Al entrar en una habitación colindante se dio de bruces con la razón de que aquella verja de celosía de la tienda estuviera bajada. Un sentimiento de pesar recorrió la cabeza de Rigel pues el cuerpo inerte de Acrux Deneb yacía en un camastro. No parecía respirar. Las esperanzas de un primer éxito de iKos parecían esfumarse.
18
Valencia, año 1324
Guzmán de Losada siempre había sido el hermano díscolo de la familia. Demasiadas ocasiones había recurrido a su hermano para evitar las consecuencias de sus actos y de su afición al alcohol. Pero esta vez había sido demasiado. En estado absolutamente ebrio había desafiado las huestes reales a su paso por Valencia e incluso había soliviantado a la bella aspirante a princesa, Leonor de Sicilia, cuando se disponía a presentarse ante don Pedro el Ceremonioso. Algo más de seis hombres habían hecho falta para tumbar a uno de los antiguos caballeros más fuertes de la región, y quizá hubiera sido necesario alguno más si su estado no hubiera sido tan etílicamente calamitoso. Pero la muerte desgraciada de un guardia real había sido su sentencia. Ni siquiera las buenas dotes diplomáticas de su hermano ni sus inmejorables relaciones le habían permitido evitar inaugurar la celda que recientemente se había creado en uno de los lugares más emblemáticos de la ciudad de Valencia. Las recién estrenadas torres de Serranos serían su destino durante algo más de cinco años si nada lo impedía. Guzmán y Diego mantenían una relación lejana pero cordial. Desde que Guzmán había enviudado hacía algo más de un año, nada le hacía sentar la cabeza, sumiéndole en un estado de continua euforia de alcohol, y desatendiendo las necesidades de una hija de dos años, que vivía en la casa de su tío. Diego de Losada se había erigido como el padre virtual de la pequeña Isabel desde que su padre parecía haber perdido el tino y la templanza que años antes le habían hecho convertirse en el guerrero más valeroso y laureado de las tropas del rey Alfonso IV.
Precisamente la última batalla que libró había sido el origen de su desgracia, pues, aunque había triunfado como de costumbre en el campo de batalla, su vuelta a casa le había hecho comprender el horrible sabor de la palabra venganza cuando algunos soldados itinerantes de las tropas enemigas habían aprovechado la desesperación de la derrota para dar un último zarpazo a las tropas del rey Alfonso incendiando algunas de las casas de las aldeas rivales. Su mujer y la pequeña Leonor, de tan solo dos meses habían muerto asfixiadas sin que nadie pudiera hacer nada por ellas. Tan solo Isabel, había conseguido salvar su vida cuando a gatas había llamado la atención de una vecina. El golpe había sido letal para Guzmán, que desde entonces ya no encontraba razón alguna para poner su vida en peligro por una estirpe que nunca le devolvería lo que perdió.
Diego era comprensivo con su hermano, y trataba a su sobrina como si de su hija se tratara, intentando dulcificar la figura de su padre, que tras el tremendo trauma de tener que recoger los cuerpos sin vida de su mujer y su pequeña hija no había conseguido recuperar la cordura pareciendo un alma en pena errante y deschavetada. La afrenta real solo podía ser enmendada o perdonada por el mismo Rey y los tentáculos de Diego no llegaban tan lejos. Lo había intentado, pero en el noble arte de la diplomacia, don Diego de Losada sabía bien que un paso mal dado y una palabra de más podía suponer rápidamente la pérdida de varios cargamentos de su mercancía. Subir a una montaña cuesta horas, bajarla, si caes, apenas unos segundos... Decía continuamente para sus adentros. La frialdad y la templanza eran las piedras guía sobre las que edificaba una forma de actuar que permitía asegurar los pasos con los que avanzaba sin que su vida se deshiciera, como lo había hecho la de su hermano Guzmán a causa del odio y la maldad humana.
