Finalmente, resulta necesario subrayar el hecho de que, para hablar de la crisis económica del siglo XXI en España, la ciudad de Barcelona es un espacio privilegiado de inspiración. Su historia y sus conflictos han servido como materia prima para novelas donde la anomia social es la regla. Así, No abandonis quan el rastre es calent (2016), de Xavier Álvarez (1977), presenta una Barcelona inmersa en un ineludible ambiente de crímenes: tráfico de menores, prostitución, policías mercenarios o narcotráfico, que parece describir en pleno el sistema; y Tarde, mal y nunca (2009), de Carlos Zanón (1966), se desarrolla en un barrio donde los problemas con las autoridades, la crisis y el paro o la inmigración son cuestión de todos los días y un asesinato entre chicos marginales puede ser lo normal. Asimismo, en Los buenos suicidas (2012), de Toni Hill (1966), la crisis económica en la Ciudad Condal sirve de marco para la investigación de Héctor Salgado sobre el asesinato del director financiero de una compañía de cosméticos; y en Los amantes de Hiroshima (2014), del mismo autor, de nuevo la trama se desarrolla en Barcelona, en la primavera de 2011, en medio de la crisis, cuando un movimiento social denuncia la acción ilegal de los bancos y partidos políticos y unos okupas encuentran los cadáveres de una pareja desaparecida años antes. Estas perspectivas de la ciudad en crisis se pueden contrastar con la Barcelona de El ángulo de la muerte (2016), de Aro Sáinz de la Maza (1959), espacio donde pueden ocurrir dos asesinatos y una singular matanza de perros, tal como investiga Milo Malart; y Perro flaco (2005), de Leo Coyote (1958), donde la Barcelona actual es un espacio de encuentro de personajes inusitados y experiencias límite. A estas obras, se agregan La ciudad plácida (2014), de Jordi Bordas (1943), novela donde resulta necesario el ocultamiento de lo que ocurre alrededor de un presunto asesino en serie, pues en la “ciudad plácida” las apariencias son más importantes que la realidad; Subway Placebo (2014), de Rosario Curiel (1964), que habla de una Barcelona en crisis con efectos en un mundo de pesadilla; y Calles tomadas (2005), de Fernando Cámara (1969), novela experimental publicada inicialmente como blog, que retrata las calles de Barcelona como espacio de exclusión y miseria.
Con este breve panorama se puede afirmar que la novela de crímenes contemporánea constituye una perspectiva privilegiada para comprender la crisis del capitalismo y los excesos del modelo económico, que sirve de base para la organización política y social en España. En ella se perciben con claridad los límites de la democracia, donde las normas pueden reducir la libertad de los que no tienen privilegios.
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