También están los que no pueden mantenerse quietos, sostienen globos y regalos para los recién nacidos y charlan animadamente.
Una puerta divide la conciencia de la inconciencia, por decirlo de alguna manera. En este instante, detrás de la puerta, todas esas vidas dependen de otras manos. Sin una mano maestra, no habría garantía de nada. Y en este caso, la mano maestra puede ser la de los médicos, pero ¿y si hay algo más para reconocer?
¿Qué pasaría si el zoom se alejara y alguien viera nuestra vulnerabilidad también? ¿Qué pasaría si en el momento de mayor prueba alguien reconociera nuestra confianza, esa que nos permite permanecer afuera tranquilos a pesar de la incertidumbre; o adentro, seguros de la capacidad del experto?
Podríamos decir que las salas de espera son reflejo de una espera que vivimos en esta tierra, pero que en este caso viene acompañada de la certeza de buenas noticias, pase lo que pase “de este lado”.
Cuando nuestra vida está en sus manos, nada nos puede separar de su amor. Ni la muerte, ni la vida misma. Las mismas puertas nos pueden ver salir y entrar: así de limitada es nuestra existencia.
En la vida, estamos a una oración de distancia; en la muerte, a un pestañear.
No importa el lado de la puerta en el que estás. Importan las manos que te sostienen y qué es lo que esperas.
Encuentros con Jesús - 12 de febrero
“(María, cuyo hermano Lázaro estaba enfermo, fue la que ungió al Señor con perfume, y le enjugó los pies con sus cabellos.)” (Juan 11:2).
La mesa estaba servida. Simón, el anfitrión de esta cena, había sido curado de lepra y desde ahí seguía a Jesús. Esta enfermedad repugnante que lo había aislado de la sociedad, una vez curada, le había permitido recuperar su dignidad.
Simón recordaba muy bien a María y todo lo que había hecho. Pero en esta historia vemos que aunque Jesús había obrado en ambas vidas, Simón solo albergaba el recuerdo de su sanación exterior. La trató con desprecio al ver el regalo que ella le hacía a Jesús.
Él también había sido inmundo y todo se le había devuelto gracias a Jesús, pero no demostraba una actitud de agradecimiento y reconocimiento sincero. María, sí.
Muchas veces tenemos la costumbre de recordar los errores nuestros y de los demás. Quizás en ese momento muchos recordaran a Simón como el leproso, y a María, como la endemoniada.
Pero Juan demuestra que había pasado tiempo con Jesús, que había aprendido a rescatar los aspectos positivos de las personas. Al iniciar el relato de la resurrección de Lázaro y mencionar a sus hermanas, podría haber escrito: (María, la mujer endemoniada y de mala vida). Pero no lo hizo así. Al aclarar quién era ella, resalta las cualidades por las que verdaderamente sería recordada para siempre. ¡Cuánto esconde esta aclaración entre paréntesis!
“Cuando a la vista humana parecía un caso perdido, Cristo vio en María aptitudes para lo bueno. Vio los mejores rasgos de su carácter. […] Por medio de su gracia ella llegó a ser participante de la naturaleza divina. La que había caído, y cuya mente había sido habitación de demonios, fue puesta en estrecho compañerismo y ministerio con el Salvador” ( El Deseado de todas las gentes , p. 521).
María fue partícipe directo de muchos de los eventos más importantes de la vida de Jesús.
Puede ser que aún te recrimines tus errores del pasado, pero Jesús recibe a todos.
“A las almas que se vuelven a él en procura de refugio, Jesús las eleva por encima de las acusaciones y el chismerío” ( ibíd ., p. 522). Te invito a que escribas una aclaración entre paréntesis que cuente lo que Jesús hizo en tu vida, que muestre esas aptitudes para lo bueno, que muestre cómo él te eleva.
Aroma a sábado - 13 de febrero
“El siguiente día vio Juan a Jesús que venía a él, y dijo: He aquí el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo” (Juan 1:29).
