1 ...7 8 9 11 12 13 ...20 —Se pondrá triste porque no la has avisado —dijo Gray—. Pero tú decides.
Él decidía, sí. Y decidió esperar a que desapareciera la sensación de que la cabeza se le iba a partir por la mitad. Y a no ser él el causante de que la noche entre «amigos» acabase antes de tiempo.
—Un placer, chavales. —Emmitt se levantó y quiso estirarse, pero se detuvo cuando un dolor desgarrador le recorrió el costado derecho. Disimuló el jadeo con un bostezo y añadió—: Me voy a casa a dormir unas cuantas horas más.
—¡Hostia! —Levi también se incorporó—. Que te vas a casa. A casa, a tu casa. ¿Cuándo has llegado? Anda, dime que has venido directamente hacia aquí.
A Emmitt se le escapó una carcajada. Al recordar al bellezón de ojos marrón salvaje que dormía en su cama, supo a ciencia cierta por qué su amigo estaba buscando entre los contactos de su móvil con tanta ansiedad.
—No. Antes he conocido a mi compi de litera.
—Me cago en todo. —Levi se llevó las manos a la cabeza y los dedos a las sienes. Apretó con fuerza sobre las profundas marcas de cansancio de su rostro—. De verdad que quería mandarte un correo, pero estos días han sido una locura. Entre que procuraba que el puerto funcionara a tope y me aseguraba de que el bar siguiera abierto, no he tenido ni un segundo libre. Y cuando Gray me contó que había preaprobado a una inquilina para tu casa, la acepté. Es que no he tenido tiempo de ponerme con mi barco desde…, bueno, desde lo de Michelle.
La mezcla de complicados sentimientos que llevaban unos cuantos meses macerándose en el estómago de Emmitt se intensificó y se expandió hasta que el mero hecho de respirar fue un doloroso recordatorio de que los agujeros que había dejado la ausencia de Michelle iban mucho más allá de las simples emociones. Y todos procuraban llenar el vacío a su manera.
—Inquilina —afirmó Gray con rotundidad—. A no ser que hayas comprado una litera, no es tu compañera de litera, ni de cama, ni siquiera de piso. Y que te quede bien clarito que es una persona a la que jamás debes ver desnuda. ¿Entendido?
Emmitt se quedó pensativo, y sonrió.
—¿Y ella a mí?
—¡No! —saltaron los dos al mismo tiempo.
—Pues la cosa va a ser más difícil de lo que parecía… —Emmitt se golpeó la barbilla con un dedo, con la esperanza de relajar el ambiente—. Pero me gustan los retos. Me obligan a ser creativo.
—No, no, no —dijo Gray—. Annie es zona prohibida para ti.
—¿Desde cuándo te has convertido en un poli del amor? ¿Ahora me vas a decir dónde mear?
—Si así evito que mees encima de mis planes, sí —respondió Gray, muy firme—. Como ya has oído, Levi está ocupado y yo he estado hasta arriba con nuevos pacientes desde que se jubiló el Dr. Smith, por no hablar de la ayuda que presto en Urgencias. Annie es mi médica asociada temporal y, hasta que Denise vuelva de la baja de maternidad, es el único motivo por el que puedo ir a recoger a Paisley al instituto.
—Ya iré a recogerla yo. ¿Qué pasa? —dijo Emmitt al ver la mueca de incredulidad de sus amigos—. Sale a las tres…
—A las dos.
—A las dos. Y estoy aquí. Si puedo llegar un poco antes y todo… Y hablar con alguna mami del AMPA buenorra mientras espero. No será tan duro, ¿no?
—Las mamis del AMPA buenorras son un mal camino para un padre —dijo Levi—. Hazme caso, no quieras meterte en ese berenjenal.
—Vale, pues evito a las madres y llevo a Paisley a casa. Ya que estoy aquí, puedo encargarme de eso y todavía me sobrará un montón de tiempo para seguir conociendo a Anh. —Emmitt se obligó a sonar más relajado de lo que se sentía. Le encantaría pasarse las tardes ayudando a Paisley con los deberes, preparando la merienda para después de clase, dando pataditas al balón de fútbol. Conocer a Anh tampoco iba a ser un trabajo demasiado duro, aunque lo había añadido básicamente para tocarle las narices a Gray.
