A propósito de testigos, Leopoldo Luis hace que ese personaje de relleno o auxiliar en la corte arquetípica del género adquiera protagonismo y propicie un curioso enigma trocado, en “El último jonrón”. Y “La muerte de Lucas” (Lázaro Alfonso Díaz Cala) se recompone desde una perspectiva coral, con el surtido observatorio de la gente de pueblo.
Murga y Lunar agregan un punto final: “6. La libertad creativa”, para advertir que “la mayoría de los autores del nuevo relato policial cubano no están encasillados como autores del género policial”.
Al respecto, baste decir que en Isla en negro , salvo a Pérez Valero (ícono inaugural de la vertiente cubana) y Lorenzo Lunar (especialmente reconocido por el policía Leo Martín y la serie de novelas integrada por En vez de infierno encuentres gloria , ¿Dónde estás corazón?, Nitro/Press ), al resto no se les identifica en particular como escritores policiacos. Hay algunos que, incluso, han sido encuadrados ya dentro de corrientes genéricas como la ciencia ficción, la literatura para niños y jóvenes o el realismo a secas; en tanto a otros se les percibe como creadores de signo ecléctico.
VII. Si tanto se ajustan los textos literarios de Isla en negro a los requisitos del Nuevo Cuento Policial Cubano —podría cuestionarse un lector de este volumen—, ¿por qué, en cambio, los agruparon bajo el subtítulo solapado de “Historias de crimen y enigma”?
Una vez más, vayamos por partes, piden los compiladores y a seguidas explican:
1) Hay que recordar a Raymond Chandler y su demanda de fair play para el policiaco en un célebre decálogo [10]. Todo género supone una serie de convenciones (formales y de contenido, estructurales y dramatúrgicas, de ambientes y personajes), establecidas por el decantado de una tradición, y que en materia del policial [11]significa la presencia de un hecho delictivo y su cohorte de implicados: profesionales de la investigación y detectives por cuenta propia, asesinos y ladrones, testigos, juristas, peritos científicos, etcétera; bajo la condición de un enigma envuelto en una atmósfera de intriga y suspenso y resuelto con rigor deductivo. Estas reglas que predeterminan el acto creativo del escritor funcionan a la vez como pacto de honestidad con el lector interesado en el género.
De modo que, simplemente, Isla en negro buscó una solución tangencial para no exasperar al límite las expectativas de un lector convencional, más inflexible ante una propuesta de gato por liebre.
Pero vale aclarar que, en modo alguno, esta decisión es una conservadora defensa de formas tradicionales y una negación de las mutaciones del género. Hace tantísimo que la movida del policial superó su vertiente de resolución de un misterio hasta hacer énfasis hoy en los escenarios de la violencia; y ha desechado los mayores tabúes, como aquél de no involucrar bajo ningún concepto elementos fantásticos.
En la actualidad, el policial asimila sin trauma la fusión con lo futurista ( ¿Sueñan los androides con ovejas eléctricas? , Philip K. Dick), el terror ( Hannibal , Tomas Harris), la novela histórica ( El nombre de la rosa , Umberto Eco) y la especulación metafísica ( Trilogía de Nueva York , Paul Auster); o la presentación bajo uno solo de sus rasgos constitutivos (como demuestra el thriller , que exacerba el suspenso; o la llamada narcoliteratura, donde se acentúa la violencia); o su disolución como repertorio exclusivo de un gueto autoral para nutrir el prontuario temático y formal de los autores del mainstream (en Vice de Thomas Pynchon o Los detectives salvajes de Roberto Bolaño, por sólo mencionar dos ejemplos).
2) A la declaración anterior se le interpone, sin embargo, una reflexión que justifica la toma de distancia de Isla en negro en referencia a la tesis de Murga y Lunar sobre el Nuevo Cuento Policial Cubano como “fenómeno literario independiente”.
Porque ¿pueden establecerse las fronteras de una corriente o movimiento sin que haya un autor o autores de cabecera, un modelo propio y un rastro de continuadores (como sí ocurrió en el policial setentista)? ¿Sin que exista tampoco una suerte de “conciencia de clase” en que los creadores se registren como miembros de una legión específica? ¿Sin una visión programática, un proyecto de definición, en línea de continuidad o de ruptura, con respecto a los predecesores (como sí ocurrió en los 90)? ¿Sin organización en grupos ni espacios aglutinadores, ya sea informales o formales? ¿Sin sellos editoriales y concursos que los divulguen, absolutamente “desinstitucionalizados” (al contrario del viejo policial que tuvo a su disposición la colección Radar, de Letras Cubanas, luego la editorial Capitán San Luis, y ha gravitado alrededor del concurso Aniversario del Triunfo de la Revolución, convocado por el Ministerio del Interior)?
Los mismos compiladores de Confesiones revelan su búsqueda de “la aguja en el pajar”, ante la dispersión del policial cubano del siglo xxi. Y reconocen también la condición de “policiacos involuntarios” [12]de muchos de los autores recogidos en ese volumen.
VIII. Ahora donde dije Diego digo… porque Isla en negro va a defender la arriesgada etiqueta de Nuevo Cuento Policial Cubano, aunque desde otra perspectiva.
El acto del investigador literario, del crítico que ausculta el corpus de las obras de su momento actual (y no aquél que hurga en el canon, en lo ya establecido y delimitado, con el asidero de la “distancia histórica”), se tropieza con textos semilleros, con autores en camino a la maduración y conjuntos textuales emergentes, con procesos en movimiento. En tal sentido, más que consolidar cartografías en su repaso a la realidad literaria, ese investigador debe adoptar el rol de “descubridor” y ejecutar su lance clasificador no como comprobación de taxonomías hechas sino como verdadero “gesto fundante”.
Esto quiere decir que si el Nuevo Cuento Policial Cubano, en tanto atributo para cualificar la envoltura de determinados textos literarios del ámbito nacional, no existía antes de Confesiones y la jugada del binomio Murga-Lunar, ahora ya sí; y a partir de ese instante queda implementada una novedosa visa de entrada para la mirada crítica y su tan necesaria reorganización del panorama de la literatura cubana del momento. Y lo que es todavía más importante: la “nueva marca” sirve de acicate para un resurgimiento del policiaco nacional, en mejores condiciones para el autorreconocimiento del escritor y la estima del género.
A resultas de ello, Isla en ne gr o se confiesa como una compilación tributaria del sorpresivo acto fundacional de Confesiones .
IX. Dos años han bastado desde la publicación de Confesiones para que ya se haga manifiesta su dimensión no de gesto forzado o apresurado, sino oportuno e inaugural para la actualidad literaria de la isla.
La prueba mejor la obtuvieron por sí mismos Rebeca y Lorenzo, quienes convocaron en 2012 a la primera edición del concurso nacional Fantoches para cuentos policiales y se presentaron 44 relatos aspirantes al premio. Los resultados fueron dados a conocer en La Piedra Lunar, librería que ellos gestionan de manera independiente, y en el marco de un evento nacional para el género al que nombraron Agosto [13]. Para 2013 ya lanzaron una segunda convocatoria de Fantoches.
Por su parte, la página digital Isliada [14]se planteó desde el inicio abrir una plaza promocional en Internet para el policial de factura nativa. La secuela, francamente inesperada, es que dos años después han conseguido colgar cerca de cincuenta textos del género, y que la sección policial constituye hoy la más amplia puerta de acceso de visitantes al sitio. Otra derivación importante es el interés declarado por académicos de Francia y los Estados Unidos, de traducir y publicar en sus países estas producciones del Nuevo Cuento Policial Cubano.
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