En la actual frontera de la sociología cultural hay espacio para una voz latinoamericana. Invocando la articulación de una agenda latinoamericana de investigación en sociología cultural, no buscamos vislumbrar una vez más el establecimiento de la enésima franquicia regional de un paradigma con proyección global, cuya gramática queda irremediablemente diseñada para otro contexto. Dados los desafíos que la sociología cultural actualmente enfrenta, hay márgenes para un giro latinoamericano en la trayectoria global del programa fuerte. Toca a nosotros imaginarlo y dar pasos en esa dirección para realizarlo.
Un primer paso hacia la realización de una agenda
En este libro reunimos una primera ronda de contribuciones al programa fuerte en sociología cultural por parte de autores latinoamericanos con casos empíricos que se refieren a la realidad social mexicana, colombiana, cubana y ecuatoriana. 8Lo hemos imaginado como una primera etapa hacia la materialización de la agenda arriba mencionada en la que se abordará la diferencia cultural en procesos sociales específicos donde se traslapan y combinan narrativas, discursos e imágenes. Se analizan estos procesos en cuatro esferas de la vida social latinoamericana que a nuestro entender resultan centrales: el Estado, los medios de comunicación, la educación superior, y la acción de la vida cotidiana en el barrio, la comunidad religiosa o en escenarios de inseguridad.
Buscamos mostrar en este libro la ductilidad del programa fuerte en sociología cultural como lente analítico capaz de iluminar aspectos relevantes de fenómenos sociales muy diferentes a través de un amplio abanico de espacios institucionales. A eso se debe la variedad de los casos aquí incluidos. Por otro lado, consideramos que este aspecto es una de las razones por las que dicho lente se vuelve relevante para dar cuenta de las múltiples formas, canales y espacios mediante los cuales la cultura influye sobre la realidad social de nuestras sociedades latinoamericanas y no porque los temas y problemas de estudio incluidos en relación con México, Colombia, Cuba y Ecuador se repitan exactamente de la misma forma en otras partes de la región.
Respecto a la esfera del Estado se presentan sobre el caso mexicano los textos de Javier Arzuaga y Nelson Arteaga, y el de Javier Vázquez. El primero, “Batallas simbólicas del Estado en México: la disputa por el Zócalo y la ceremonia del Grito de Independencia”, analiza las narrativas en disputa entre el gobierno federal y el sindicato independiente de maestros en torno a la ocupación del Zócalo de la Ciudad de México con las que se exigía frenar la reforma educativa que impulsaba, en ese momento, el gobierno de la república. Arzuaga y Arteaga examinan cómo la toma del Zócalo fue relevante por tratarse del centro político nacional y de un espacio estratégico simbólico para plantear demandas políticas y sociales. La lucha contra la reforma educativa adquirió el carácter de una pugna por ese centro simbólico que terminó con el desalojo violento de los sindicalistas y con la ocupación inmediata por militantes del Partido Revolucionario Institucional (PRI) cuando la fecha de la celebración de la independencia se acercaba. Se analiza cómo el conflicto fue decodificado por los medios de comunicación y la definición que estos hicieron de un campo de batalla simbólico en torno al conflicto, así como la importancia que adquirió en términos tanto del estatus del Grito de Independencia como performance, como para el proyecto político de restauración autoritaria que impulsó el gobierno de Enrique Peña Nieto.
Por otro lado, Javier Vázquez, en “Límites del conflicto en el discurso nacionalista mexicano: el caso de los primeros libros de texto gratuitos (1960-1962)”, analiza el conflicto que generó la publicación y distribución de los primeros libros de texto gratuitos. El autor examina cómo ciertos grupos conservadores encabezados, entre otros, por la Unión Nacional de Padres de Familia (UNPF), se opusieron a lo que consideraban la imposición de un libro de texto único en la educación primaria. El análisis de este tipo de conflictos permite observar el funcionamiento cotidiano del régimen respaldado a través de ciertos performances como las capacidades de movilización de algunos sectores de la población frente a ellos. Es un capítulo que reconstruye el código del nacionalismo en el régimen priista y en el México de mediados del siglo XX, el cual se caracterizó por la fuerte presencia de códigos corporativo-patrimonialistas. El capítulo permite observar cómo el conflicto alrededor de los libros de texto gratuitos obligó al Estado a enfrentar y generar nuevos performances para reencauzar el conflicto social.
