El encuentro con la cuestión escolar
Nicolás Roland: una herencia y una misión
Cuando Juan Bautista entra a París, se pone enseguida en búsqueda de un director espiritual. No se sabe si tenía uno antes de su partida. Se ha podido suponer que su tío, el canónigo
Dozet, de quien recibió su prebenda canonical, ejerció esa labor con él, o al menos de mentor, lo que no es exactamente lo mismo; pero esto es una hipótesis que tiene solo a su favor el no ser imposible.
¿Por qué a comienzos de mayo de 1672 se dirige a Nicolás Roland? Primero, porque él lo conoce bien. No solo ambos pertenecen a la élite remense del comercio y del oficio, sino que también son familiares. El abuelo y el padre de Nicolás hacían el comercio fuerte de telas, y el primero incluso estuvo un tiempo asociado a
Juan Maillefer, suegro de
María de La Salle. Luego del fracaso de esta asociación, él adquirió un cargo de comisario de guerras. Nacido el 8 de diciembre de 1642, Nicolás es el primogénito de su segundo matrimonio con Nicola
Beuvelet. Sobre un árbol genealógico, el parentesco es lejano:
Carlota Roland (1601-1683), prima hermana de
Juan Roland, abuelo de Nicolás, había estado casada con
Antonio de La Salle, él primo hermano de Lancelot de La Salle, abuelo paterno de Juan Bautista (Aroz, 1972a, CL 38, p. 94). En este árbol se encuentran también algunos nombres asociados a los La Salle: Cocquebert, Maillefer, o más lejos Rogier, Dorigny, Favart o Colbert. Se puede suponer, pero solo suponer, que el pequeño Juan Bautista encontró a su hermano mayor de casi nueve años con ocasión de las reuniones familiares extendidas que
Luis de La Salle parece haber organizado con gusto.
Ellos no se cruzaron en el colegio en razón de la diferencia de edad y, sobre todo, porque a Nicolás lo educaron los jesuitas. Mientras Juan Bautista realizaba los primeros años de su escolaridad en el Colegio de Bons-Enfants, Nicolás hacía sus estudios en París. Ellos comenzaron a frecuentarse fuera de las sociabilidades familiares, a partir del momento en que Juan Bautista se instaló en su silla en el capítulo de la catedral, el 1.º de julio de 1667, casi dos años después de la instalación de Nicolás en la suya como teologal, el 12 de agosto de 1665 (Pitaud, 2001, p. 79; Leflon, 1963). Con rapidez, Nicolás adquirió la reputación de ser un predicador de talento. No es, pues, imposible que él haya ejercido cierto ascendiente sobre Juan Bautista durante los tres años que separaron su entrada al capítulo de su partida a París, tanto más que Pedro
Dozet murió en el mes de marzo de 1668. Cabe preguntarse si la partida de Juan Bautista no es también el fruto de la influencia de
Nicolás Roland. Clérigo joven y ardiente, penetrado por su misión sacerdotal, él pudo recordar con Juan Bautista sus experiencias parisinas, aún frescas, en San Nicolás de Chardonnet, San Lázaro o San Sulpicio. No es totalmente sorprendente que su joven primo se ponga bajo su guía en la primavera de 1672; tampoco sorprende que, irrigado por la fuente de la espiritualidad sacerdotal, él invitara a su dirigido a comprometerse sin retardo sobre la vía que lo debía conducir allí; aún menos sorprendente, en fin, es que este último aceptara una recomendación que confirmara el plan familiar forjado para él desde hace unos diez años.
En ese momento, el proyecto escolar de Roland se comenzó a esbozar. Con el apoyo de la sucursal de Lyon de la Compañía del Santo Sacramento, muy viva a pesar de la disolución ordenada por el rey en 1666, Carlos Démia publicó en Lyon, en 1668, sus famosas Remontrances (Amonestaciones), redactadas dos años antes46. Ellas se difundieron de manera amplia gracias a la red de la compañía. Probablemente
Féret, párroco de San Nicolás de Chardonner, fue quien se las transmitió a Roland, en quien provocaron un impulso:
sus amonestaciones —escribe él a Démia— han dado tal fruto en todas partes donde se las ha leído, que M. Roland, canónigo y teologal de Reims, tomó la resolución de establecer en esta ciudad escuelas para los pobres y que otra persona se dispone a emplear para este fin una suma considerable. (citado en Aroz, 1972a, CL 38, p. 63)
En 1670 Roland va a Ruan para predicar allí la Cuaresma. Encuentra la red que se constituyó alrededor de
Nicolás Barré y de sus escuelas, que había conocido en 1668 durante una primera estadía de seis meses en la capital normanda:
Antonio de La Haye, párroco de San Amand que lo había hospedado, la
señora de Grainville y la
señora Maillefer, su pariente. La obra emprendida por Nicolás Barré ya se había consolidado. Agrupadas en la comunidad de Maestros Caritativos del Santo Niño Jesús desde 1666, las mujeres que él formó (Francisca
Duval,
Margarita de Lestocq, Ana Lecoeur, María
Hayer) dirigen de ahí en adelante varias escuelas en Ruan, Sotteville y Darnétal.
Читать дальше