Daniel Correa - Un imperio eterno - Un viaje a las sombras

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Un imperio eterno: Un viaje a las sombras: краткое содержание, описание и аннотация

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Corren los primeros meses del año 2015. Vivimos en un mundo en el que el imperio romano no se ha desintegrado del todo. Su cultura, su ciudadanía y su heroísmo, siguen vivas en tres islas del mediterráneo y en su capital. Para una parte de la humanidad, tan solo son un reducto del pasado, que viven a espaldas del resto del mundo, presuntamente ajenos a lo que ocurre a su alrededor. Otros muchos, entre los que se encuentra nuestro protagonista, Oscar Lopez, periodista del barrio de Carabanchel, viven obsesionados con los secretos que se ocultan en Roma, en su caso, causándole estragos en su vida profesional y personal. En la actualidad investiga a un individuo acusado de asesino en serie. Se acerca tanto a él, que un día recibe la invitación para una entrevista privada en una habitación de un sórdido hostal de la Gran vía madrileña. Así comienza la historia, así cambió la vida de Oscar para siempre. El presunto asesino confesó ser romano, un cazador de Arsar, así denominó a sus víctimas. Seres oscuros, que se alimentan de seres humano. No les basta con la sangre como haría un vampiro. Los Arsar se nutren de la carne y los huesos. Son responsables de un gran número de las desapariciones que se producen cada día, en cualquier rincón del planeta.
La entrevista se convierte, parafraseando a Vito Corleone, en una propuesta que Oscar no puede rechazar. El Romano de nombre Lucius, le ofrece un viaje a lo más profundo del mundo romano, donde muy pocos no romanos han ido jamás, donde conocerá todos los secretos que se esconden tras las sombras. Con el fin de mostrárselo al resto de la humanidad. El día de mañana Oscar comenzará un viaje repleto de aventuras, cacerías y descubrimientos, que le llevaran a recorrer el mundo en compañía de aquel romano. Oscar tendrá que enfrentarse a sus miedos, a sus límites, al dolor. Tendrá que abrir su mente para poder comprender lo que sucederá a su alrededor, las sensaciones que experimentará y a los seres que descubrirá. Será testigo del verdadero poder de los druidas, quienes descubrieron siglos atrás el rinion, un material indestructible con el que los grandes herreros forjan las legendarias armaduras y armas de los legionarios. Conocerá el amor, la pasión romana y el honor del guerrero. Se convertirá en un romano.

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Si los pasillos dejaron boquiabierto a Óscar, podéis imaginar su expresión al ver el camarote que le asignaron. A diferencia del resto de lo que había visto del barco, su camarote estaba forrado de maderas nobles y ornamentado con piezas de oro hábilmente labradas. En ese momento se dio cuenta del valor de los objetos con que comerciaban. Realmente los artesanos romanos eran los mejores en su labor.

El espacio disponía de dos ojos de buey por los que se filtraban unos cálidos rayos de luz que iluminaban una cama que se le antojaba demasiado grande. También había una pequeña estufa de hierro fundido para las frías noches de invierno.

Cuando pudo recomponerse, sacó su bloc y se sentó en un pequeño escritorio tallado en madera que estaba bajo unas de las ventanas y empezó a escribir todo tipo de preguntas y anotaciones de aquel viaje. No quería olvidar nada.

Apenas se dio cuenta, enfrascado como estaba en la escritura, pero las dos horas ya habían pasado y casi no se había aseado en todo el día. Rápidamente se quitó la camisa, y se disponía a coger una de la mochila cuando reparó en un armario junto a la puerta que no había visto al entrar. Lo abrió y encontró un traje igual al que había visto que llevaban los marineros.

Terminaba de atarse los cordones cuando aquel marinero llamó a su puerta.

—Adelante.

—Señor, es la hora: el capitán espera.

—Un segundo, ya estoy. —Óscar se levantó de la cama y salió de la habitación detrás de aquel marinero del que ni siquiera conocía su nombre. Iba a preguntárselo cuando de improviso Lucius salió de un camarote contiguo al suyo.

—Hola, Óscar, ¿tienes apetito?

—La verdad es que sí, no he comido nada desde el desayuno.

—Te dije que comieras una tostada en el hotel, la mermelada estaba deliciosa. Me he traído un par de botes, luego te daré uno.

—Gracias.

Pasaron por varios pasillos hasta llegar a dos puertas de madera y cristal, todo ricamente decorado. El salón era bastante grande, no estaba forrado de madera como su camarote, estaba forrado de mármol serpenteado con innumerables formas de oro creando distintas figuras. Había una gran chimenea al fondo de la sala. Sin duda con tanto mármol aquella estancia debía de ser muy fría en invierno.

En una esquina estaba sentado Manius, solo, les estaba esperando; se levantó y les invitó a sentarse con él a la mesa.

Al momento, varios marineros trajeron platos con todo tipo de comida, pero sobre todo pescado y verduras. Aquello parecía un festín, Óscar no podía dejar de salivar, pero desconocía las costumbres romanas de modo que decidió esperar una invitación.

—Adelante, comamos antes que se enfríe todo.

