Rubén Vélez - A esa fea no se le abre la puerta

Здесь есть возможность читать онлайн «Rubén Vélez - A esa fea no se le abre la puerta» — ознакомительный отрывок электронной книги совершенно бесплатно, а после прочтения отрывка купить полную версию. В некоторых случаях можно слушать аудио, скачать через торрент в формате fb2 и присутствует краткое содержание. Жанр: unrecognised, на испанском языке. Описание произведения, (предисловие) а так же отзывы посетителей доступны на портале библиотеки ЛибКат.

A esa fea no se le abre la puerta: краткое содержание, описание и аннотация

Предлагаем к чтению аннотацию, описание, краткое содержание или предисловие (зависит от того, что написал сам автор книги «A esa fea no se le abre la puerta»). Если вы не нашли необходимую информацию о книге — напишите в комментариях, мы постараемся отыскать её.

155 piezas conforman este rompecabezas sobre el paso del tiempo y la acechanza de la muerte. Con una prosa agradable el autor va uniendo las piezas que retratan las vidas de ancianos ricos e inmortales, los viajes por el tiempo a sitios significativos: las fincas de vacaciones de colegial, las estancias en Salgar o Barichara, una cuadra de la calle 41 de Medellín, la Universidad de Antioquia, antros de aquí y allá y el barrio Chueca de Madrid. Se dibujan, además, en estas piezas, las sombras de personajes como Mao, Tirofijo o Pablo Escobar y las siluetas de seres ficticios como Madame Lucifer, mujer encantadora por extraña e intrusiva

A esa fea no se le abre la puerta — читать онлайн ознакомительный отрывок

Ниже представлен текст книги, разбитый по страницам. Система сохранения места последней прочитанной страницы, позволяет с удобством читать онлайн бесплатно книгу «A esa fea no se le abre la puerta», без необходимости каждый раз заново искать на чём Вы остановились. Поставьте закладку, и сможете в любой момент перейти на страницу, на которой закончили чтение.

Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Palabras de autoayuda en medio del desierto

Una gorra sin historia o el tema siempre vigente de la minoría de edad

Cuán verde es la tumba del revolucionario desconocido

No es necesario que cada bosque tenga una leyenda

Y de postre, la posibilidad de un abismo

Prefiero asilarme en la luna a vivir en un asilo

Mucho nos complace informar que el incomparable Jesús ha vuelto

¿Un picnic o una tarde en el futuro?

A la mujer barbada la exhiben en otra jaula

Rabia en Miami

Máquinas enamoradas a la luz de la luna de Miami

La realidad y el Gimnasio Hércules

Contratos sin letras pequeñas

Ante la tumba de un eterno deseoso

Susy no mordía

Carta de una máscara de ausente al Llanero Solitario

Cada peregrino con su espejismo

El Oculto

El llanto de los caballos persas

Cambio nube de incienso por libro incendiario

Viendo llover lo que nunca llovió en Macondo

Nuestro vano en La Habana

Ángeles somos y ay de los que no sean como nosotros

Sin noticias del héroe que salió bien librado de la isla de Circe

Enfrente de mi casa había una sucursal del Muro de Berlín

Cagajón por aquí, cagajón por allá

Serias medidas para borrar un símbolo de trescientos miedos

Mi parte de tártaro gana la partida

La intuición de Rubén Darío

Postal de Troya con un ay y dos trofeos

Mami, quiero ser un sex symbol

Un bocado de cardenal para el entrañable Tigre de Amalfi

Hijo de biblioteca sale rayado

Más juventud para Tutankamón

Viajes en una lambretta de 1961 junto a la palabra tuya

Lía Ochoa de Cadavid

A lo lejos se veía el mar que se queda con todas las máscaras

Relato en forma de alcancía

Sé tu propio ángel antes que sea demasiado tarde

El camino de la luz empieza en un garaje mal iluminado

Rita Roger

Ni agua ni guadaña

Vosotros, los que ya no sois, contratad a un buen reanimador

Fórmula casera para resucitar a medio mundo

Pasos de hombre y pasos de bestia

Afrodita y los bárbaros

El Oldsmobile no era para los malos caminos

Antinoo en el antro de los monstruos

Cumpleaños con una luz enceguecedora

Teoría monstruosa de la felicidad

La tía Luz en Marte y su sobrino menos aterrizado en un lugar inconfesable

El primer robot que dijo no

Una orgía con Sócrates

Planes para morir apuñalado en la primera casa

Vestirse de mujer para pasarla bien

Tantas fieras sueltas

No dejes la kriptonita en casa

¿Qué vamos a hacer con este cadáver?