Capítulo 4
19
Valencia, marzo de 2022
Seguir a Rigel había sido sencillo, pero esa periodista metomentodo ya había hecho su papel, y su oficio y carácter eran una seria amenaza para la patente y los derechos de Minius Labs en KOS. Los escrúpulos no eran precisamente la cualidad más destacada de Bootes Sagitta y sabía que una deuda que Etamin Mintaka tuviera con él, podía ser el camino perfecto para obtener un alto cargo en la nueva Mintaka Labs. Esa niñata no iba a ser impedimento para que los aires de grandeza de aquel hombre se hicieran realidad. Un accidente fortuito sería sencillo de provocar en una aficionada a los deportes de riesgo. Se encargaría él mismo. Era un trabajo minucioso que estaba acostumbrado a realizar.
El acceso a su ordenador había sido sencillo, ya que ella misma se conectaba a través de aplicaciones de control remoto, y bastó un simple escaneo de su red wifi para conseguir las credenciales que le otorgaran acceso ilimitado a ese viejo portátil. Instalar un agente de información sensible le costó algo así como veinticinco segundos, y era suficiente para saber si aquella Venus Hadar era o no alguien por la que preocuparse... Y resultó ser que sí. Sus pesquisas habían sido un éxito y espiar los movimientos de Rigel había demostrado que se estaba ocultando y procesando información fuera del entorno cerrado de KOS y Minius Labs. En definitiva, se estaba saboteando información. En el particular juicio de la mente de Sagitta la sentencia estaba dictada. Rigel aguantaría mientras fuera necesario, pero a esa estúpida ya le había llegado la hora.
El sabotaje de un soplador o un arnés no le llevaría mucho tiempo y culminaría una acción magistral que evitaría que nada saliera de donde nunca debió salir. Hacer desaparecer a Rigel sería más complicado ya que se había erigido como figura más mediática, y sus actividades de mayor riesgo eran sus diarias carreras por el Turia de sus amores. Ya buscaría otro método menos fortuito, pero igual de efectivo, que el que había pensado para Venus cuando llegara el caso. Además, sus conocidos encontronazos con la alta dirección de Mintaka Labs podría poner en una situación complicada al propio Bootes Sagitta y a su jefe, el todopoderoso Etamin Mintaka, en caso de cometer algún error, por lo que había que organizarse bien.
20
Valencia, marzo de 2022
Venus intuía que aquel reciente reportaje sobre el envío de señales a los centros nerviosos con aquel extraño artilugio '...u234’, debía tener algo que ver con las cosas que le habían pasado últimamente, pero lo cierto es que no encontraba ninguna relación. Había cubierto muchos reportajes de corte científico en los últimos tiempos, prácticamente un par a la semana, y lógicamente se había entrevistado con casi un centenar de personas de distintas empresas solo en este último año.
La natural simpatía de Venus le había hecho congeniar con muchas de ellas, con otras no tanto, pero nunca había llegado a ser tan violenta que derivara en posteriores amenazas o similares. Comenzó con búsquedas que pensaba arrojarían información en su agenda digital pero lo que encontraba era una continua sucesión de resultados inconexos, que no hacían más que marearla más de lo que ya estaba. Después decidió organizar los artículos ordenados por las etiquetas con las que solía clasificar la temática de los reportajes.
Tras repasar varios asuntos llegó a la entrevista con aquel atractivo científico que lideraba ese extraño proyecto KOS. Hacía ya un año de aquello, y prácticamente había olvidado los detalles de la entrevista. Pero gracias a que tenía una memoria de pez, solía acompañar la información de su almanaque con imágenes que casi nunca eran publicadas, pero que le servían para recuperar los detalles que de alguna forma quería conservar de cada encuentro. Así, recordó aquella tarde junto a la estación hablando de algo más de lo que una entrevista profesional debía propiciar. Aquel chico le había causado una sana admiración. Su carácter tímido inicial se había tornado, tras un par de horas de conversación, en un pozo de sorpresas.
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