Para 1934, Díaz y el cfo publicaron su propio periódico llamado Fémina Roja ; 53 demandaron se cumpliera el pago de un salario igual por un trabajo semejante, que se aceptaran a las mujeres en cualquier tipo de trabajo y que hubiera más inspectoras del trabajo y de salud. Invitaban a las trabajadoras a que se unieran a los sindicatos, para evitar su explotación y asegurar sus derechos sociales. Igualmente hacían explícito que las trabajadoras debían motivar a sus esposos para que también se afiliaran a los sindicatos porque era una vía para mejorar el bienestar familiar.
Díaz y el cfo trabajaron cercanamente con los líderes de la coj porque ambos compartían la noción de que las mujeres podían cambiar su imagen de beatas, para convertirse en revolucionarias. Las integrantes del cfo, trabajadoras y maestras como Irene Robledo, Concha Robledo y Guadalupe Martínez, ayudaron a trabajadoras como costureras, sirvientas, despuntadoras, torteadoras, aceiteras y galleteras a organizar sus sindicatos. 54 Las enseñaron a leer y escribir, herramientas fundamentales para su lucha sindical. Les enseñaron una cultura cívica laboral por medio de festivales, desfiles patrios, su biblioteca, actividades deportivas y conferencias. Estas últimas eran sobre “la mujer y su participación en la lucha de clases”, “nuestras leyes y las mujeres”, “las mujeres y las leyes laborales” y “la influencia de los libros en el mejoramiento social y económico de las mujeres”.
Díaz promovió que las cuotas que se pagaban en el cfo se utilizaran para pagar las medicinas, para cubrir las necesidades básicas de trabajadoras que no tenían ingresos y para ayudar a algunas estudiantes de la Normal que terminaran sus estudios. El caso de Consuelo Ruiz ilustra estas prácticas. En su examen oral para obtener el grado de maestra expuso el tema sobre “los instintos de lucha de las mujeres”, para explicar la búsqueda de justicia social y de emancipación de las mujeres. Ruiz afirmaba que Díaz le enseñó “no ver hacia atrás, siempre mirar hacia delante, de este modo las mujeres ganarían”. 55
Díaz, el cfo y sus seguidoras se radicalizaron aún más con la implementación del proyecto de la educación socialista. Estuvieron a favor de éste, participaron en el establecimiento de escuelas nocturnas, demandaron que las plazas vacantes para maestras en escuelas públicas se otorgaran sólo a maestras revolucionarias, realizaron una campaña a favor del sufragio femenino, estuvieron a cargo del Tercer Congreso Feminista Nacional de Mujeres Trabajadoras y Campesinas que se llevó a cabo en Guadalajara en 1934 56 y presionaron para que la sección femenil del Partido Nacional Revolucionario (pnr) en Jalisco fuera dirigido por mujeres con experiencia en la organización de mujeres trabajadoras. Díaz, Guadalupe Martínez y las integrantes del cfo, como militantes en el movimiento obrero organizado, formaron parte de la opinión pública en El Jalisciense sobre el rol que debían realizar las mujeres en la esfera pública como madres, trabajadoras y mujeres con derechos políticos, sociales y civiles. Participaron en el debate local y nacional sobre la expansión de las actividades de las mujeres en el espacio público. Tanto el partido oficial como las organizaciones obreras —regionales y nacional— crearon las secciones femeniles, para incorporar y dirigir la participación política de las mujeres. Para 1938, de la delegación de Jalisco que acudió a la convención nacional que transformó el pnr y creó el Partido de la Revolución Mexicana (prm), María Díaz fue la única mujer de la entidad que asistió. Su trabajo sindical, político y a favor de las mujeres era ya reconocido públicamente entre los círculos políticos y por eso fue incluida en la delegación. Además, Díaz y el cfo formaban parte de un grupo político de la ftj, que colaboraba en las Juntas de Conciliación y Arbitraje, y participaba activamente en la sección femenil del partido oficial.
En 1939, el gobernador Silvano Barba González la nombró inspectora de asistencia social. 57 A finales de ese mismo año, María A. Díaz muere y el cfo perdió a su líder más radical. Su féretro fue llevado a la ftj para que recibiera su último homenaje de parte de las organizaciones obreras y de mujeres. Por la labor que realizó, envolvieron su ataúd con dos banderas: una nacional (de México) y otra proletaria (una roja que representa la lucha de los obreros). 58 En ese mismo año, la presidencia del cfo pasó a Guadalupe Martínez y cambiaron su nombre a Círculo Feminista de Occidente María A. Díaz (cFOMAd). El cfomad duró de 1939 hasta 2002, cuando falleció Martínez. Cabe aclarar que sus integrantes siempre se refirieron a esta organización como el cfo y consideraron su fundación de 1927 como la fecha clave en que comenzaron a formar parte del movimiento obrero organizado como una organización reconocida y legítima oficialmente. Díaz formó un grupo de mujeres que trabajó por más de cinco décadas en la sección femenil de la ftj y del pri. Algunas fueron líderes de sindicatos de mujeres, otras regidoras, diputadas y sólo Guadalupe Martínez llegó a ocupar varias veces puestos de elección popular desde diputaciones federales, estatales y senadurías.
