Nivedita Menones profesora de Pensamiento Político en la Jawaharlal Nehru University, en Delhi. Entre sus libros previos se destacan Recovering Subversion: Feminist Politics Beyond the Law (2004), la compilación Sexualities (2007) y Power and Contestation: India after 1989 (2007), en coautoría con Aditya Nigam. Es una de las cofundadoras del blog kafila.online, en el que es una comentarista activa. Ha traducido textos de ficción y no ficción, del hindi y el malayo al inglés y del malayo al hindi. Está activamente involucrada en los movimientos ciudadanos y democráticos de la India.
Fotografía: Mukul Dube
Nivedita Menon
Traducción de Tamara Tenenbaum
Autora Nivedita Menon
Traducción Tamara Tenenbaum
Corrección Gemma Deza Guil y Sonia Berger
Diseño de colección Rosa Llop
Imagen de cubierta Anita Dube
Producción del ePub Bookwire
Edición consonni
C/ Conde Mirasol 13-LJ1D
48003 Bilbao
www.consonni.org
Primera edición en español:
octubre de 2020, Bilbao
eISBN: 978-84-16205-62-2
Esta obra está sujeta a la licencia Creative Commons CC Reconocimiento-NoComercial-SinObraDerivada 4.0 Internacional CC BY-NC-ND 4.0. Los textos, edición, traducciones e imágenes pertenecen a sus autoras/es.
Edición original en inglés, Zubaan Books y Penguin Books India, 2012, Nivedita Menon, Seeing Like A Feminist
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consonnies una editorial con un espacio cultural independiente en el barrio bilbaíno de San Francisco. Desde 1996 producimos cultura crítica y en la actualidad apostamos por la palabra escrita y también susurrada, oída, silenciada, declamada; la palabra hecha acción, hecha cuerpo. Desde el campo expandido del arte, la literatura, la radio y la educación, ambicionamos afectar el mundo que habitamos y afectarnos por él.
Introducción
Familia
Cuerpo
Deseo
Violencia sexual
Feministas y «mujeres»
¿Víctimas o agentes?
Conclusión
Notas
Bibliografía
Agradecimientos
¿Han oído hablar alguna vez del «maquillaje natural»?
Consiste en esto:
«El objetivo del maquillaje natural es que tu piel luzca un aspecto fresco y resplandeciente, sin que se note que llevas maquillaje. Lo único que necesitas es un delineador de ojos, máscara de pestañas, un lápiz labial nude y un colorete que resalte tus mejillas y le dé a tu piel un brillo que parezca natural» 1.
En suma, el maquillaje natural consiste en pasar horas pintándote la cara para que parezca que no te la has tocado.
El mantenimiento del orden social se parece bastante a eso. Requiere la realización fiel de un conjunto de rituales prescritos una y otra vez a lo largo de la vida. Existen complejas redes de reproducción cultural dedicadas a este único propósito. Pero, en última instancia, el objetivo de esta incesante actividad es producir el efecto de una naturalidad intacta.
Sin embargo, cuando una «ve» el mundo como una feminista, con la mirada de una feminista, la sensación es como la de activar la función «Mostrar formato» en Microsoft Word. Lo que se muestra es el arduo y complejo formateo que sucede debajo de una superficie que se veía tersa y completa.
¿A qué llamo feminismo? Una perspectiva feminista reconoce que la organización jerárquica del mundo en torno al género es clave para el mantenimiento del orden social, que vivir vidas marcadas como «masculinas» o «femeninas» es vivir realidades diferentes. Pero, al mismo tiempo, ser feminista es imaginarse ocupando la posición marginal y relativamente desempoderada con referencia a todos y cada uno de los marcos de dominación que engullen el espacio central. Por ejemplo, cualquier lectora potencial de este libro está en una posición de cierto poder en relación con los varones de clase trabajadora con los que interactúa en su vida diaria —el conductor de rickshaw , el conserje, el sirviente doméstico—; y si es una mujer hindú de la casta superior en India, o una norteamericana blanca en cualquier parte, ocupará una posición de más poder que cualquier varón que no lo sea. A la vez, esta mujer experimentaría una falta de poder relativa por el hecho de ser mujer si se encontrara con un varón en posición de atacarla sexualmente, más allá de su clase o casta; o al comparar sus opciones de vida y autonomía con las de un varón de su misma clase. Huelga decir que no solo las «mujeres» pueden adoptar el feminismo como una perspectiva política y una forma de vida, pero los varones que elijan hacerlo deben posicionarse en contra de los privilegios que de otra manera podrían haber dado por sentados.
Por consiguiente, el feminismo no va de varones y mujeres individuales, sino de entender los modos en que «varones» y «mujeres» se producen e insertan en patriarcados que cambian de forma en cada época y cada lugar. El título de mi libro está inspirado en Seeing like a State («Ver como el Estado») de James Scott, pero hay una diferencia crucial en el modo en que el verbo «ver» funciona en su caso y en el mío. Scott utiliza la metáfora de la vista para hablar de las maneras en que un Estado moderno hace legibles prácticas heterogéneas con el fin de controlarlas. Así, la «vista» del Estado está investida de un poder enorme, porque cuando el Estado «ve» una identidad está haciendo «real» esa identidad: al «ver», el Estado simultáneamente ordena la sociedad. Por el contrario, cuando alguien que es feminista «ve» desde la posición de marginalidad que ha decidido deliberadamente ocupar, esa mirada representa un gesto de subversión hacia el poder; desorganiza y desordena el marco establecido, se resiste a la homogeneización y abre múltiples posibilidades en lugar de cerrarlas.
Ser feminista no es solo entender que en distintos lugares y épocas fraguan identidades diferentes (localizadas jerárquicamente como dominantes o subordinadas), sino también tener una conciencia particular del proceso de generización ( gendering ). Por «generización» entiendo las maneras en las que las personas se producen como varones y mujeres «adecuados» a través de reglas y regulaciones de distinta índole, algunas que interiorizamos y otras que cumplimos a fuerza de violencia. Ser feminista es reconocer que, además de la injusticia derivada del género, existen múltiples desigualdades estructurales que subyacen al orden social, creer que el cambio es posible y trabajar por él en todos los niveles. El feminismo no es una organización a la que nos inscribimos formalmente, y no puede identificarse nunca con los logros aislados de mujeres individuales. Ser feminista es sentirse parte de la historia de la que somos producto; es insertarse en dos siglos de narrativas densas e intrincadas de luchas y celebraciones que trascienden las fronteras nacionales; escuchar los versos de las canciones de rabia y de pena y de militancia en mil lenguas; recordar a nuestras heroínas, a las mujeres que nos precedieron, y, sobre todo, experimentar un enorme sentido de la responsabilidad de continuar su tarea.
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