Con relación a los medios de comunicación, este libro presenta dos contribuciones. Una que se enfoca en los nuevos medios de comunicación que permiten performativizar la protesta política en tiempos del siglo XXI, y otra en los medios de comunicación impresos del siglo XIX. En la primera, “El pasado revolucionario como dilema ético para la joven generación política cubana”, Liliana Martínez analiza cómo la joven generación de cubanos interesados en participar en la política isleña, desde una posición ideológica revolucionaria, enfrenta el dilema ético de eludir, negar o asumir el pasado revolucionario como parte de la herencia de sus proyectos y su actuar político y social, presente y futuro. Para ello el capítulo estudia la crítica, representación y enjuiciamiento de la política de estigmatización, exclusión y censura denominada quinquenio gris en la bitácora digital La Joven Cuba —creada en 2010 por profesores de la Universidad de Matanzas, miembros activos de la Unión de Jóvenes Comunistas (UJC)—, con la intención de develar cómo se instala este performance en el blog y si logra o no conferir autenticidad al proyecto ético revolucionario de la joven generación política cubana vinculada a la emergente esfera civil digital isleña.
Por su parte, Santiago Carassale, en “La risa como arma política: Don Simplicio y la gráfica satírica en México en el siglo XIX”, analiza la emergencia de la gráfica satírica mexicana como medio de comunicación icónica, a mediados del siglo XIX en la recién instituida república. El uso público de la risa en la contienda política por medio de la gráfica satírica (Don Simplicio), se concibe en este capítulo como una expresión que condensa la construcción de una nueva audiencia ciudadana representada en la figura “de los simples”, a través de la aparición de formas de expresión pública secreta que se cristaliza en el panfleto. Este último, un medio de comunicación política impresa que hasta poco años antes había sido censurada por las distintas autoridades gubernamentales. La comunicación que estos panfletos construyeron generó y robusteció la presencia de una audiencia que se reconocía como ciudadanos capaces de realizar una crítica a la política y sus políticos por medio de expresiones gráficas satíricas, produciendo con ello mecanismos de comunicación que empalmaban la escritura y la definición visual de la representación del Estado y sus gobernante como auditiva, al transmitir dicha información por la vía oral. Así, la gráfica satírica se constituyó desde entonces en un marco para la disputa política por el poder en México.
La tercera esfera de análisis está dedicada a la educación universitaria y se compone del capítulo de Carlo Tognato, “Conversaciones de paz en las universidades: performances de la transición en Colombia”, y de “‘Suspendidas por falta de calidad’. El drama social y las nuevas relaciones entre universidad y sociedad en el Ecuador contemporáneo”, de Matías Milia. Tognato examina cómo los procesos de transición como los que vive Colombia en la actualidad demandan la creación de nuevas ritualidades públicas. Tomando como escenario las universidades colombianas, en particular la Universidad Nacional de Colombia, el autor estudia el ejercicio de las “conversaciones de paz” llevadas a cabo en el marco de diversos conversatorios sobre el significado de “Decir adiós a la guerra en las universidades colombianas”. Dichos conversatorios, en los que participaron miembros de universidades privadas y públicas de Colombia, fueron organizados por el propio autor como un medio para establecer una intervención pública desde la sociología cultural. Este ejercicio permitió a Tognato detectar las huellas incipientes de posibles dramaturgias y performances emergentes de la transición que, durante los próximos años, podrían sentar la pauta para dramas sociales de la transición aptos para estabilizar a Colombia en la nueva etapa de posacuerdos. Al mismo tiempo, el capítulo no duda en advertir sobre los dilemas, desafíos, dificultades y oportunidades inherentes en los performances de la transición que se han alcanzado a llevar a cabo en las “conversaciones de paz”.
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