En 1941, las amigas de Díaz, Ana María Hernández, inspectora federal del trabajo y presidenta del inams, el cfo y la Liga de Mujeres 10 de Mayo de la colonia Francisco Villa, en la ciudad de México, establecieron el Centro de Capacitación Femenina María A. Díaz para honrar la memoria de Díaz. 59 Igualmente, cada año las integrantes del cfomad conmemoraron su muerte. En 1979, escribieron la obra de teatro “Algunos pasajes de la vida de María Arcelia Díaz: mujer ejemplar del movimiento obrero”. No sabemos quién la escribió, pero este texto de doce páginas fue escrito en un contexto en donde había crecido considerablemente la disidencia sindical, porque los líderes de la ftj habían reprimido las prácticas democráticas y combativas. Habían sido parte de la llamada “alianza política” entre el Estado, el partido oficial y el movimiento obrero organizado para colaborar en la política de estabilidad política. Esta estrategia la mantuvieron aun con la llegada de las primeras empresas maquiladoras en la zona metropolitana a finales de la década de 1960, que no cumplían con las prestaciones laborales de acuerdo con la Ley del Trabajo. En la obra de teatro hubo fuertes silencios de las diferencias de género entre los integrantes de los sindicatos, el movimiento obrero organizado y el partido oficial. Selectivamente se resaltaron las confrontaciones con los patrones y los capataces. Se dio una imagen positiva y de valientes a aquellos hombres que la apoyaron en su lucha sindical, como otros textileros y el gobernador. No se mencionó la política autoritaria que Díaz implementó para inculcar disciplina y lealtad, ni las diferencias políticas que pudo tener con otras mujeres aliadas al movimiento obrero. La ftj y el cfomad buscaron arduamente la disciplina y la lealtad. Estas prácticas fueron muy valoradas y premiadas. Por eso les era fundamental reproducir selectivamente la participación sindical de Díaz. Ella era el modelo a seguir para las nuevas generaciones de la ftj y del pri, porque la presentaban con un fuerte vínculo con los necesitados, pero que no promovía la disidencia y no cuestionaba el autoritarismo de estas instituciones corporativas.
De las mujeres de principios del siglo xx, Díaz se distingue por ser una obrera feminista que luchó por los derechos de las mujeres. Las investigaciones sobre el feminismo en México se han concentrado en estudiar a las feministas de clase media, que muchas veces fueron maestras o tuvieron alguna profesión como médicas o abogadas; casi siempre hacen mención a Hermila Galindo y Elvia Carrillo Puerto por su alianza con caudillos revolucionarios. 60 No se han rescatado con profundidad otros casos de trabajadoras que tuvieron una posición política y fueron feministas. 61 El caso de María A. Díaz nos ayuda a entender las interconexiones entre el feminismo —regional, nacional e internacional—, caudillos revolucionarios, el movimiento obrero organizado y el conflicto Iglesia-Estado. Pero sobre todo, las negociaciones políticas y de género que se dieron en la vida cotidiana durante la formación del nuevo Estado y de nuevas relaciones políticas de poder. Igualmente, este caso muestra, como lo indica acertadamente Joan Scott, que las biografías pueden ser puntos históricos para examinar con detalle los múltiples y complejos contenidos discursivos —políticos y culturales— que forman a un actor histórico. 62 La vida familiar y la trayectoria laboral, sindical y política de Díaz está fragmentada porque, como bien lo señala Jean Franco, las posiciones discursivas se han caracterizado por una serie de discontinuidades, violencia y choques. 63 Su historia de vida ilustra cómo sus antecedentes familiares y laborales fueron una fuerte influencia para que después se convirtiera en una líder sindical y defensora de los derechos de las mujeres. También su caso ayuda a entender cómo las trabajadoras participaron e influenciaron el proceso revolucionario por medio de la alianza con el nuevo Estado y con otras mujeres. Díaz jugó un papel crucial en la disputa entre los sindicatos católicos y rojos, en huelgas, como una líder sindical, como presidenta de dos organizaciones de mujeres —cem y el cfo—, inspectora del trabajo, de salud y de asistencia social, como representante de los obreros ante la Junta de Conciliación y Arbitraje, y como delegada de Jalisco para la convención de creación del prm. Estos roles la presentan como una mujer excepcional, por su intenso trabajo político y sindical. Su legado fue que las trabajadoras tuvieran un espacio político dentro de su centro de trabajo, en su sindicato, en el movimiento obrero organizado y en el partido oficial.
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