Nunca serás feo

(Sergio Lillo, 1991-2016)

A quien todavía pueda interesarse seriamente por algo

Nada más que una de las tantas antesalas de la nada

Los balcones no son para coquetear con el vacío

Nueva consagración de la primavera

La voz que se parecía al desierto

A todos nos toca caer con Troya

Acerca de la fiera inexplicable que me arroja a la avenida 33

Digamos que apenas tres capas

Un selfie con la más influyente

El silencio es para los muertos

Toda palabra es palabrería

La muerte a la hora del té

¿Sabe “El enemigo de la muerte” para quién ha trabajado?

Vendrá la muerte y tendrás la mirada del príncipe Bolkonski

(2 de diciembre de 1805)

¿De qué va este nuevo libro sobre el abismo?

La flor del día no crece a la sombra de las palabras bonitas

El compañero de la alegre figura

Reseña biográfica

Colofón

Contraportada

Estos, Fabio, ¡ay dolor!, que ves ahora

campos de soledad, mustio collado,

fueron un tiempo Itálica famosa.

Rodrigo Caro, Canción a las ruinas de Itálica

Prólogo

(Acerca de algo que fue concluido un poco antes

de que el virus ese empezara a movernos el piso).

Se ha propuesto que el tiempo debe ser medido de una nueva manera: antes y después de la pandemia causada por el Coronavirus. Como esa propuesta tiene un sólido fundamento, he decidido seguirla a rajatabla. Un año antes del año primero de la época del Covid-19, terminé un rompecabezas de 155 piezas sobre el paso del tiempo y la acechanza de la muerte, nuestra otra sombra, eso que los poetas y los filósofos abrazan a menudo para proveerse de trascendencia, y no se vuelven trascendentales, sino crípticos, imposibles. Por la mayoría de esas piezas se pasean varios viejos que nunca se mueren. La más fea los visita y los estudia de arriba abajo. Pero no les toca ni un pelo. No se los lleva, como si les tuviera asco. Esa repulsión ya nos parece inverosímil. Cuando daba la impresión de que la gente mayor, en particular, la rica, iba para inmortal, irrumpió un virus con corona, y, como los reyes de antes, empezó a hacer y deshacer a su arbitrio. Sobre todo, a deshacer. Entre otros asuntos, el espejismo de la eterna juventud. Fue como si la violencia le hubiera confiado a una neumonía el papel de partera de la historia (Marx, que no, que no es un cuento chino). Fue como si el Ángel de la Historia hubiera batido frenéticamente las alas. Walter Benjamin le habría dedicado a ese frenesí un ensayo tan enjundioso como intrincado. Él sabía mucho de ese ángel. Del cual saben muy poco los actuales reyes de la opinión. Quedarían mejor librados si no metieran ruido. Todo lo que ahora se dice y se escribe sobre lo que nos está pasando se ve insignificante y endeble al lado de la poderosa y mutante novela que empezó en China y ya transcurre en todas partes. La realidad número ٢٠٢٠ nos ha eximido de la fiebre de la escritura. No tiene sentido competir con un alma gemela de Tolstoi. Uno se conecta a un aparato y al instante recibe un alud de chistes (también se ha propagado el sentido del humor), de ciencia, de falsa ciencia, de imágenes milagrosas, de imágenes pornográficas (para no pocos destinatarios, las únicas de veras milagrosas, de veras vivificantes), de oraciones, de instrucciones, de profecías… El televisor y las llamadas telefónicas de algunos parientes y conocidos acaban de aturdirnos. Cuando nos libremos del aturdimiento, tal vez podamos escribir algo que valga la pena sobre el “apocalipsis” que ha alegrado a más de un pastor y a más de un eco-místico. Al Tolstoi nuestro de cada minuto, de cada segundo, le ha sobrado imaginación. Una cosa sin el don de la fotogenia, que empezó a propagarse por culpa de una bellaquería del partido comunista chino, se volvió el influencer número uno. Su Majestad el Rey Balón dejó de rodar. Las estrellas del fútbol y la música pop se eclipsaron. El charlatán que hablaba de una América todopoderosa se muestra inseguro y asustado. Esa América se tambalea. Asumimos que el otro, lleve o no tapabocas, es el Enemigo. Se anatemiza la vida gregaria. Se sueña con la vida de Robinson (a Viernes se le advierte que permanezca en la isla de enfrente).

