Se despidió, mientras el viejo le acompañaba hacia la salida, al tiempo que dejaba abierta la posibilidad de un nuevo y próximo encuentro.
—¿Le importaría que me acercara mañana, señor Deneb, y me cuenta alguno de esos secretos que dice que guardan sus aviones? —dijo con cierto miedo.
—Será un placer, pero le aviso que mañana estará Markis, mi asistenta, ya la conocerá... es un poco especial, en fin, Ud. siempre será bienvenido aquí. —Y con un gesto, que sorprendió a Rigel gratamente, Acrux le dio un abrazo cordial mostrándole un afecto sincero, más allá del que se esperaba de dos hombres que se acaban de conocer. Finalmente se retiró, mientras aquel anciano artesano atendía al joven que acababa de entrar en la tienda.
16
Valencia, marzo de 2022
La perspectiva visual que tenemos de las cosas que miramos, con frecuencia se rige por mecanismos mucho más complejos que los que a priori se pudiera pensar. La anamorfosis únicamente se solía utilizar para mostrar deformaciones de imágenes con fines artísticos o cómicos. Pero algo parecía demostrar que el uso de diferentes panorámicas anamórficas en el espacio euclídeo tridimensional era especialmente importante para plasmar en un plano la información que se extraía con el sistema ideado por Rigel. Venus había probado con esos filtros experimentales de forma absolutamente casual, y sabía de su conocimiento gracias a uno de esos congresos que en su oficio de periodista le había tocado cubrir. Pero esa curiosidad incesante había hecho que aplicara un filtro anamórfico de procesado a esa imagen que sin duda era la piedrecita que faltaba en esa tremenda pirámide que Rigel y sus compañeros de KOS estaban construyendo.
Mientras ella leía y analizaba de forma inconsciente las bases de un proceso que podría cambiar el mundo, Alsham Meissa terminaba de recoger los indicios que podían aportar información relevante sobre aquel robo. Le comentó a Venus la necesidad de guardar la galería de imágenes que tuviera en su móvil, así como en cualquier dispositivo de almacenamiento que tuviera, como discos duros, etc. para poder hacer comparativas otográficas, que así llamaban a las pruebas con las que encontraban probabilidades de que un otograma correspondiera a un determinado sujeto. A primera vista, nada importante parecía haber desaparecido salvo ese portátil y el enigmático sobre. Estuvo repasando sus cosas y ni sus herramientas de escalada ni los útiles de buceo habían sido tocados, al menos a simple vista. Eso la tranquilizaba un poco, ya que se avecinaba una escalada por los Picos de Europa, que llevaba preparando algún tiempo, y que no quería perderse de ningún modo. Todas sus cosas parecían estar tal y como las había dejado tras su última aventura subiendo el Aneto por la cara norte, aunque unas marcas en un mosquetón le llamaron la atención, pero no le dio más importancia. Algún golpe mal dado habría causado aquella ligera decoloración.
Tras casi dos horas de inspección recogieron sus cosas. Alsham le preguntó amablemente si quería que la acompañara esa noche, pues ese tipo de experiencias suele producir una lógica inquietud, pero ella recurrió a su habitual fortaleza y rechazó el cortés ofrecimiento de su amigo.
—Al menos —, le dijo Alsham —coge estos paquetitos. Son unos polvos de mis amigos de narcóticos. Ante cualquier situación que no veas clara, juntas los polvos de ambas bolsitas y los soplas sin inhalar sobre tu atacante. Es el narcótico más potente que existe y dormiría a un elefante en menos de veinte segundos. Considéralo como un regalo.
