—Antes de que continúe, ha de saber que mi hermano perdió un poco la cordura con el trauma que vivió. Para él su hija Isabel también murió en el cruel incendio al que sometieron la aldea. Y, además, creo que conociéndole será imposible mantenerlo en un convento. Pero prosiga, mi hermano sin duda merece mejor suerte, pero no termino de entender en qué les puedo ayudar.
—Lo del convento sería solo una corta temporada. En poco tiempo podría ayudarnos en la construcción de la catedral. Allí su fortaleza y conocimientos en cantería nos vendrán de perlas. Estamos cerrando el transepto7 de la Catedral y la generación de una nueva puerta necesitará de los mejores picapedreros de la zona. Su hermano conoce el oficio y sería de gran ayuda. Sinceramente creo que será una salida adecuada para restaurar el buen nombre de los Losada.
—Y bien, ¿qué quieren de mí?, suponiendo que mi hermano sentara la cabeza de una forma razonable.
—Verás, dinero y poder parecen ser malos amigos de la honestidad y la decencia. Nuestra iglesia cristiana ha creado numerosas órdenes con el fin de defender las causas más nobles y honradas, pero siempre, una tras otra, han ido degenerando a medida que conseguían los medios necesarios para cumplir sus fines, pues los medios suponían poder, y el poder llevaba inequívocamente a la tentación y, en definitiva, a la corrupción de la idea con la que aquéllas nacían. El último caso ya lo puedes ver en el Temple, recién desaparecida con todo el poder que amasó. Nosotros no queremos repetir los mismos errores...
—¿Me está diciendo que han fundado una orden religiosa?... Yo no soy hombre de culto.
—No. Le estoy diciendo precisamente lo contrario. Tenemos algo de mucho valor que no queremos poner en manos de los habituales custodios, no solo porque hayan demostrado sobradamente su ineptitud para su amparo, sino porque el valor de nuestro bien no es algo que se cuente ni con dinero ni con diamantes. Precisamente quien nos hizo depositarios de su custodia nos alentó para ser muy cautelosos en la búsqueda de las personas que debían protegerlo. No quieren cruzados ni templarios, quieren hombres honestos que no se dejen comprar como mercenarios. Su carácter laico es una cualidad buscada, no una casualidad.
—¿Y de qué objeto estamos hablando que requiera de tanto secreto?
—Eso es lo que no puedo decirle sin tener el compromiso de que mantendrá dicho secreto con su vida. Este es un camino sin retorno. Si decide tomarlo, no hay marcha atrás. ¿entiende lo que le digo?
24
Valencia, marzo de 2022
Venus había aprendido a saber estar sola en las situaciones más particulares. Incluso en las más extremas, había demostrado su independencia, manteniendo tranquilidad y una asombrosa serenidad, como cuando protagonizaron el rescate de un compañero en la cima del K28. Una experiencia que se había grabado a fuego en su memoria y que le había forjado un carácter a prueba de incendios. Pese a su juventud, su determinación había salvado la vida de un montañero amigo gracias a la templanza en su actuación, y al gobierno de unos nervios que le habían enseñado a no precipitarse en los momentos más críticos. Bien aprendió que en los instantes clave, las decisiones oportunas desnivelan la balanza de la vida hacia el lado correcto.
De bien joven acostumbraba a viajar sola en su bicicleta a destinos extravagantes y alternaba sus aventuras de escalada con vuelos en parapente. Pero aquella aventura era demasiado. Había caído al fondo de la sima de la gruta de los olvidos y, aunque había recobrado el conocimiento, no sabía cuánto tiempo había estado inconsciente. Además, su rodilla izquierda se había lastimado seriamente, lo que la obligaba andar con mucha dificultad.
