Escribir de Antequera es hacerlo de una de las ciudades con mayor patrimonio artístico de España y me quedo corto. Es la gran ciudad del barroco en lo que se refiere a la relación entre el espacio y el número de monumentos que adornan el casco histórico. Es para mí un placer y un honor escribir unas palabras para un libro muy importante para el conocimiento de la Semana Santa de la ciudad de la Peña de los Enamorados, tan vinculada a mi familia y que forma parte de mi educación sentimental y de mis mejores recuerdos de infancia.
Asistimos a una continuada producción bibliográfica de alto nivel sobre el patrimonio histórico de la ciudad y especialmente sobre lo que ya podemos llamar con propiedad el círculo artístico antequerano. Autores y obras son analizadas con rigor y muestran la importancia de Antequera en el conjunto de la Semana Santa andaluza.
Un aspecto que quiero destacar es el magnífico maridaje entre textos y fotografías. Se trata de un planteamiento editorial muy meditado que se ha convertido en un libro de gran belleza, tanto por continente como por contenido. En un libro de estas características, las magníficas fotos no son acompañamiento, son un discurso autónomo unido a los textos de investigación.
Se ha escrito sobre los modelos malagueños y sevillanos de la celebración pasionista. Con todos los elementos impresionistas que se quiera encontrar en la afirmación que sigue, es indudable que Antequera ha conservado unas características formales que la diferencian y le dan una personalidad definida y original. Baste citar el correr la Vega, la manera de llevar los tronos, las peculiaridades de estos, especialmente los de las vírgenes, y un conjunto de detalles en los que hay que incluir desde los lugares por donde discurren las procesiones hasta la gastronomía. No hay que olvidar que la Semana Santa es un discurso, una narración compleja, una celebración total, una suma de todos los sentidos que se ha ido decantando a través de los siglos.
La Semana Santa es un discurso didáctico por medio de imágenes, de esculturas policromadas que humanizan hasta el extremo las escenas de la tragedia, los momentos del sufrimiento de Jesús y los dolores de María. Poco hay de racional y casi todo de emocional en lo que se ha llamado teatro en la calle. Mover y conmover el ánimo, según el espíritu de Trento, es el objetivo. Se trata de provocar la adhesión absoluta en un ambiente propicio, especialmente el de la noche y las sombras. El libro ofrece una pluralidad de perspectivas que dan como resultado una comprensión total de la Semana Santa. No yerro si afirmo que se trata de una obra de referencia y de primer orden. Nueve capítulos forman la obra, todos a cargo de reconocidos especialistas. Después de la presentación de Francisco Ruiz Jiménez, actual presidente de la Agrupación de Hermandades y Cofradías de Semana Santa de Antequera, y de estas palabras, el primer trabajo es de mi querido José Escalante, que nos ofrece con su pericia habitual el marco histórico, el ámbito evolutivo en el que se desarrolla la celebración. Un bloque lo forma el universo artístico, empezando con el elemento clave, las imágenes, a cargo de mi colega Juan Antonio Sánchez López. Se destaca la extraordinaria calidad de las obras analizadas. Justa fama tiene la platería antequerana, que estudia mi estimado amigo Eduardo Nieto. Las artes suntuarias son elementos con valor en sí mismo y que también deben interpretarse en el conjunto, en su totalidad. Trata también Eduardo una aproximación al bordado como elemento esencial del aparato procesional.
El trono antequerano es una aportación de enorme belleza y originalidad. Todo en su estructura está al servicio de la imagen que lo preside, insisto que más en los de las vírgenes. La peana de carrete y el justo equilibrio de las proporciones le aportan un sello singular. Estudia su evolución Antonio Fernández Paradas. Un elemento muy característico son las capillas y capillas votivas, estudiadas por Sergio Ramírez. En paralelo con el universo artístico y derivado de él, se ofrece el universo simbólico, los otros códigos de comunicación, las otras formas de expresar el mensaje, que tienen una clara relación con manifestaciones muy arraigadas en el imaginario de la colectividad. Manuel J. Barón analiza las vegas, los personajes, los elementos diferenciadores y los cultos cuaresmales. De Carlos Ismael Álvarez y Rafael Gallardo es un capítulo sobre la heráldica, lenguaje que compendia historia y devoción.
De María Rosales y José Escalante son las perspectivas dedicadas al Pregón y a los carteles oficiales, las publicaciones. De María Eugenia Acedo es el apartado de la Semana Santa en la poesía. Estos apartados son más de recopilación documental. Los siguientes apartados tratan el grabado, la imagen gráfica, la música, todos elaborados por reconocidos especialistas. Mención especial merece el capítulo de los fondos documentales, reflejo de la evolución diacrónica de las corporaciones, de la mano de José Escalante.
Otro capítulo notable es el dedicado al aspecto sincrónico de la conmemoración secular. Otro notable conjunto de especialistas analizan, día a día, el momento presente de la semana sacra. La obra se cierra con el estudio de la Agrupación de Cofradías, por Juan Campos Rodríguez.
Estamos ante una obra necesaria, una obra que aborda con éxito la fiesta, en sentido total, más importante de Antequera. Como pregonero de la Semana Santa antequerana y de la Cofradía de los Estudiantes, me siento orgulloso y agradecido por tanto esfuerzo y por los magníficos resultados. No olvidemos que todo P.S.A.
[3] Aproximación histórica a la Semana Santa de Antequera
José Escalante Jiménez [Cronista Oficial de la Agrupación de Hermandades y Cofradías de Semana Santa]
Introducción
El Concilio de Trento recomienda la estación de penitencia pública. Además expone los beneficios que se derivan del culto a las imágenes, ya que aquellos que por cualquier causa no entrasen en las iglesias, al encontrarse con las imágenes en la calle, tendrían presente la Pasión de Cristo. Es indiscutible que Trento despertó en el pueblo un gran fervor religioso, influyendo sus doctrinas en la creación de cofradías, imágenes y desfiles procesionales.
El peso específico de las cofradías crecerá de forma considerable sobre todo a partir de la segunda mitad del siglo XVI que es cuando las hermandades penitenciales comienzan a proliferar en todas las ciudades y pueblos de Andalucía, siendo herederas en muchos casos de los antiguos gremios, de cuyo entorno derivarán muchas.
Las hermandades de Pasión realizarán al principio sus estaciones de penitencia sin tronos ni imágenes.
Serán las cofradías bajo la advocación de la Vera-Cruz, auspiciadas por los franciscanos, junto a las de la Virgen de la Soledad, las primeras hermandades que darán origen a la Semana Santa. En Andalucía, además se dará un especial desarrollo y contará con una gran devoción el culto a Jesús Nazareno.
Antequera no será ajena a esta tendencia y seguirá en el patrón general de su entorno, como seguidamente veremos.
Durante los siglos XVI y XVII, la sociedad antequerana no dejará de sufrir calamidades públicas, epidemias, terremotos, sequías, etc., que provocarán una inseguridad colectiva. Como consecuencia, se crea una angustia continua ante el problema de la muerte y la imposibilidad de comprender, por las estructuras mentales propias del ser humano, el problema del tránsito de la muerte.
Las cofradías, y más concretamente sus sagradas imágenes titulares, se erigirán en elementos garantizadores que tranquilicen este temor existencial. Este factor será determinante para comprender la evolución que sufrirán las cofradías durante los siglos posteriores.
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