Parc de Salut8, Barcelona
Sigue la misma fuente y decreta que la anorexia es definitivamente una enfermedad mental. Sin embargo, existen otras investigaciones que abogan por otras etiologías, como las causas biológicas o genéticas, a las que me referiré. Lo que me resulta imprudente es que sentencian una cronificación de «los casos que no responden» y pronostican una alta posibilidad de desenlace letal.
La anorexia es la enfermedad mental con más mortalidad y morbilidad. El 30 % de los casos se convierten en crónicos y no responden a ningún tratamiento y los enfermos presentan una alta tasa de suicidios.
Parc de Salut, Barcelona
Difícil visibilizar el tema de la autolisis, más si especialmente cuestiona el tratamiento. Vivimos una tristísima experiencia con el suicidio de una compañera ingresada en el mismo hospital donde mi hija seguía un tratamiento diurno, y el silenciamiento del suceso fue muy inquietante. Sentí una enorme desolación e impotencia, a la vez que la urgencia de tener una interlocución médica abierta y confiable. Durante los distintos episodios de ingreso también nos confrontamos con un episodio en el que mi hija atentó contra su vida, en el contexto de otra hospitalización que la sometía a un alto grado de presión. Sin duda, este supósito de correlación es muy difícil de demostrar y además el sistema médico no parece dispuesto a autoevaluarse ni a asumir responsabilidades. Me llama la atención que los informes médicos hablen de intento de autolisis como un fenómeno aislado, como un nuevo síntoma, sin hacer referencia a que el intento de suicidio no es un episodio inicial que motiva una primera intervención, sino que el impulso de inmolarse se produce después de meses o años de tratamiento psiquiátrico. Mientras analizo este delicadísimo tema, mi hija me aporta una reflexión refiriéndose a la psiquiatría como un «sistema podrido»: Últimamente pienso en lo que dicen los médicos para dar miedo: la anorexia es la enfermedad psiquiátrica con la tasa de mortalidad más alta de todas. Lo que no dicen es la segunda parte: la mayoría de muertes son por suicidio, no por falta de peso. ¿Quizá podría estar relacionado con cómo les hacen la vida imposible?
Si la llamada anorexia es la enfermedad mental con más alta mortalidad, procede reflexionar muy seriamente: ¿el suicidio surge de la misma enfermedad que se está tratando o sería una reacción desesperada para huir de un enorme sufrimiento al que no se le da esperanza, ante la voluntad contrariada de los médicos —es verdad, el paciente no desea curarse— y la inadecuada intervención terapéutica?
“THE QUILT OF HONOUR”. Parents for children’s mental health. Canada 20099.
Ante la amenaza del suicidio en personas que están en tratamiento: ¿cómo poder desbrozar el paso hacia el hilo con la vida? ¿Podemos evitar la presión en psiquiatría? ¿Podemos cuidar a las personas enfermas además de intentar curarlas? Quizá necesiten más validación, empatía, amor, respeto… ¿Podríamos procurar un poco más de humanidad en las unidades psiquiátricas?
Regresando a la lectura de más definiciones sobre esta enfermedad, se refiere una clara inclusión de términos como el interés «por el peso y la figura», «ideas culturales respecto a la salud y la belleza» o «ser perfeccionista», que quizá sean causas reales en determinadas personas diagnosticadas de anorexia. Se trataría del enfoque más popular que dice entender la anorexia como un trastorno de la conducta alimentaria, aunque su superficialidad resulta de alto riesgo para personas que están gravemente enfermas.
Otras definiciones ahondan en otros trastornos psiquiátricos, más consecuencia de ciertos tratamientos que la causa de la patología. Aunque más adelante profundizo en ciertas negligencia médicas, me urge solicitar que se frene el recurrente diagnóstico de depresión vinculado al de anorexia, pues sospechosamente el estado depresivo no fue un síntoma inicial sino que se diagnosticó tiempo después de haberse iniciado el tratamiento hospitalario.
Sigo encontrando más enfoques teóricos. Algunos observan desde la distancia y proponen causas difusas como «problemas alimentarios durante la primera infancia» —ahí surgiría la sombra materna—, causas genéticas, ambientales e incluso líneas totalmente novedosas como la investigada por la Dra. Laura Hill, de Ohio, que más adelante retomaré. Lo que es cierto, es que en todas las primeras definiciones de la enfermedad veo una fijación en el síntoma más evidente, lejos queda el concepto holístico de la medicina humana que refiere que la enfermedad se manifiesta en nuestras distintas dimensiones y requiere de un abordaje integral. Síntomas físicos —adelgazamiento, conducta alimentaria— se funden con síntomas psicoemocionales como el miedo o la ansiedad o inquietudes aún más intangibles, tales como cuestiones sobre culpabilidad o desintegración. Se van añadiendo las consecuencias de necesidades sociales como la atención continuada y la reorganización del día a día en una enfermedad interminable. Lamentablemente, esta medicina centrada en el ser humano resultó muy ausente en nuestra experiencia.
En la mayoría de las definiciones consultadas, la explicación es cerrada y resolutiva en torno a la confusión de los síntomas con la causa y defienden una propuesta terapéutica convencida. Escasean las referencias a que la anorexia aún es una enfermedad enigmática sin explicación definitiva y que, por ende, su intervención terapéutica es bien revisable. En los numerosísimos estudios que apuntan a las posibles causas de esta enfermedad, solo algunos no se focalizan exclusivamente en sus síntomas más obvios.
El sondeo por las definiciones de la enfermedad me revela cierto halo de incomprensión de la misma. Observo líneas de investigación que postulan premisas muy distintas y que de entrada acotan la definición de la enfermedad, y así sus causas y tratamiento. Por el momento, me surge la urgencia de atender y no maltratar a un ser muy frágil y fragmentado, que se está desmoronando. Es importantísimo entender su sufrimiento general y en especial el que también pueda surgir de la sensación de perder su valía al identificarse con su cuerpo, que además efectivamente percibe de forma distorsionada. Como asegura Eckhart Tolle10 refiriéndose a la persona que padece la enfermedad llamada anorexia: «Ya no ve su cuerpo. Lo único que ve es el concepto mental de su cuerpo». Su percepción estaría totalmente dominada por su identificación con la mente, una distorsión que, según Tolle, supondría «la intensificación de la disfunción del ego»: «Si la paciente pudiera mirar su cuerpo sin que interfirieran los juicios de su mente, o al menos reconocer esos juicios como lo que son en lugar de creer en ellos —o mejor aún, si pudiera sentir su cuerpo desde dentro—, eso iniciaría su curación».
Una definición de gran valor para mí es la expresada recientemente por mi hija: «La anorexia es un síntoma, significa simplemente “negación a comer”. Es como decir fiebre, no quiere decir nada por sí misma. Y no existe una razón, cada persona enferma ha llegado a la anorexia de una manera diferente, no se puede encasillar ni etiquetar como tanto les gusta a los psiquiatras. Mi experiencia no tiene nada que ver con la de nadie más, y no tengo la clave para nada. Está claro que el sistema no te da el espacio físico, mental, emocional ni espiritual para hacer un cambio, aun así no hay una receta universal de transformación. Cada uno lidia con sus propios dragones». Sin duda esta reflexión está refrendada por la autoridad de quien conoce muy bien la llamada anorexia. Interpela al respeto, a la humildad y a ser más consciente de que estamos hablando de una afección aún incomprensible.
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