteaga. Fuente: Museo Histórico y Militar de Chile.

“…el 16 de agosto hizo rumbo al sur el Ejército Constitucional, embarcándose la 1ª Brigada en Huasco... En Caldera se embarcaron los señores Montt, Barros Luco, Walker Martínez, Holley, Altamirano... y demás caballeros que acompañaban al Ejército; el Cuartel General, el Estado Mayor y la 2ª y 3ª brigadas con sus servicios anexos... De suerte, pues, que el Ejército Constitucional formaba una escuadra de 16 vapores entre buques de guerra y transportes. La navegación se hizo sin novedad... En el Cochrane venían los señores de la Junta de Gobierno y también el Cuartel General y el Estado Mayor, y daba gusto ver cómo Körner durante la tertulia de sobremesa, formaba sus planes de ataque contra los dictatoriales. En un suspiro los agarraba a todos y los mataba; de suerte que durante la navegación fue el alma de la diversión y la alegría” 64.

El crucero Esmeralda se adelantó a la expedición para hacer frente a Valparaíso tres disparos, los que debían servir como aviso de que 40 horas después desembarcaría en Quintero el ejército constitucional 65. El 19 de agosto en la mañana, el crucero regresó a su puesto en la formación luego de haber dado cumplimiento a su misión. A bordo, era el momento adecuado para las últimas arengas a la tropa y para impartir las órdenes para el desembarco y para las operaciones que debían efectuarse a partir del día siguiente. Fue en esos momentos que en los dieciséis barcos de la Escuadra se dio lectura a la proclama que el Ministro de Guerra y el Comandante en Jefe del Ejército enviaran a la tropa y en la que en algunos de sus párrafos se señala que la finalidad de su accionar era “…Valparaíso primero, Santiago inmediatamente después, he ahí, soldados, el objetivo de la campaña, el blanco de vuestros patrióticos esfuerzos…” 66.

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