Ella aceptó aquella extraña arma y se despidió afectuosamente de Alsham, pero en cuanto se quedó sola comprendió que no iba a ser una noche sencilla. A su habitual insomnio debía añadir una horrible sensación de haber sido investigada. Quien fuera que lo había hecho, podía seguir haciéndolo, y eso ahora sí le asustaba. De forma intuitiva decidió coger un especial almanaque en el que ella guardaba todas las entrevistas y artículos en los que había participado en los dos últimos años, llamó a una compañera suya con la que solían compartir experiencias y fue con ella a pasar la noche. Mientras montaban la supletoria en la que dormiría Venus, su amiga le iba proponiendo asuntos en los que era consciente que Venus había participado y que quizá no hubieran sentado bien, como aquella investigación en la SGAE, o aquellos turbios asuntos que despertó sobre tramas inmobiliarias en playas de la Costa Brava, o quizá aquel artículo de las inas, en el que hablaba de las drogas de diseño en el mundo de los gimnasios. En fin, había muchos asuntos que podían ser motivo de insidia para gentes sin escrúpulos. Venus decidió repasar su almanaque desde el principio. Quizá algo le llamara la atención.
17
Mallorca, España, 12 de febrero de 2022
Tan solo le quedaba un día de estancia allí. Sabía que tenía que convencer a aquel hombre para que le acompañara. Rigel lo había buscado mucho tiempo, y tenía en su mano realizar las primeras pruebas reales de extracción. Hasta ahora se habían conseguido formas básicas, representaciones y símbolos que asimilaban lo que debía hacer el cerebro comparándolo con interacciones más conocidas, como las del nervio óptico. Pero ahora estaba a las puertas de poder realizar una prueba con éxito que además le interesaba desde un punto de vista personal.
Llegó a la puerta de aquella tienda, e intuyó que algo no iba bien, pues encontró la verja de celosía bajada a una hora en la que la actividad comercial debía permanecer activa. Escrutó por entre la verja esperando hallar algo de movimiento dentro de la tienda, pero no se vislumbraba actividad alguna por allí. ¿Qué diablos podía haber pasado? Rigel no disponía de mucho tiempo, se acercó al comercio que colindaba con el de Acrux Deneb y le preguntó a la dependienta si sabía la causa de que no estuviera abierta la tienda de maquetas, a lo que ésta le comentó que era la segunda vez en diez años y que el día anterior parecía haber cerrado precipitadamente tras la visita de un cliente. Además, apostilló:
—El Sr. Acrux ni siquiera me dijo su tradicional frase de despedida. Todos los días se despedía diciendo: 'que la noche te traiga una nueva ilusión con la que nazca el día'. Parecía un poco aturdido.
Rigel preguntó: —¿Sabe dónde vive? Necesitaría verlo antes de volver a la península.
Ella le explicó que vivía a escasos cincuenta metros de la tienda y le dio detalles de cómo llegar. Rigel se dirigió hacia allí sin tener claro qué hacer, pero firmemente decidido a quemar sus últimas naves en el intento.
Llegó a aquella vivienda de planta baja y llamó al único timbre, tras tropezarse con un hombre que de forma algo nerviosa parecía venir directamente de su interior. No había ninguna etiqueta en el buzón postal, pero Rigel estaba convencido que esa era la vivienda de Acrux Deneb, pues por un pequeño ventanuco que se hallaba entreabierto adivinaba la forma de un cuadro en el que se intuía una escena bélica entre aviones antiguos. Muy del estilo de aquel anciano. No contestó nadie a la llamada. Rigel lo volvió a intentar, pero de nuevo nada ni nadie respondió a su llamada. Miró a ambos lados de la calle y, tratando de evitar ser visto, dio un salto que le permitió pasar medio cuerpo por el ventanuco que colindaba por la puerta. La extrema torpeza en asuntos de acción de Rigel le hizo caer al otro lado golpeando su cabeza con un pequeño mueble, protagonizando una escena de chiste, que de seguro le hubiera hecho reír, de no ser por lo delicado de la situación. El golpe le dejó por unos segundos algo aturdido, aunque se levantó y empezó la búsqueda de algún indicio que le pudiera ayudar a encontrar a aquel anciano. Y no solo encontró un indicio...
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