Los primeros misioneros que fueron a China se enfrentaron con un obstáculo enorme. Tuvieron que aprender el sistema de escritura de allí. Como occidentales acostumbrados a escribir con alfabetos europeos de aproximadamente 26 letras, se desalentaron al ver que la escritura china usaba un sistema basado en 214 símbolos llamados “radicales”.
Las cosas empeoraron cuando descubrieron que esos 214 radicales, ya de por sí una pesadilla, se combinaban para formar ¡entre 30.000 y 50.000 ideogramas!
Eso alcanzaba para desanimar al santo más paciente. Sin embargo un día, uno de los misioneros dejó de quejarse. Estaba estudiando un ideograma chino en particular: el que significa “justo”. Notó que contenía una parte superior y una inferior. La parte superior era el símbolo chino para “cordero”. En la parte inferior había un segundo símbolo: el pronombre personal “yo”. De repente, se dio cuenta de que en el ideograma había, en su codificación, un mensaje escondido que era tremendamente maravilloso: ¡Yo, bajo el cordero, soy justo!
No era nada más y nada menos que el corazón de ese evangelio que había cruzado el océano para predicar. Los chinos quedaron asombradísimos cuando él les señaló este mensaje oculto. Nunca lo habían notado, pero una vez que se los mostró, lo vieron con claridad. Cuando él les preguntó: “¿Bajo qué cordero debemos estar para ser justos?”, ellos no supieron qué responderle. Con gran deleite, les contó acerca del “Cordero que fue inmolado desde el principio del mundo” (Apoc. 13:8).
Como vemos en esta historia, no hay barreras para que ese mensaje llegue. Cerca o lejos, hay personas que aún no han conocido el hermoso regalo de la salvación.
“Como uno de nosotros, debía llevar la carga de nuestra culpabilidad y desgracia. El Ser sin pecado debía sentir la vergüenza del pecado. El amante de la paz debía habitar con la disensión, la verdad debía morar con la mentira, la pureza con la vileza. [...] Sobre el que había depuesto su gloria y aceptado la debilidad de la humanidad debía descansar la redención del mundo” ( El Deseado de todas las gentes , p. 86). Hoy podemos buscar una forma creativa de enseñarles a otros acerca de ese Cordero que nos rescató y que aún quita el pecado del mundo.
Objetos cotidianos - 14 de febrero
“Y temerán desde el occidente el nombre de Jehová, y desde el nacimiento del sol su gloria; porque vendrá el enemigo como río, mas el Espíritu de Jehová levantará bandera contra él” (Isa. 59:19).
Hay varios tipos de banderas. Las vemos flamear como símbolo patrio. Son parte habitual de los actos escolares y municipales. No faltan en los partidos de fútbol, sostenidas por los seguidores de cada equipo. Podemos verlas en las casillas de guardavidas en las playas, indicando el grado de peligro de las aguas. Y entre otras tantas situaciones más, también aparecen prolijamente alineadas en el Club de Conquistadores. Cada banderín representa a una unidad.
En el pueblo de Israel, cada tribu tenía su bandera también y acampaba bajo ella. Esas banderas encabezaban las marchas. Representaban a un grupo de personas.
Esa sigue siendo una de las funciones que cumplen las banderas hoy.
¡Cuántas veces vemos imágenes de personas abrazándolas o usando orgullosamente los colores que las representan!
Pero ahora te invito a imaginar que estás bajo la bandera del Espíritu de Jehová y que eres parte de ese equipo sin fronteras... de ese equipo ganador.
La bandera de Jehová nos recuerda dónde está nuestra patria en realidad, nos ayuda a recordar a qué equipo pertenecemos, nos advierte cuando estamos entrando en aguas peligrosas y nos da un sentido de pertenencia con otras personas que comparten nuestras creencias.
Читать дальше