Tratar de ascender de nuevo por la gruta, era un imposible en su condición, además de que apenas entraba un rayo de luz. Ninguno de sus gritos había producido la más mínima reacción, salvo el de un lejano eco que le hacía comprender que nadie la rescataría de aquel pozo del olvido, por lo que se preparó mentalmente para acabar sus días en aquel profundo agujero. Ella no lo sabía, pero había pasado treinta y seis horas dormida, inconsciente, muy débil y por supuesto, totalmente desorientada. Tras las primeras horas de desesperación, decidió acomodarse en un hueco en el que pudiera dormirse de nuevo para intentar minimizar su ritmo metabólico e intentó caer en el sueño final...
Acomodó su oreja sobre la única piedra en forma de rulo que logró encontrar y cerró sus ojos con la intención de dormir, pero al poco tiempo, como si de una pared se tratara, escuchó unos pequeños ruidos como si algo o alguien escarbara a pocos metros de ella. Volvió a incorporarse por si acaso fuera una serpiente o alguna pequeña alimaña, pero no encontró nada a su alrededor. Esos ruidos salían de detrás de esa pared de roca que la pequeña Venus casi no adivinaba. Con poca convicción empezó a escarbar entre aquellas piedras con la esperanza de descubrir algún pequeño animal o cualquier sustancia orgánica que pudiera reponer sus abandonadas fuerzas.
Tras unos minutos sacando pequeñas rocas, empezó a oír cada vez más cerca esos pequeños ruidos, murmullos de esperanza en los que centraba la única ilusión que le quedaba de sobrevivir.
Capítulo 5
25
Mallorca, España, 11 de febrero de 2022
Cerca de cuatro horas habían pasado desde el ingreso de Acrux Deneb tras aquellas puertas del hospital. Rigel se había identificado como yerno en el formulario de registro de entrada, pues pensaba que así tendría que dar pocas explicaciones. Ya tendría tiempo de aclarar los detalles más adelante, pero por el momento había servido para que le llamaran cuando sonó aquella voz por los altavoces de la sala de espera:
—Familiares de Acrux Deneb. Acudan a sala 2.1.
Rigel se dirigió hacia allí, tras consultar con el personal de recepción, con la duda de si habrían podido salvar a aquel hombre cuyo pasado tanto le inquietaba.
Le atendió una joven doctora, de nombre Diana, que le recibió de forma distante, pero elegante:
—Verá, Sr. Bader, su suegro está en un estado muy delicado, parece haber sido víctima de una intoxicación por dretanol. Por la dosis y su edad, ya estaría en el otro barrio si hubiera pasado una sola hora más, disculpe que le sea tan franca. Su pronóstico es grave, aunque pensamos que puede remontar. Podría ser un intento de suicidio, si fuera él mismo quien ingirió voluntariamente el compuesto o...
Rigel la interrumpió.
—O un intento de homicidio, claro.
—Efectivamente. Debemos informar a la brigada policial para que estudien el caso. Es el protocolo. Usted, como familiar y al habernos notificado, debe prestar declaración y permanecer aquí hasta que acuda el inspector. No creo que se demore más de una hora...
—Bueno, mi vuelo salía en un par de horas, pero ya intuía que iba a tener que anularlo. Muchas gracias, doctora. ¿Está consciente el viejo?
—No —contestó ella. —las próximas horas serán vitales para conocer su evolución. El daño metabólico ha sido importante, pero la fortaleza general de su suegro puede influir positivamente en su recuperación.
—¿Y puede tener afectación cerebral?
—Es muy pronto para decir algo sobre ello. De momento, lo importante es que salga. La forma en que lo haga lo veremos en las próximas horas. Ahora le tengo que dejar. Como le decía, hemos informado a la brigada y en un rato estará aquí el inspector Sancho para hacerle unas preguntas. Debe aguardar en la sala de espera.
Rigel ya se empezaba a arrepentir de haber esgrimido la excusa de aparecer como yerno, pero respondió afectuosamente a la doctora:
—Muchas gracias, doctora. Por favor, infórmeme de cualquier novedad que tengan. En el formulario de registro está mi número de móvil. Por cierto, realmente no es mi suegro, aunque es una larga historia...
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