Yo nunca he llorado durante la batalla, creo que afloran las lágrimas después cuando lo platico. Me acostumbré a ser fuerte en el momento y me jacto de actuar con la mente fría.
¿Si pudiera regresar el tiempo, qué haría?
Volver a lo mismo aparejado con una profesión que siempre me gustó y no tuve la oportunidad de seguir: yo debería haber sido ingeniero militar, además de bombero.
¿Cuál ha sido la mayor quemada de su vida?
Con eso de que me he mantenido al margen de la política, creo que nunca me he quemado.
¿Es más fácil sobrevivir a un incendio que a los trienios?
Es más fácil vivir y salir avante de una emergencia que estar sujeto a los planes de las diferentes administraciones, eso es un hecho. Al final de los tres años era una angustia saber qué iba a pasar conmigo. Pero nunca le pedí a ningún presidente que me diera chamba. Afortunadamente, los siete con los que trabajé me invitaron, y yo, encantado de la vida.
¿Es cierto que entre bomberos no se pisan la manguera?
Tampoco nos la acariciamos.
¿Es verdad que la Minerva es el monumento de los bomberos?
Es la madre de los bomberos, así lo dice la gente.
Yolanda Zamora
Periodista cultural. Conductora de “A las nueve con usted”
© Rafael del Río
Su vida ha estado ligada a la radio y al arte. De niña se reunía con su familia alrededor del receptor para escuchar novelas. Fue bailarina de ballet, pero dejó esta actividad para dedicarse al periodismo cultural que ha ejercido por más de 30 años. En 1974 creó un noticiario cultural en la radio con tres emisiones diarias. Fue fundadora de Radio Metrópoli y desde hace 20 años conduce el programa “A las nueve con usted” que transmite la radio estatal. Apasionada de la filosofía estudió una maestría y está por ingresar al doctorado.
Lo mejor de la radio pública es la libertad
¿Estar al aire es perderse en el viento?
Estar al aire es estar expuesta a ser llevada por el viento.
¿A dónde?
El viento te lleva de un lado a otro. Hay que saber marcar la dirección a la que quieres ir como los pájaros que saben conducirse en el viento.
¿A dónde quiere ir usted?
A ese lugar en el cual puedes apreciar con mayor altura una realidad y compartirla.
¿Por qué la palabra que va en el viento puede anclar en una persona?
Porque para muchas de ellas es también un viaje a través de la palabra.
¿Cuánta gente se ha sumado a esa invitación en los años que lleva su programa?
Todas las que han querido. Esto es lo interesante de la radio; requiere complicidad. Si un radioescucha te dice: “A mí no me interesa subirme”, simplemente te apaga. Por eso, la voz en la radio debe ser seductora; que venga de muy lejanos confines y te atrape.
¿Cuántos radioescuchas no se le han escapado?
Eso lo tendrían que decir ellos. Lo que sí es que para mí no se trata de hablar con el público en general sino con cada persona.
Usted organiza reuniones con sus radioescuchas, ¿prefiere el cara a cara o la bocina?
No encuentro diferencia, creo que un verdadero comunicador sale al encuentro del otro.
¿La radio cultural está condenada a los bajos niveles de audiencia?
En cuanto a números definitivamente la audiencia es minoría, como siempre han sido minorías las que siguen la cultura, pero a lo largo de 30 años en el periodismo cultural me he dado cuenta de que basta dejar la soberbia de la cultura que se habla a sí misma, para comunicarte con la gente. En el programa hablamos de filosofía desde hace diez años y el resultado es impresionante.
¿No es una maldición eterna?
Por supuesto que no, es una labor de hormiga y me siento muy orgullosa de pensar que día con día ha ido creciendo el auditorio del programa. Jamás caería en la soberbia de decir “éste es el único programa”, pero sí puedo decir que se ha privilegiado al público y que se ha reunido a un valioso equipo de colaboradores que es gente que tiene algo que decir. Es un programa que busca ser un espacio de la ciudad hablándose a sí misma.
¿Qué es lo mejor de la radio pública?
La libertad. La oportunidad de darle voz a grupos de toda índole. Otra cualidad que está ligada a la anterior es el no marcar tus cortes o la línea del programa por la mercadotecnia. Si fuera como en la radio comercial, no podrías escuchar un concierto porque tendrías que cortar cada tres minutos. También el saber que la radio no es del partido que esté en el poder, ni es del empresariado, es de todos nosotros y como tal hay que mantenerla viva.
¿Hay más censura en la radio estatal?
En el programa se ha dado voz lo mismo a grupos marginados que a artistas y se ha hecho mucha crítica. Ciertamente no todo es miel y dulzura, por supuesto que ha habido momentos muy dramáticos en los que he sentido la censura. El mayor dolor fue el 22 de abril, cuando quise volver al aire se me impidió entrar a mi programa porque era evidente que no iba a leer los boletines del gobierno.
¿Qué es lo peor de la radio estatal?
Las limitaciones presupuestales y algunas veces burocráticas.
¿Cómo ha hecho para sobrevivir a tantos vaivenes políticos?
Con milagros (risas). Lo que te defiende es tu trabajo y la permanencia de mi trabajo se debe a que el público ha hecho suyo el programa y lo ha defendido en momentos difíciles.
¿Es cierto que la actividad cultural en Guadalajara es raquítica?
Creo que es injusto y que es un error pensarlo así. Sin duda hay una gran actividad cultural en Guadalajara, no siempre de la calidad que quisiéramos, pero es evidente que la oferta cultural se ha multiplicado.
¿Se puede vivir de la cultura en Guadalajara?
Definitivamente sí y sin hacer concesiones de ninguna índole. Yo vivo dignamente de la cultura y este es uno de mis grandes aprendizajes.
¿Cuál ha sido su mayor error al aire?
He tenido tantos que de repente los cuento cuando tengo insomnio (risas). Pero creo que mi gran error es mirar a Yolanda chica, muy ingenua, creyendo que se va a comer el mundo.
¿A quién le hubiera gustado entrevistar?
Hay tres enormes figuras que me habría gustado entrevistar: Carpentier, Cortázar y Borges.
¿Cómo está el cuadrante en la ciudad?
Es uno de los más ricos que existen. Tenemos opciones extraordinarias, desde el bolero hasta el danzón, el rock o el jazz. Hay mucha estridencia, pero también maravillosos remansos.
José Guerrerosantos
Cirujano plástico y reconstructivo
© Luz Vázquez
Sus amigos le dicen “El Che” porque cuando era estudiante y jugaba futbol quería ser como el “Che” Cirico, un delantero del equipo Oro. Nació en San Martín Hidalgo, Jalisco, en 1932. Estudió medicina en la Universidad de Guadalajara. Fundador y director del Instituto Jalisciense de Cirugía Plástica y Reconstructiva que lleva su nombre, es una eminencia mundial en esta especialidad.
No existen los cuerpos perfectos
¿Además de médico es artista?
Ser cirujano plástico requiere algunas dotes artísticas. Al trabajar en el moldeado del cuerpo debe de haber cierto gusto por la escultura y la estética.
¿Es un escultor?
No exactamente porque es diferente trabajar con materiales que con el cuerpo, pero sí hay que tener ese sentido escultórico al hacer la cirugía.
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