Irene Escribano Veloso - Nunca me confieso
Здесь есть возможность читать онлайн «Irene Escribano Veloso - Nunca me confieso» — ознакомительный отрывок электронной книги совершенно бесплатно, а после прочтения отрывка купить полную версию. В некоторых случаях можно слушать аудио, скачать через торрент в формате fb2 и присутствует краткое содержание. Жанр: unrecognised, на испанском языке. Описание произведения, (предисловие) а так же отзывы посетителей доступны на портале библиотеки ЛибКат.
- Название:Nunca me confieso
- Автор:
- Жанр:
- Год:неизвестен
- ISBN:нет данных
- Рейтинг книги:4 / 5. Голосов: 1
-
Избранное:Добавить в избранное
- Отзывы:
-
Ваша оценка:
- 80
- 1
- 2
- 3
- 4
- 5
Nunca me confieso: краткое содержание, описание и аннотация
Предлагаем к чтению аннотацию, описание, краткое содержание или предисловие (зависит от того, что написал сам автор книги «Nunca me confieso»). Если вы не нашли необходимую информацию о книге — напишите в комментариях, мы постараемся отыскать её.
Nunca me confieso — читать онлайн ознакомительный отрывок
Ниже представлен текст книги, разбитый по страницам. Система сохранения места последней прочитанной страницы, позволяет с удобством читать онлайн бесплатно книгу «Nunca me confieso», без необходимости каждый раз заново искать на чём Вы остановились. Поставьте закладку, и сможете в любой момент перейти на страницу, на которой закончили чтение.
Интервал:
Закладка:
Gina tenía una sonrisa grande y roja aquel día. A mí se me ocurrió que usábamos el mismo rouge . Mientras se apoyaba en la barra y cruzaba sus firmes y redondas piernas, me dijo: “Tranquila. Acá solo tienes que hacer lo que tú quieras. No te pueden obligar a nada. Si alguien te simpatiza, vas con él. No te preocupes, yo estaré cerca mirando. Anda, ve a bailar. Allí hay uno que hace rato te mira”. Gina tuvo la precaución de contarme que si quería intimar de cualquier manera, debía salir y sugerir ir al hotel ubicado al lado de la Disco.
No pensé demasiado en lo que sucedería en el futuro. Consideré la invitación de Gina como otra forma de ganar más plata y a eso fui a la Disco.
Tomé la decisión rápidamente. Renuncié a mi trabajo en la consulta, luego de haber permanecido dos años allí sirviendo café a los doctores, llevando el cuaderno de las horas, atendiendo el teléfono y regando la única planta de interior, posada en una mesita de centro junto a un revistero de la sala de recepción.
Luego de mi primera noche en la Disco y de lo vivido con Luis Enrique, regresé a casa de madrugada. Mamá dormía. Su sueño liviano, junto a mi larga ausencia, hizo que se despertara apenas ingresé en puntillas evitando hacer ruido en las tablas sueltas de la galería.
–¿De dónde vienes? –preguntó medio aturdida aún por su sueño sobresaltado–. ¡Se te nota cansada! ¿Comiste algo? ¡En la cocina te guardé un plato! ¡Come algo antes de irte a descansar, niña!
Yo había preparado las cosas con anticipación. Le había contado a mi mamá y al resto de la familia que vivía con nosotros que había encontrado un nuevo trabajo donde ganaría más dinero. Les dije que ahora trabajaría de camarera en un hotel en el centro de Santiago y que mi contrato era con turnos de día y de noche. Nadie me preguntó más detalles, solo a mi mamá le preocupó que tuviera que trasnochar todos los días. Pero yo la tranquilicé diciéndole que a mí me gustaba el nuevo trabajo, que me trataban muy bien y que en el día solo serían algunas horas, por lo tanto regresaría por las mañanas a descansar un rato, a ducharme y a cambiarme ropa.
Hasta el día de hoy nunca he dicho cuánto gano. Tampoco nadie me preguntó o trató de involucrarse en mis asuntos. Desde ese momento abrí una cuenta de ahorro y comencé a meter plata en el banco.
He podido ahorrar y ayudar en todo lo que se necesite en la casa y sobre todo apoyar la educación universitaria de mis dos hijos.
Esa mañana, con la sonrisa de Luis Enrique aun en la memoria y lanzando unas palabras sueltas al aire para tranquilizar a mamá, me dirigí hasta la cocina pero no tenía hambre. Moví algo de la vajilla para que ella creyera que había comido y fui hasta mi cuarto, ubicado al lado del dormitorio de mi madre desde siempre. Me recosté sobre la cama. Tampoco tenía sueño. Estaba demasiado excitada con todo lo vivido. Me gustó la plata y la sensación de poder obtenerla de esa manera. Iba a poder resolver las necesidades que en ese tiempo tenía. Por mi mente pasaban rápidas imágenes de Luis Enrique: su gesto y su actitud comprensiva, la que con seguridad era un raro comportamiento. Las cosas que me contó de su vida daban vueltas y vueltas en mi cabeza. Ya no aguantaba las ganas de que pasaran rápido las horas para volver a verlo.
Lo esperé en la Disco tal como habíamos quedado la noche anterior. Se demoraba y tuve que hacer esfuerzos para aguantar un poco de frío que sentía, mientras consumía mi Coca-cola; Gina me había sugerido que tratara de no beber alcohol, pero a mí nunca me han gustado los tragos ni los cigarrillos. Esperándolo pacientemente se me vino de pronto a la cabeza una canción de ese talentoso niño español Joselito, que a mí me encantaba. Me la había aprendido durante mi largo noviazgo con Víctor, mi ex marido, y no pude evitar cantar despacito, solo para mí:
Una vez un ruiseñor,
por las claras de la aurora,
quedó preso de una flor,
lejos de su ruiseñora.