Se sirvió un poco de todo. Todo tenía una pinta extraordinaria y el olor era embriagador. El pescado y las verduras se deshacían en la boca, cada bocado era una frutopía de sabores.

—Está todo delicioso —comentó Óscar a uno de los marineros. Las carcajadas de Manius retumbaron por todo el barco.

—Muy educado nuestro invitado, ¿no crees, Spirus?

—Sí, capitán —contestó el marinero con una gran sonrisa en su rostro.

Óscar no entendía nada. No creía que hubiera dicho nada tan gracioso. Lucius, al ver la cara de contradicción de Óscar, quiso ponerle en antecedentes.

—Veras, Óscar; en nuestra cultura no es muy común hacer cumplidos. Ya damos por supuesto que la comida está deliciosa. Decir que está deliciosa es haber dudado de ello, lo que has dicho en forma de cumplido no lo ha sido en absoluto, por eso tiene tanta gracia. Tranquilo, te acostumbrarás. Más te vale que el cocinero no se entere.

Óscar quiso disculparse, pero prefirió cerrar la boca no fuera a ser que metiera la pata otra vez; así que fijó sus ojos en el plato y siguió comiendo.

C4

Finales de abril

Amanecía sobre el Mediterráneo, Óscar subió a cubierta para poder disfrutar de un amanecer en el mar. Era increíble la cantidad de colores que reflejaba el barco con aquella luz. Fotografió el horizonte sin la confianza de poder capturar por completo aquella belleza.

Los marineros se afanaban en desplegar las velas para aprovechar el viento de la mañana, aquí arriba todo estaba movimiento, cada grupo de marineros cumplía una función, formaban parte de una máquina bien engrasada.

Volvió a su camarote, tanta actividad le incomodaba sin tener nada que hacer. Por el camino se encontró con aquel camarero, ¿cómo se llamaba?, Spirus.

—Señor Ruiz, le estaba buscando.

—Estaba en cubierta disfrutando del amanecer y haciendo unas fotos.

—Lucius quiere verle, le está esperando en la biblioteca; por favor, venga conmigo.

Bajaron a la segunda cubierta. Había cientos de libros, todos colocados en estanterías que cubrían toda la pared. También había grandes mesas de madera maciza y sillones de cuero. Sentado en uno de ellos estaba Lucius, disfrutando de un café y leyendo un libro.

—Buenos días, Óscar. ¿Ya has desayunado, quieres algo?

—Un café estaría bien, gracias.

—Por favor, Spirus, ¿podrías traernos un café?

Spirus asintió con la cabeza y con una sonrisa se marchó sin más.

—Ten, Óscar, esto es para ti.

Lucius cogió del suelo un bote sin etiquetas, aunque no hacían falta: Óscar sabía perfectamente qué era.

—Vaya, gracias, mermelada de melocotón. Debí pedirle a Spirus unas tostadas.

—Eso se puede arreglar. —Entonces ocurrió algo que Óscar no entendió muy bien, Lucius se tocó la oreja y fue como si hablara directamente con Spirus.

—Spirus puedes traernos unas tostadas… muchas gracias.

Al ver la expresión de Óscar, Lucius se hurgó en el oído y extrajo un pequeño aparato.

—Es un comunicador, basta con apretarlo y pensar en la persona con quien quieres hablar, de esa forma te pone en contacto directamente; ingenioso, ¿verdad? Es el siguiente paso de vuestros smartphones .

—Parece que estáis más evolucionados que nosotros.

—Vamos un par de pasos por delante, sí. Nosotros no innovamos para ganar dinero, como el resto de las empresas; simplemente evolucionamos según vamos descubriendo. Eso aligera mucho las cosas. No nos anclamos en tablas de beneficios, simplemente hacemos lo que sabemos que es mejor para el bien común. Esa es una de las grandes razones por las que nos aislamos tanto del resto del mundo.

—Una pena, seguro que habríais sido una gran influencia.

—Nosotros siempre hemos puesto a disposición de vuestros gobiernos nuestra tecnología en energías limpias, pero es algo que no les interesaba. Les interesa más nuestra tecnología armamentística.

—Imagino que será otra de las razones de vuestro asilo, evitar que se filtre esa tecnología.

—Sí, es otra de las razones. Verás, Óscar, sabemos que Estados Unidos, Rusia y China han creado organizaciones secretas para intentar descubrir nuestros secretos. Conocen algunas de nuestras identidades falsas, pero no sabemos cuáles, por eso te di esa documentación falsa, si supieran o simplemente sospecharan que has tenido contacto con algunos de nosotros, irían a por ti.

—Entiendo.

—No, no lo entiendes, ya han estado investigándote a causa de tu obsesión por encontrarme, ellos, aunque desconocen mi identidad saben que soy romano y utilizarán cualquier herramienta que crean útil para dar conmigo.

—Pero yo solo te buscaba por los asesinatos. No tenía ni idea de que fueras romano.

—Pero ellos sí sabían que yo era romano. La marca que dejo en la frente de los cuerpos es una marca romana, significa «libérate». Ellos te seguían por si dabas conmigo.

En ese momento llego Spirus con el café y las tostadas. A Óscar le ardía una pregunta en la boca, pero temía hacerla, temía la respuesta. Tuvo que armarse de todo el valor que tenía dentro.

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