Route 66,
Fila 7
FRANCISCO SEPÚLVEDA
Route 66,
Fila 7
UNA OJEADA A 15 CLÁSICOS
DEL CINE NORTEAMERICANO
EXLIBRIC
ANTEQUERA 2016
ROUTE 66, FILA 7
© Francisco Sepúlveda
Diseño de portada: Dpto. de Diseño Gráfico Exlibric
Iª edición
© ExLibric, 2016.
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ISBN: 978-84-16110-94-0
Nota de la editorial: ExLibric pertenece a Innovación y Cualificación S. L.
FRANCISCO SEPÚLVEDA
Route 66,
Fila 7
UNA OJEADA A 15 CLÁSICOS
DEL CINE NORTEAMERICANO
A mi padre
Índice
EL PRINCIPIO DE ARQUÍMEDES
PASIÓN DE LOS FUERTES, de John Ford(1946)
LA NOCHE DEL CAZADOR de Charles Laughton(1955)
ESPLENDOR EN LA HIERBA, de Elia Kazan(1961)
CARTA DE UNA DESCONOCIDA, de Max Ophuls(1948)
RÍO BRAVO, de Howard Hawks(1959)
EL BUSCAVIDAS, de Robert Rossen(1961)
EL HOMBRE QUE MATÓ A LIBERTY VALANCE, de John Ford(1962)
ENCADENADOS, de Alfred Hitchcock(1946)
EN UN LUGAR SOLITARIO, de Nicholas Ray(1950)
EL CREPÚSCULODE LOS DIOSES, de Billy Wilder(1950)
DEJAD PASO AL MAÑANA, de Leo McCarey(1937)
EL MILAGRO DE ANNA SULLIVAN, de Arthur Penn(1962)
LOS CONTRABANDISTAS DE MOONFLEET, de Fritz Lang(1955)
SENDEROS DE GLORIA, de Stanley Kubrick(1957)
DE ENTRE LOS MUERTOS (VERTIGO), de Alfred Hitchcock(1958)
EPÍLOGO ¿Por qué americanas?
UNA OJEADA A 15 CLÁSICOSDEL CINE NORTEAMERICANO
El principio de Arquímedes
Nunca he sido bueno para las ciencias. Desde muy pequeño los números, los algoritmos y las fórmulas se me antojaban como un algo indescifrable que simplemente no pertenecía a mi mundo. El hecho de no prestar demasiada atención a unas materias que de partida no me gustaban tampoco me ayudó mucho. Como siempre he disfrutado de una estupenda memoria, ésta sustituyó al entendimiento como solución provisional para salir del paso.
Sin embargo, mi frustración iba creciendo, cobrando cada vez más valor la convicción de que la física, la química y las matemáticas eran materias vedadas para mi comprensión.
Recuerdo con particular claridad el episodio del principio de Arquímedes, que aprendí repitiendo su axioma como un loro, hasta el punto de que aun hoy lo recito de una sentada. Lo de comprenderlo ya era harina de otro costal. Además de que, como ya he referido, el esfuerzo para memorizar era para mí más liviano que el del entendimiento.
Sábado. Cuatro de la tarde. Mis hermanos y yo tumbados en el suelo delante del televisor. Después de un estupendo mini programa que se llamaba “La bolsa de los refranes” (un ejemplo de sapiencia y también de economía de medios: un viejecito, una silla y un libro), comenzaban los compases de “Primera Sesión”. Creo que puedo definir a esas notas musicales como la primera felicidad de la que soy consciente.
El estado de excitación durante los breves segundos que separaban a la cabecera musical del comienzo de la película era más que considerable. En ese mínimo lapso intentaba adivinar el género que me esperaba entre el tríptico de posibilidades que la costumbre me apuntaba: aventuras, piratas o western.
Tocaba piratas. Nada más ver el nombre de Burt Lancaster ocupando en su totalidad la pantalla me regocijé ante la seguridad del inminente disfrute. Hacía poco que había visto “El halcón y la flecha” y “Su majestad de los mares del Sur” y me produjeron una honda impresión, además de un inolvidable rato de emoción, risas, suspense y demás acompañantes de la Aventura.
Ahora le tocaba a “El temible burlón”. Era imposible que Burt me decepcionara. Ya lo había erigido en héroe de mi infancia y era muy improbable que nadie lo desbancara (ni Errol Flynn pudo con él. Eso son palabras mayores).
Después de un buen trecho de metraje en que la tranquilidad y el pestañeo no hicieron acto de presencia, llegó el milagro.
En una escena, el pirata interpretado por Burt, su compañero de acrobacias mudo y una especie de sabio, un profesor algo chiflado, fueron abandonados en el mar en una barca, sin ningún alimento y atadas las manos a la embarcación con gruesas cadenas.
En el momento de máxima zozobra de ánimo, adivinándose ya pasto de las aves de rapiña cuando el sol de justicia acabara con sus vidas, el sabio se pone en pie y empieza a agitar la embarcación, balanceándola con violencia.
El pirata lo increpa a grandes voces e intenta evitar que la barca vuelque y murieran ahogados, ya que no debemos olvidar que van encadenados. Lo mismo hace el mudo pero sin gritos. No hay manera. Ante los balanceos, la barca da la vuelta boca abajo, y nuestros protagonistas con ella.
Con una toma acuática, los alucinados espectadores infantiles podíamos contemplar que no eran aguas muy profundas, por lo que pataleando llegaron a una zona en que sus pies tocaban el suelo.
¿Pero… cómo podían respirar? Ah, amigo... el dichoso principio de Arquímedes. Ahora sí lo entendí. Y divirtiéndome, como se aprenden las lecciones que de verdad perduran.
No me atrevería a decir que a partir de ese momento cambiara mi consideración acerca de las materias científicas. Pero lo que puedo asegurar, sin ningún género de dudas, es que la historia de amor que ya a tan temprana edad mantenía con el Cine, me aportó, sumada a la frenética diversión, la plusvalía del conocimiento.
Gracias al Cine he aprendido el principio de Arquímedes, los nombres de las islas donde amarraban los filibusteros, las mil maneras de atracar un banco y que nunca hay que sacar un revólver si no es para disparar.
He conocido la desarmante tristeza de la solterona, el desamparo del pequeño mendigo, la existencia de asesinos despiadados y el alucinante dominio de la esgrima de un tal Scaramouche.
He distinguido al indio bueno del indio malo, al granjero del cowboy, al mosquetero del Rey del soldado de Richelieu, a la pérfida asesina de la abnegada enamorada.
He aprendido que hay otros mundos además de éste, que siempre es posible el asombro.
Gracias al Cine he aprendido a ser más feliz.
Este libro que tienes en las manos es una declaración de amor y de agradecimiento. Al Cine, a las películas, a los actores, actrices, directores, guionistas y técnicos que me enseñaron a buscar la Verdad a través de maravillosas mentiras de hora y media.
Gracias.
PASIÓN DE LOS FUERTES,
de John Ford
(1946)
TÍTULO ORIGINAL: “My darling Clementine”
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