Dedico estas palabras a quienes me han ayudado en forma del todo desinteresada.
Obedecen al resultado infinito de mi amor y la obligación sincera que siento para aceptarles tal como ellos lo hacen conmigo.
A mi mujer, Ximena Bustamante; a mi hermano del alma, Jorge Salgado; al “piloto de guerras imaginarias”, Arturo Zuloaga.
MENDIGO MENDIGO
MENDIGO
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SOL DE NÁUFRAGO
LA TIERRA DE ABEL
Recorrí la tierra de Abel y nunca hice hincapié en mis pertenencias. Otras son las llagas de las que hablo y me acusan. Otros son los que invadieron el valle. Me pregunto qué fue de mis padres y miro lánguido el tiempo esfumarse. ¿O será que aún veo soldados aquí dentro y debo considerar que las bestias sueltas no logran ver que estoy enfermo? Entonces pienso en un beso tuyo, un caramelo de hartazgo, un pequeño estado que me haga sentir bien. Todos partieron, pero yo sigo aquí, disfrutando el camino de los que se marcharon. Mas esta claridad es absurda y larga al entrar en el laberinto y me pregunto, ¿qué he logrado?
Puedo decir que la magia está en nosotros y jamás en el óxido de allá afuera. Todavía me estremezco al alzar la traba de la puerta, el mal tiempo se fue, pero siempre es hoy desde que la levanto. Gritemos por una oportunidad y dime si me equivoqué, ya los usurpadores se fueron y vuelven a mí en sueños, como buscando a la amada. Y cancelé cuentas impagas como vulgar ladrón para sentirme vivo. Quizás esto sea todo y no reconozca lo verdadero, pero lo que me atrae es un mero sentimiento humanitario que tarda en llegar, como líquido lacerante que atraviesa las arterias.
SUEÑO VACÍO
Viví en muchas casas a través de mis años. Revelo que la de hoy es mucho mejor. La compré con mis ahorros y se fue vistiendo con innumerables sacrificios; en esta casa se ve a mi madre en trajines, tejidos y simplezas, confesando a los pájaros entre alambres y cordeles de patio, más aun vistiendo la arrogancia de hortensias y jazmines, con olor a lluvia y pedazos de cielo cobrizo. Puedo decir que las obsesiones se han refugiado aquí y crean días eternos, además de las malas épocas, como la pérdida de mi perro, Oso, al cual nunca supe qué le ocurrió; algunos dijeron que se fue detrás de una leva y otros que simplemente se lo robaron, dejando en mi mente su adiós escrito con sus patas de barro, y un vacío trémulo en la soledad de la casa. Recuerdo a parientes que nos visitaban y en especial al tío Vlady, ¿cómo olvidar las tardes en conversatorios infinitos de alcohol y cigarrillos cuando salíamos a parrandear, teniendo que dormir en la calle en tiempos de gente más civilizada que la de hoy? Él siempre dijo que la vida es lo que aguantamos física y espiritualmente, mientras que la muerte lleva solo nuestro cuerpo y voluntad. Mas no lo lloré, porque jamás me ha abandonado; se dice que un amigo verdadero siempre está aquí, con esa gorra olvidada en el perchero.
Digo, la nostalgia empuja como hierro…
He recibido muchas decepciones ante lo perdido en el horizonte del pasado; no obstante, la melancolía se ha ido con sus guirnaldas y sin avisos, como la alegría de mis abuelos por querer cambiar con sus ideales aquel entuerto de los idiotas, que entre más retorcidos sus discursos, mayor fue el grado de entrega al servicio de la comunidad y a la enseñanza de sus hijos, siendo virtuosos con lo que hablamos y lo que entendimos (honestos y despiertos); se ha formado una familia consciente de su realidad y deber ante lo elegido por cada cual.
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