V. LA PIRÁMIDE INVERTIDA: SINODALIDAD DEL PUEBLO DE DIOS EVANGELIZADOR
1. En conformidad con el Concilio Vaticano II, Francisco privilegia la noción ‘Pueblo de Dios’. Desde 1974, Jorge Bergoglio expresa que la Iglesia es el santo Pueblo fiel de Dios (EG 119).
La imagen de la Iglesia que más me gusta es la del santo Pueblo fiel de Dios. Es la definición que uso más y está tomada del número 12 de la Lumen gentium. La pertenencia a un pueblo tiene un fuerte valor teológico. Dios, en la historia de la salvación, ha salvado un pueblo. No existe una identidad plena sin pertenencia a un pueblo… El pueblo es sujeto. La Iglesia es el Pueblo de Dios en camino a través de la historia, con alegrías y dolores60.
2. Esta eclesiología se asocia a una línea de reflexión gestada en la comunidad teológica argentina61. La llamada «teología del pueblo» es un aporte original, aunque no agota nuestra teología. Ese nombre sintético es sugerente, pero puede ser simplificador si solo se emplea la palabra «pueblo» en sentido civil. Nuestra reflexión comprende dos sentidos análogos del término pueblo, uno eclesial y otro civil, con una desemejanza tan fuerte como su semejanza. Prefiero decir que Francisco asume, enriquece y universaliza la teología argentina del Pueblo de Dios, el/los pueblo/s y la pastoral popular, porque incluye una eclesiología del Pueblo de Dios, una teología de la sociedad, la cultura y la historia, y una teología pastoral, que considera la misión de la Iglesia a los pueblos y une la piedad popular con la opción por los pobres62. Sus grandes exponentes fueron Lucio Gera (1924-2012)63, y Rafael Tello (1917-2002), hoy estudiados en relación a Francisco64.
3. La gran novedad del pontificado de Francisco incluye la pequeña novedad de un primer conocimiento de esta teología. Con el Papa argentino la teología del Pueblo de Dios recupera el lugar central que le dio el Vaticano II y se desdibujó desde 1985 en documentos del magisterio. Francisco tiene una eclesiología del Pueblo de Dios y una teología del pueblo en los dos sentidos mencionados. Ambos aspectos están presentes en la exhortación Evangelii gaudium. El capítulo III se refiere a la Iglesia como el Pueblo de Dios peregrino en la historia y encarnado en las culturas (EG 115). El capítulo IV desarrolla principios que ayudan a construir la vida de los pueblos como comunidades históricas y configuran una cultura del encuentro (EG 217-237). En el Centenario de la Facultad de Teología de Buenos Aires él llamó a los teólogos a ser «hijos de su pueblo»65.
4. En 2015, en el Discurso en la Conmemoración del 50 Aniversario de la institución del Sínodo de los Obispos, Francisco se refirió a la sinodalidad como una «dimensión constitutiva de la Iglesia». La Iglesia sigue a Jesús, «el Camino, la Verdad y la Vida» (Jn 14,6). Es la comunidad «del Camino del Señor» (Hch 9,2; 18,25). Este caminar juntos alcanza algunos momentos culminantes cuando ellos se reúnen juntos para discernir la marcha evangelizadora bajo el impulso del Espíritu y la guía de los pastores. Las asambleas son tiempos y espacios privilegiados de comunión para descubrir el paso de Dios auscultando los nuevos signos de los tiempos. La reunión de Jerusalén (Hch 15,4-29) que resolvió la crisis judaizante se expresó con la fórmula: «El Espíritu Santo, y nosotros mismos, hemos decidido…» (Hch 15,28). En ella participaron, de forma diversa, «los apóstoles, los ancianos y la Iglesia entera» (Hch 15,22). Ella es el paradigma del discernimiento espiritual, comunitario y apostólico en la historia de la Iglesia. El Papa jesuita, en la escuela ignaciana, invita a discernir juntos la voluntad de Dios para seguir caminando.
5. Francisco propone una Iglesia sinodal empleando la imagen de una pirámide invertida.
La sinodalidad, como dimensión constitutiva de la Iglesia, nos ofrece el marco interpretativo más adecuado para comprender el mismo ministerio jerárquico… Jesús ha constituido la Iglesia poniendo en su cumbre al Colegio apostólico, en el que el apóstol Pedro es la «roca» (cf. Mt 16,18), aquel que debe «confirmar» a los hermanos en la fe (cf. Lc 22,32). Pero en esta Iglesia, como en una pirámide invertida, la cima se encuentra por debajo de la base66.