Cuando nos hablan de Madrid, Roma, Nueva York y demás paraísos terrenales, nos cubrimos, horrorizados, la cara, y hacemos la señal del vade retro. Todos, hasta los niños y las mascotas, nos volvimos epidemiólogos en cuestión de días. Todos tuvimos que admitir que la muerte es alguien de la familia. Un viejo conocido que vive a una cuadra de mi apartamento me llamó para decirme, jubiloso, que “había podido atiborrarse de todo en el Price Smart”, y me aconsejó que siguiera cuanto antes su ejemplo. No me llamó para decirme que en la portería de su edificio me había dejado un rollo de papel higiénico. Como el señor Cosios, tal es el nombre del hombre más prevenido del país, ha sido un apóstol de las “virtudes negativas”, no me extrañó ese parte de victoria. Esperemos que esa estreñida criatura, a la que en otros tiempos invitaba a mis fiestas y paseos para que no cogiera musgo, salga de la cuarentena más virtuoso que nunca, sin una pizca de mierda y dispuesto a vaciar una y otra vez su supermercado favorito. Los apóstoles deben prevalecer hasta el fin de los tiempos. Ni hablar de la historia casi sagrada y la demasiado humana que se han entremezclado en torno a la cama donde murió y resucitó un hermano mío que se infectó en Madrid (con plata y sin herederos forzosos: ya se podrán imaginar la trama). Madrid, mamita mía, qué bien resistes los bombardeos. El Lázaro que no se bajaba de un avión es quien me ha facilitado la vida de perfecto inútil, la única que me convenía. La vida de “elemento útil” me habría convertido en un perfecto idiota. Hay tantos temas como virus en el aire. Pero yo cumplí con el maldito escritorio el año pasado, el último de la era cristiana. Viejos millonarios que nunca se mueren, como los que tienen una casa de verano en Barichara. Viajes a la deriva en la Máquina del Tiempo a algunos lugares que me marcaron, como Salgar, las fincas donde pasé las vacaciones de colegial, una cuadra de la calle ٤١ de Medellín, la Universidad de Antioquia, unos cuantos antros de aquí y del barrio Chueca de Madrid. Madrid, mamita mía, qué le hiciste a la omnívora China; qué, para que te hiciera semejante cochinada. Las sombras de Mao, Tirofijo y Pablo Escobar. Los bailes de máscaras de Madame Lucifer, heroína y antiheroína, el único personaje encantador de la única novela que he escrito. En añicos, qué le vamos a hacer: no tengo madera de novelista. El año pasado, que suena ya tan lejos, tan diferente. Amigo, siga pegado al Whatsapp, que ahí está el borrador de la literatura del futuro.

Читать дальше
Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Похожие книги на «A esa fea no se le abre la puerta»

Представляем Вашему вниманию похожие книги на «A esa fea no se le abre la puerta» списком для выбора. Мы отобрали схожую по названию и смыслу литературу в надежде предоставить читателям больше вариантов отыскать новые, интересные, ещё непрочитанные произведения.


Отзывы о книге «A esa fea no se le abre la puerta»

Обсуждение, отзывы о книге «A esa fea no se le abre la puerta» и просто собственные мнения читателей. Оставьте ваши комментарии, напишите, что Вы думаете о произведении, его смысле или главных героях. Укажите что конкретно понравилось, а что нет, и почему Вы так считаете.

x