Al final de los años 1660 nace la vocación de
Nicolás Roland por la educación popular, compartida de manera amplia por múltiples iniciativas contemporáneas, la mayoría concernientes a la educación de las niñas: las Hijas de la Cruz de la
señora de Villeneuve (París, 1643), la Unión Cristiana de la calle de Charonne (París, 1661), las Hermanas de San José (Le Puy, hacia 1662), las Hijas de la Infancia (Tolosa, 1662), las Damas Regentes para la Educación de las Jóvenes y la Formación de Maestras de Escuela para los Campos (Châlons, 1664), las Hermanas Grises de
María Houdemare (Ruan, 1668), las Hijas de la Santa Familia (París, 1670), las Hijas Seculares de la Providencia (Charleville, 1679), etcétera. Como bien lo resume Aroz (1972a), Nicolás Roland:
como un amante, acumuló el magnetismo apostólico de su tiempo. Su fisionomía espiritual lleva la huella de
Bourdoise y
Beuvelet; su piedad profunda y bíblica, la marca de M. Olier; su caridad, el sello humanitario del buen M. Vincent; su obra pedagógica, la influencia de Barré y de Carlos Démia. Si él no es creador en el sentido preciso de la palabra, él es, por el contrario, un ardiente promotor —desafortunadamente desconocido— de la renovación en la diócesis de Reims. (CL 38, p. 64)
De regreso a Reims, Roland negocia con la ciudad la responsabilidad de un orfanato, el Pequeño San Martín, construido en 1664 por María
Brisset, llamada de manera común
señora Varlet, del nombre de su marido. Instalada en la calle Barbâtre a pesar de las oposiciones, y puesta bajo el control de los administradores del hospicio y del Hospital General, la casa de los huérfanos se estanca. El 15 de octubre de 1670 Roland le propone a la ciudad «asumir el cuidado si a la compañía le parecía bien», pero los magistrados permanecen desconfiados47. Él consagra ya una parte de sus rentas para financiar la obra. A finales del mes de diciembre,
Nicolás Barré le envía a dos de sus institutoras, Francisca
Duval y Ana Lecoeur. La primera remplaza con rapidez a la señora Varlet en la dirección del orfanato, trasladado a una casa más grande comprada por
Nicolás Roland a los agustinos de Landèves (cerca de Vouzier en las Ardenas). En esta fecha Juan Bautista ya se ha ido a París. Sin duda él está enterado de esta empresa caritativa, pero no está involucrado.
Durante su ausencia la obra se consolida bajo la dirección de Nicolás Roland. Él confía el economato a un eclesiástico que Y. Poutet propone identificar con un cierto
Remí Favreau, que volveremos a encontrar muy pronto. En 1675 Roland obtuvo del director48 de las escuelas de la diócesis la autorización de abrir dos clases en el orfanato destinadas a los externos que serían acogidos para aprender la lectura y el catecismo. Por el éxito, él va varias veces a Ruan y a París para obtener de Nicolás Barré el envío de algunas maestras. Hasta 1681 diecisiete de ellas se instalan en Reims. Una verdadera comunidad, fortificada por veintiún hermanas hasta esa fecha, se desarrolla de facto, lo que suscita cierta inquietud en la municipalidad y en los administradores del hospital: las autoridades temen que los subsidios hechos al orfanato se desvíen en provecho de las clases para los externos. Los magistrados se niegan a asistir a la bendición de la capilla el 16 de julio de 1675. Dentro de la red familiar Roland encontrará el apoyo necesario, en particular junto a su tía, viuda del consejero Roland en el tribunal, junto a su tío el canónigo
Juan Roland, vocero del capítulo de la catedral, y también junto a su colega
Antonio Faure, vicario general desde 1671. Falta obtener el apoyo del arzobispo, monseñor Le Tellier.
Juan Bautista no aparece en las fuentes que datan de ese periodo, pero eso no significa que él no esté informado. En efecto, los canónigos reprochan a Roland que no cumple sus deberes. La querella es suficientemente grave para que monseñor Le Tellier se vea afectado por ella de 1676 a 1677, a fuerza de reportes de un lado y del otro. Para los denunciantes es evidente que Roland «no puede dividirse en tantas ocupaciones diferentes: huérfanos, hijas devotas, misiones, sin disminuir mucho el tiempo que en conciencia está obligado a dar a su empleo de teologal»49. Por lo demás, sabemos que en 1676 Juan Bautista está listo para renunciar a su canonjía por la casa parroquial de San Pedro el Viejo, siendo con seguridad Roland el instigador de esa gestión. Ella se conecta con el asunto de los huérfanos y de la joven comunidad, dado que Remí Favreau —quien, si todo hubiera sucedido según lo previsto, tenía que haber sucedido a Juan Bautista en el capítulo de la catedral— ya está asociado a Roland en su empresa: él le proporcionó en septiembre de 1674 los primeros bienes raíces y contratos de renta. En abril de 1676, autorizado por Roland, Favreau vende una parte de las tierras cedidas un poco menos de un año antes a las hermanas. Las 2000 libras producidas por esta venta se le dan a Francisca
Duval, con el objetivo explícito de obtener las cartas patentes para el establecimiento de la comunidad de maestras, o si no, «de procurar la misma instrucción en otras ciudades» (Poutet, 170, t. I, p. 543). En esta fecha, la tentativa de permutación de beneficio fracasa. Así, incluso si el lazo no está fijado con claridad entre ella y los trámites legales realizados en la misma época por Favreau en provecho de la obra pilotada por Roland, la coincidencia cronológica basta para establecer no solo que Juan Bautista no puede ignorar esta última, sino también que él está dispuesto a apoyarla. Sin embargo, en esta fecha él no discernirá su vocación y parece que no se plantea ni siquiera la pregunta.
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