Si hay que pedir perdón, agachar la cabeza y ceder el paso, hagámoslo. Hay personas que se preguntarán por qué no nos arrodillamos ante los poderes de este mundo, gente que nos observará para ver a quién servimos. ¿Quién está ocupando el trono?
Dios pregunta - 8 de febrero
“Mas Jehová Dios llamó al hombre, y le dijo: ¿Dónde estás tú?” (Gén. 3:9).
Una tarde, sin querer, cerré fuertemente la puerta sobre los dedos de un compañerito. Enseguida comenzó a salir sangre de la herida, se armó un revuelo en la casa, y comencé a sentir una culpa que antes desconocía. Sentía que merecía el peor de los castigos. Me encerré en un armario y comencé a llorar desconsoladamente. Unos minutos después, escuché la voz de mi papá que acababa de llegar del trabajo y preguntaba: “Cachi, ¿dónde estás?”
Me encontró acurrucada en la oscuridad, sofocada por el calor, las lágrimas y el dolor de un corazón de seis años que no soportaba tanta angustia. Y, para mi sorpresa, me abrazó.
Al salir de la habitación, vi la condición en la que se encontraba mi compañerito. Fuimos a la clínica para que lo atendieran. Sufrí al verlo así, al ver el resultado de mi error y precipitación. Pero antes de eso, había recibido el consuelo paternal. Antes de enfrentarme a las consecuencias, había recibido esperanza.
Lo mismo pasó con Adán y Eva aquel día, en el Edén. Tal como lo narra Elena de White, ellos “antes de oír hablar de la vida de trabajo y angustia que sería su destino, o del decreto que determinaba que volverían al polvo, escucharon palabras que no podían menos que infundirles esperanza” ( Patriarcas y profetas , p. 51).
El conocimiento del mal y la tendencia a errar son cosas inherentes a nuestra naturaleza desde aquella primera vez, pero es maravilloso que, antes de dar la sentencia, Dios nos recuerde que hay esperanza y victoria al final.
Miles de años más tarde, Dios vuelve a hacernos la misma pregunta. No sé si hoy su pregunta te encuentra escondido en la oscuridad del pecado, o caminando con libertad en la luz de la paz que él te da por haberte tomado de su mano. Pero esta pregunta nos habla de un Dios que no solo crea, sino que desde el principio del mundo toma la iniciativa para hablar y quiere restaurar su relación con nosotros. En medio de nuestras justificaciones ante el pecado, siempre está presente su llamado de esperanza. ¿Cómo responderemos hoy?
El poder de la música - 9 de febrero
“Te amo, oh Jehová, fortaleza mía. Jehová, roca mía y castillo mío, y mi libertador; Dios mío, fortaleza mía, en él confiaré; mi escudo, y la fuerza de mi salvación, mi alto refugio. Invocaré a Jehová, quien es digno de ser alabado. Y seré salvo de mis enemigos” (Sal. 18:1-3).
El 31 de octubre de 1517, Martín Lutero colgó sus 95 tesis en la puerta de la catedral de Wittenberg, en Alemania, dando inicio a los eventos más sobresalientes de la Reforma protestante.
El himno más poderoso de este período fue el compuesto por el mismo Martín Lutero. Se convirtió en el canto de batalla de las personas y en una gran fuente de fortaleza e inspiración incluso para los que se enfrentaron al martirio por sus convicciones.
Este himno se ha traducido a prácticamente todos los idiomas y se lo considera uno de los clásicos.
Así como el salmista, Lutero debió refugiarse muchas veces de sus enemigos y protegerse de sus ardides incansables.
En una ocasión, le tocó permanecer escondido mucho tiempo en el castillo de Wartburg, una fortaleza sobre una montaña aislada. Allí, aunque muchos pensaban que su labor se había extinguido, tradujo al alemán el Nuevo Testamento y siguió escribiendo tratados que circularon entre sus compatriotas con el mensaje de censura y esperanza.
