Mas ¡ay de vosotros, fariseos! que diezmáis la menta, y la ruda, y toda hortaliza, y pasáis por alto la justicia y el amor de Dios. Esto os era necesario hacer, sin dejar aquello. ¡Ay de vosotros, fariseos! Que amáis las primeras sillas en las sinagogas, y las salutaciones en las plazas. ¡Ay de vosotros, escribas y fariseos, hipócritas! que sois como sepulcros que no se ven, y los hombres que andan encima no lo saben […]. Diciéndoles él estas cosas, los escribas y los fariseos comenzaron a estrecharle en gran manera, y a provocarle a que hablase de muchas cosas; acechándole, y procurando cazar alguna palabra de su boca para acusarle. (Lc 11.42–44, 53–54)
En suma, el costo del seguimiento nunca debe llevarnos a rebajar las demandas del evangelio, tener temor de anunciar las buenas nuevas de liberación a todos los públicos humanos en todas las coyunturas históricas, cambiar el propósito de Dios de que toda rodilla se doble y confiese a Jesús como Señor, limitar las implicaciones concretas de la naturaleza universal de la misión que cruza todas las fronteras sociales y culturales, o desconocer, por nuestros prejuicios teológicos, el amor especial que Dios tiene por los pobres y los marginados.
Conclusiones
La misión liberadora de Jesús tiene un alcance universal. El anuncio del evangelio del reino de Dios cruza fronteras de todo tipo. Los pobres y los excluidos, son tanto sujetos como agentes de la misión de Dios. Esto significa que, dentro del mundo de la pobreza y de la exclusión, tenemos que plantar una tienda misionera permanente que sea un espacio de solidaridad y un canal abierto para la búsqueda colectiva de la justicia social.
Las buenas nuevas de liberación, un mensaje para todos los seres humanos y todos los pueblos, tienen un doble efecto. En primer lugar, transforman y liberan integralmente a todos los seres humanos que responden al llamado de Jesús y obedecen las exigencias del evangelio, asumiendo con alegría el costo del discipulado. En segundo lugar, relativiza las estructuras sociales, políticas, económicas y culturales que cosifican a los seres humanos creados a la imagen de Dios, y desnuda los prejuicios religiosos, sociales y culturales deshumanizantes.
La perspectiva lucana de la misión de Jesús, propone una plataforma de acción hondamente relevante para una inserción de la iglesia en todas las fronteras misioneras. El amor especial que Dios tiene por los pobres y los excluidos, es uno de los temas teológicos clave que Lucas delinea y propone como un punto de agenda ineludible de la misión integral de la iglesia.
En tal sentido, a pesar de que desde nuestra perspectiva teológica o política interpretemos las demandas misioneras concretas del Evangelio de Lucas de distintas maneras, no se puede desconocer que uno de los énfasis centrales de este evangelio es la afirmación del amor especial que Dios tiene por los pobres y los excluidos. Lucas subraya que los discípulos de Jesús tienen que ser como el buen samaritano y como la viuda pobre. Los discípulos de Jesús no han sido llamados para ser indiferentes o pasar de largo frente a las necesidades concretas de los seres humanos de carne y hueso (Lc 10.31–32), esquivando de esa manera, su responsabilidad misionera integral. Tampoco han sido llamados para acumular egoístamente pensando que la vida del hombre consiste en la abundancia de los bienes que posee (Lc 12.15).
En consecuencia, individual y colectivamente, los discípulos tienen que ser como su Señor y Maestro: amigo de publicanos y pecadores (Lc 7.34), proclamando todos los días la buena noticia del reino de Dios por ciudades y aldeas (Lc 8.1). De acuerdo con Lucas, no existe otra ruta misionera. Como lo indicó Jesús en la sinagoga de Nazaret, impulsados por el poder del Espíritu Santo, los discípulos están llamados a predicar el año agradable del Señor (Lc 4.19) en sus contextos históricos particulares. Así tiene que ser. Los discípulos no tienen otra alternativa, no existe una ruta distinta, no tienen otra alfombra misionera sobre la cual descansar su testimonio personal y colectivo.