—¿Durante cuánto tiempo? —Cuando Emmitt empezó a argumentar, Gray lo hizo callar levantando la mano—. Ahora estás aquí, y eso es genial. Pero dentro de unas cuantas semanas, cuando te aburras o te asignen un nuevo trabajo y te vayas a Siberia, nos quedaremos sin nadie que recoja a Paisley en el instituto. Porque te irás, y Annie se habrá largado aunque le digas a las bravas que no quieres nada serio. Porque los tres sabemos que, en lo que a mujeres se refiere, todas creen que serán la que te haga pasar de trotamundos a esposo. Y no lo hará. Le romperás el corazón y se marchará. Yo me quedaré sin médica asociada y sin tiempo, y la que sufrirá las consecuencias será Paisley.
—Annie está pasando una mala racha —añadió Levi—. Ha venido aquí a juntar las piezas de su vida. No a que le pisotee el corazón un tío que solo está de visita.
—¿De visita? —bufó Emmitt—. Que tengo una casa aquí, joder.
—Una casa en la que paso yo más tiempo enseñándola a posibles inquilinos que tú durmiendo —puntualizó Levi—. Para andar sobre seguro, ¿por qué no te quedas en mi barco?
—¿Y oír tus ronquidos toda la noche? —Emmitt sacudió la cabeza—. Gracias, pero no eres mi tipo.
—Annie tampoco, y los dos lo sabemos —dijo Gray, dando fe de lo poco que conocía a Emmitt.
Annie estaba total y absolutamente en forma, y tenía una lengua afilada y unos labios suavecitos; su tipo, en definitiva. Y por eso él procuraba mantenerse alejado de mujeres como ella. No era culpa suya que el destino tuviera un sentido del humor tan retorcido.
No sabía a ciencia cierta qué le ocurría a la vida sentimental de Annie, pero, por lo que había oído, podía imaginárselo. Y le tocaba los huevos que sus dos mejores amigos lo compararan con un tío como Clark. Emmitt nunca había engañado a ninguna mujer. Era claro y directo con lo que buscaba y con lo que podía dar.
Las mujeres conocían el marcador antes de que él iniciara la segunda ronda.
—Sé que lo que Annie y yo hagamos no es asunto tuyo —dijo Emmitt, y le encantó que Gray se crispara—. También sé que es una mujer capaz de tomar decisiones por sí misma, aunque tú pienses lo contrario. Y estaré encantado de contarle cuánto te preocupa su capacidad para navegar por el mundo sentimental, doctor.
—Déjala en paz. Vete con cualquiera del pueblo, pero no con Annie —dijo Gray, y Levi meneó la cabeza—. ¿Qué pasa?
—Tío, que acabas de plantearle un reto —dijo Levi.
—Reto que acepto. Recogeré a Paisley a las dos.
Annie estaba de mal humor. Cualquier esperanza que hubiera abrigado acerca de que su nuevo compañero de piso no fuera más que una horrible pesadilla se esfumó cuando a las dos de la madrugada la despertó un portazo, que indicaba su regreso.
Si la madre de Emmitt le había enseñado modales, era obvio que los había olvidado hacía tiempo.
Emmitt encendió todas las luces de la casa, incluida la del recibidor, que iluminó el dormitorio de Annie como si de una llamarada solar se tratase. Y entonces, como para dejarle claro a ella que era a propósito, el tío se preparó un batido con tornillos de metal, esquirlas de vidrio y lamentos de pollitos.
Ni siquiera los tapones que se había puesto para aislarse de los ruidos le ahorraron el estruendo.
Mientras silbaba, Emmitt abrió y cerró varios armarios —siete, para ser exactos—, y después dio unos cuantos portazos más antes de tumbarse a dormir un rato. Por la explosión sónica de sus ronquidos, era obvio que la luz del recibidor no le molestaba en absoluto, porque se la había dejado encendida.
Y había sido él el que la había hecho sentirse culpable el día anterior por despertarlo a una hora en la que casi todo el mundo se estaría preparando ya la cena.
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