En el fascinante capítulo que narra la vida de Lutero en El conflicto de los siglos , Elena de White nos dice que Dios no solo lo libró de sus enemigos, sino que lo puso fuera del alcance de las alabanzas y de la admiración de los hombres (p. 156). De esta forma, Lutero mantuvo siempre presente que Dios era su Salvador, protector y su castillo fuerte.
Quizá no te enfrentas a enemigos que desean tu muerte, como le pasaba a Lutero en ese momento, pero puede ser que hoy tengas la necesidad de recurrir a Dios como tu fortaleza. No olvides que su ayuda sigue vigente y que te ayudará a encontrar algo bueno para hacer, aunque aparentemente estés en uno de los momentos más infelices de tu vida.
Historias de hoy - 10 de febrero
“Había en Jope una discípula llamada Tabita (que traducido es Dorcas). Esta se esmeraba en hacer buenas obras y en ayudar a los pobres” (Hech. 9:36).
Podría reescribir este versículo como “Había en Las Heras una discípula llamada Rosita. Ella se esmeraba en hacer buenas obras y en ayudar a los pobres... y a los colportores”.
Rosita entregó su profesión al servicio de Dios y no hizo falta que me lo dijera. Lo noté la primera vez que hablé con ella y lo confirmé la primera vez que fui a su casa.
Una tarde, salí a colportar como de costumbre, y un perro tuvo el descaro de morderme, así que mi pantalón había quedado dañado y, como no había llevado muchos, necesitaba arreglarlo porque me iba a hacer falta. Además, ¿cuán bien podía hablar de mí ese pantalón roto si era lo primero que la persona veía en mí como carta de presentación?
Rosita lo arregló, y no solo lo arregló, sino que lo mejoró. Gratis.
Vi en su taller que la mujer que trabajaba allí era una abuela amada, una vecina hacendosa y misionera, una encargada de congregación y una luz en ese lugar.
Cada persona que entraba allí tenía la oportunidad de escuchar acerca del amor de Dios. Sus bibliotecas estaban repletas de libros cristianos y de agendas y revistas que regalaba para compartir su esperanza. No es millonaria, pero creo que está guardando tantos tesoros en el cielo…
Rosita me enseñó el valor de un gesto pequeño pero significativo en un momento de necesidad. Me recordó que, con lo poco que tenemos, podemos hacer mucho, que podemos no solo arreglar las cosas sino mejorarlas. Podemos mostrar que las sorpresas y las buenas noticias muchas veces son gratuitas y que no conocerlas nos puede costar caro.
¿Qué ve la gente cuando entra a tu hogar? ¿Te recuerdan como alguien que se “esmera en hacer buenas obras”?
Cuando Dorcas murió “a Dios le pareció bueno traerla de vuelta del país del enemigo, para que su habilidad y energía siguieran beneficiando a otros y también para que, por esta manifestación de su poder, la causa de Cristo fuese fortalecida” ( Los hechos de los apóstoles , p. 109).
Hoy, Dios puede arrebatarnos del terreno enemigo para que usemos nuestras fuerzas para fortalecer su causa también.
Puedes buscar la forma de poner en práctica esta historia y el mensaje de Mateo 5:16.
Valores - 11 de febrero
“...porque yo sé a quién he creído, y estoy seguro que es poderoso para guardar mi depósito para aquel día” (2 Tim. 1:12).
Las salas de espera suelen ser lugares angustiantes. Esto lo escribo en una de ellas. Hay más de veinte personas a mi alrededor. Algunas esperan que sus familiares salgan de una cirugía complicada. Otras, que sus nietos, sobrinos, o hijos salgan del vientre materno. Todo detrás de la misma puerta.
Algunos dormitan sentados mientras esperan a quienes están del otro lado de la zona restringida (dormidos también, pero por una anestesia). Otros hablan por teléfono, leen, tejen, quizás imitando la delicada labor que los profesionales realizan puertas adentro.
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