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2Según Conzelmann: «… Lucas es el primero en ser plenamente consciente […] de la diferencia entre el ayer y el hoy, del tiempo de Jesús y del tiempo de la iglesia. El tiempo de Jesús y el tiempo de la iglesia son expuestos como épocas distintas de un englobante decurso histórico-salvífico, épocas que son diferenciadas respectivamente merced a sus características peculiares […] El tiempo de Jesús y el tiempo de la iglesia se representan como dos épocas distintas pero mutuamente referidas conforme a un plan […] Lucas se plantea la situación a la que ha llegado la iglesia por la tardanza de la parusía y la génesis de una historia intramundana» (Conzelmann 1974: 27–28).
3En la discusión contemporánea sobre la misión de la iglesia, los escritos de Lucas ocupan también un lugar destacado. De acuerdo con Bosch: «En años más recientes […] otro pasaje neotestamentario ha llegado a ocupar un lugar prominente en el debate sobre el fundamento bíblico para la misión, a saber, la versión de Lucas del sermón dado por Jesús en la sinagoga de su pueblo natal de Nazaret, donde se aplica a sí mismo y a su ministerio la profecía de Isaías 61.1s. El incidente, como tal, aparece únicamente en el Evangelio de Lucas. Todo el contexto en que está situado habla a las claras del lugar crucial que ocupa […]. Lucas 4.16–21 ha reemplazado, en términos prácticos, a la Gran Comisión de Mateo como el texto clave para comprender no sólo la misión de Cristo sino también la misión de la iglesia. Esta sola circunstancia se constituye en razón suficiente para justificar un acercamiento más detenido al concepto lucano de la misión» (Bosch 2000: 113–114).
4Un tema asociado íntimamente al de la salvación es el concepto lucano de la conversión: «El tema de la conversión y del perdón está presente […] en el Evangelio de Lucas en proporciones excepcionales y en modo alguno comparables con los otros evangelios; reaparece en todas las secciones de su obra, constituyendo el alma de toda ella. Es el mensaje que el evangelista envía a su iglesia y sobre él construye toda su catequesis» (Laconi 1987: 34).
5David Bosch precisa que en el Evangelio de Lucas los indefensos y los marginados son los samaritanos, las mujeres, los cobradores de impuestos y los pobres. Los pobres son primariamente los destituidos y los que se encuentran debajo de la línea de pobreza. La palabra pobres es también un término colectivo para designar a todos aquellos que en la Palestina del primer siglo estaban en desventaja, particularmente los cautivos, los ciegos y los leprosos (Bosch 1989: 5–7).
6Schottroff y Stegemann afirman que: «Lucas no es el evangelista de los pobres en el sentido que sugiere esta fórmula. Ni los pobres (mendigos) constituyen el centro de sus intereses ni su programa social es una ética de la limosna, sin más precisiones. Sería más lógico llamar a Lucas el evangelista de los ricos. Pero no como director espiritual de los mismos, para edulcorar el mensaje Jesús esperanza de los pobres. Sino en el sentido de ser un severísimo crítico de los ricos y estar vivamente interesado en su conversión. Esta conversión sólo puede realizarse a través de dolorosas renuncias (renuncia a la mitad de sus bienes) o incómodas consignas (prestar con riesgo, condonar deudas, dar) […]» (Schottroff y Stegemann 1981: 220).
7Así denomina a estos capítulos Carlos Escudero en su libro Devolver el evangelio a los pobres: A propósito de Lucas 1–2. Escudero, en la presentación de su obra, reconoce que ha querido subrayar la importancia que el Evangelio de Lucas da a los marginados como destinatarios privilegiados del mensaje de Jesús (Escudero 1978: 9).
8Los otros evangelios sinópticos señalan que el centurión romano reconoció que Jesús era el hijo de Dios (Mt 27.54; Mr 15.39).
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