La pirámide invertida de la sinodalidad señala una forma de sentir, pensar y obrar en la Iglesia.
6. Esta inversión surge de la «revolución copernicana» producida por la constitución Lumen gentium. Al poner el capítulo segundo De Popolo Dei entre el primero, dedicado al misterio de la Iglesia, y el tercero, dedicado a su constitución jerárquica, introdujo una novedad doctrinal en la historia del magisterio y la teología. «Pueblo de Dios» designa el conjunto de los fieles cristianos, la Iglesia en la totalidad de sus miembros, el primado de la antropología cristiana. Afirma la igualdad bautismal fundamental de todos los miembros del Pueblo de Dios —previa a toda diversidad— por la inserción en el misterio de Cristo y la participación en su misión salvífica.
7. Francisco asume y repiensa el orden paradojal de la sinodalidad, según el cual la base del Pueblo de Dios es situada arriba, en la cúspide de la nueva figura piramidal, y el vértice petrino del ministerio apostólico se coloca abajo, dando un nuevo punto de apoyo. Este orden invertido mira el ministerio jerárquico —colegial y primacial— como servicio a la comunión del Pueblo de Dios. Ghislain Lafont hace una aguda observación sobre esta teología desarrollada por Francisco que vincula el primado del Amor de Dios y la primacía del Pueblo de Dios: «El orden sinodal es una manera de expresar el primado del Amor-Misericordia (de Dios) en el nivel de la Iglesia»67. Esta teo-lógica se expresa en las respectivas figuras del poliedro y la pirámide invertida.
8. Para el Papa una Iglesia sinodal implica renovar las instituciones que canalizan actitudes de escucha, diálogo, aprendizaje, iniciativa, recepción, intercambio, cooperación y participación. La doctrina del sensus fidei del Pueblo de Dios (LG 12), expresa el carácter de sujeto activo de los bautizados en el Espíritu de Cristo. La sinodalidad se expresa a nivel diocesano e interdiocesano en consejos, asambleas, sínodos, conferencias. A nivel de los procesos sinodales de la Iglesia entera procura integrar las voces del Pueblo de Dios, el Colegio Episcopal y el sucesor de Pedro.
Lo que el Señor nos pide, en cierto sentido, ya está todo contenido en la palabra «Sínodo». Caminar juntos —laicos, pastores, Obispo de Roma— es un concepto fácil de expresar con palabras, pero no es tan fácil ponerlo en práctica… Una Iglesia sinodal es una Iglesia de la escucha, con la conciencia de que escuchar «es más que oír» (EG 171). Es una escucha recíproca en la cual cada uno tiene algo que aprender. Pueblo fiel, colegio episcopal, Obispo de Roma: uno en escucha de los otros; y todos en escucha del Espíritu Santo, el «Espíritu de verdad» (Jn 14,17), para conocer lo que él «dice a las Iglesias» (Ap 2,7)68.
En esta dirección, en el presente año 2018 se conoce un nuevo documento de la Comisión Teológica Internacional dedicado a «La sinodalidad en la vida y la misión de la Iglesia».
VI. EL PARADIGMA: UNA REFORMA GUIADA POR LA CONVERSIÓN MISIONERA
1. Una reforma es un cambio hacia un estado mejor. Enseña Santo Tomás que las reformas buscan alcanzar una situación mejor: «in melius reformantur» (ST I, 45, 1, ad 1um). «Los cambios se especifican y dignifican no por su término ‘a quo’ sino por su término ‘ad quem’» (ad 2um).
2. Para Francisco la reforma es un proceso de conversión misionera —personal, comunitaria, pastoral, institucional— de todo el Pueblo de Dios y todos en el Pueblo de Dios. «La reforma de la Iglesia en salida misionera» (EG 17) se orienta a ser más plenamente «una Iglesia en salida» (EG 20-24). Las fórmulas «pastoral en conversión» (EG 25-33) o «conversión misionera» (EG 30) sintetizan la propuesta de Aparecida sobre conversión pastoral y renovación misionera (A 365-372).
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