Esperando su vuelta al nido,
ella vió que la tarde moría,
Y a la noche cantándole al río,
medio loca de amor le decía:
¿Dónde estará mi vía
por qué no viene?
Qué Rosita encendida
me lo entretiene.
Agua clara y de caminos,
entre juncos y mimbrales,
dile que tienen espinos,
las rosas de los rosales.
Dile que no hay colores
que yo no tenga.
Que me muero de amores.
dile que venga.
Estaba inquieta. Quería que apareciera pronto. Luis Enrique me había gustado apenas se me acercó. La velada de la noche anterior y su comprensión frente a mi rechazo hacían más deseable su compañía. No quería que ningún otro parroquiano se me acercara. Evité a varios que me invitaron a una bebida o buscaron conversación conmigo esa segunda noche, mientras yo, sola, con un largo vestido de noche, rojo, esperaba en la barra del bar a que apareciera Luis Enrique.
¡Allí estaba de pronto! ¡Por fin! Miré mi reloj. Eran las dos de la mañana. Entró a la Disco y fue directamente hasta donde yo estaba. Llamó al mozo. Pidió una Coca-cola para mí. Él tomó, sediento, una piscola y salimos. Partimos. Ambos avanzando lentamente con la seguridad del camino conocido. Él iba susurrando en mi oído palabras amorosas…, ardientes. Me decía que me había extrañado y que había tenido harto trabajo ese día y que su hermana lo había retenido más de la cuenta porque no quería quedarse sola.
Me abrazaba con soltura y con confianza. Me llevó nuevamente hasta la misma habitación del hotel de la noche anterior. Esta vez fue distinto. También yo deseaba su forma amable y delicada de tratarme. Además, el que llevara ya unos años de separada anuló cualquier asomo de resistencia de mi parte. Entramos a la pieza y comenzó a desnudarme y a besarme sin apuro. Lo dejé hacer. Sentí unos leves estremecimientos de placer. Un hilillo de sudor me brotó en el cuello. Cerré los ojos. Me dejé envolver en su aroma. Dejé que recorriera y amasara mi cuerpo a su antojo.
Me amaba con suavidad, atento a mis señales placenteras. No dejaba de hablarme y eso me excitaba mucho. Estaba sobre mí. Mirando directamente a mis ojos. Enlazaba mi espalda y mis piernas con seguridad pero sin fuerza. Tomaba con sus manos mi cuello y lo besaba mojándolo con su lengua sedienta. Bajaba por mis brazos, hasta rozar uno a uno los dedos de mis manos, mojándolos con su saliva abundante y tibia. Lograba que me retorciera de placer, que brotara libre la humedad bajando desde mi centro, chorreando por mis piernas. Comenzaron a salir de mí gemidos guturales y roncos que recién iba conociendo; provenían de mi garganta. Humedecí mi cuerpo entero y las sábanas. No era posible saber a quien de los dos pertenecía esa mezcla olorosa, agridulce de fluidos. Sí, yo sentía que me daba más que gozo. Sentía una unión ardorosa con él.
El tiempo en esa cama parecía detenerse. Logró que me entregara totalmente. No había prisa ni en sus ademanes ni en sus palabras. Me trató como se trata a una señorita. Eso ayudó a que mi ingreso al trabajo fuera como sí, en cualquier otra situación un hombre me hubiera llevado dócilmente a la cama para amarme con un abierto deseo.
Cuando Luis Enrique estuvo satisfecho y yo aún suspiraba agitada, encendió un cigarrillo, se vistió cuidadosamente, mientras yo, aún turbada, tomaba los billetes que él colocaba en el velador y rápidamente los guardaba en mi cartera. No se fue sin antes decirme:
–¡Adiós, muchas gracias por todo! ¡Nos veremos pronto!
Ocurrió tal como dijo. Fue a buscarme a la Disco muchas veces, durante años. Nuestra relación y nuestra amistad fueron creciendo; así como nuestras confidencias. Varias veces me planteó que cuando quedara solo, es decir, cuando muriera su hermana solterona, quería que me fuera a vivir con él. Aún nos vemos, y lo que nunca ha cambiado en nuestra relación es la forma de hacer el amor. Conversamos mucho y yo recibo siempre la plata que él deja en el velador del cuarto donde nos acostamos, aunque en los últimos años a veces solo me preocupo de acariciarlo y de escucharlo. Su edad le ha pasado la cuenta en el plano sexual y su potencia viril ha ido disminuyendo. Le cuesta excitarse y a veces simplemente se conforma con que yo le dé un buen masaje a su cuerpo cansado.
Читать дальшеИнтервал:
Закладка:
Похожие книги на «Nunca me confieso»
Представляем Вашему вниманию похожие книги на «Nunca me confieso» списком для выбора. Мы отобрали схожую по названию и смыслу литературу в надежде предоставить читателям больше вариантов отыскать новые, интересные, ещё непрочитанные произведения.
Обсуждение, отзывы о книге «Nunca me confieso» и просто собственные мнения читателей. Оставьте ваши комментарии, напишите, что Вы думаете о произведении, его смысле или главных героях. Укажите что конкретно понравилось, а что нет, и почему Вы так считаете.