los parientes del señor de La Salle, interesados en lo que le concernía y alarmados de su resolución, después de haber admirado su gran virtud, consideraron un deber impedirle los efectos de su decisión; y lo lograron trabajando a escondidas, junto a monseñor el arzobispo, para hacer fracasar las medidas que el maestro espiritual y el discípulo habían tomado juntos. (Blain, 1733, t. I, p. 136)
Cuando se presenta ante su arzobispo, Juan Bautista recibe un neto y definitivo rechazo. Sin duda las gestiones de la familia encontraron un oído favorable en un prelado imbuido de su rango y apegado al mantenimiento de las jerarquías. Sin duda, igualmente, este obispo bastante galicano casi no apreció ver su autoridad obviada por un procedimiento en la curia de Roma. Juan Bautista regresa a Reims confirmado, a pesar suyo, en su canonjía.
El episodio es interesante en más de un sentido. Primero, parece que el
hermano Bernardo, cuya cronología sobre este punto es un poco imprecisa, comete un lapsus significativo al relatarlo. Él evoca una tentativa de permutación con la casa cural de Mézières y no con la de San Pedro el Vejo. La confusión puede venir de él, a causa de las primeras fundaciones de escuelas por Juan Bautista en los años siguientes. Ella puede también traducir un error significativo de memoria en los testimonios que se le entregaron: el escándalo de la permutación abortada habría sido tal que condujo a esta confusión que lo hace aún más grande, la casa cural de Mézières venía mucho más atrás que la de Reims en dignidad y prestigio social. El segundo sentido de esta anécdota, digno de destacarse, es la evolución que ella revela en Juan Bautista. Ciertamente, él no toma la iniciativa de buscar esta casa cural, por lo demás prestigiosa en Reims, él obedece a su director. Pero haciendo eso él demuestra que esta forma de degradación con respecto al estatuto de canónigo no lo asusta. Más aún, él manifiesta que para esta fecha, desde la mitad de los años 1670, él está listo para renunciar a la bella carrera eclesiástica hacia la cual su medio lo conducía sin que parezca que hasta el momento presente él haya refunfuñado al respecto. Seguramente la influencia de
Nicolás Roland entra allí de alguna forma.
Él franquea la última etapa en 1678. El 9 de abril, víspera de Pascua, dos meses después de haber obtenido su licencia en Teología, monseñor Le Tellier lo ordena presbítero en la capilla del arzobispado en Reims. Hubiera podido ser mucho antes si él no hubiera dejado tal intersticio entre el subdiaconado y el diaconado. Hay dudas sobre cómo leer ese último episodio de camino hacia el sacerdocio. Por un lado, la cronología parece mostrar que esos retrasos no revelan tanto una duda sobre su vocación, sino una opción deliberada y una alta exigencia: para Juan Bautista el sacerdocio debe estar apoyado sobre un saber teológico. Por otro lado, es igualmente posible que para esta fecha el episodio de San Pedro el Viejo no sea más, a sus ojos, que un accidente del camino. Dadas las circunstancias, en ese comienzo del mes de abril de 1678 él está sobre la ruta para comenzar la carrera que su familia probablemente soñaba para él.
La tutela de los hermanos
El 8 de abril de 1672, la víspera de su muerte,
Luis de La Salle, sentado en un sillón en su habitación, pasa «su testamento y ordenanzas de última voluntad» ante los maestros notarios Rogier y Angier, notarios reales en Reims. Acto breve cuya principal disposición consiste en nombrar «tutor de sus hijos menores, a la venerable y discreta persona, señor Juan Bautista de La Salle, su hijo». Para esta fecha Juan Bautista es menor de edad, razón por la cual su padre se cuida de precisar que él no podrá «hacer nada sino con el consentimiento» de un consejo de familia compuesto por
Perrette Lespagnol, la abuela paterna de los niños;
Nicolás Moët, consejero en el tribunal y su tío materno;
Simón de La Salle, su tío paterno; y
Antonio Frémyn, cuñado del difunto. Los cuatro son designados ejecutores testamentarios con Juan Bautista (Aroz, CL 41, pp. 158-164).
Desde los primeros días que siguen a su retorno a Reims, Juan Bautista se consagra a la tarea. El 23 de abril se decide que su hermana María se establecerá donde la abuela Perrette Lespagnol, junto con el más pequeño de los hermanos,
Juan Remí, de ocho años, ante el cual ella juega el papel de madre. En cuanto a Juan Bautista, él se instala en la casa paterna con Santiago José (trece años), Juan Luis (ocho años) y Pedro (seis años). El 27 de abril el consejo de familia lo reconoce como tutor de sus hermanos y hermanas menores, salvo María, quien se emancipa y se pone bajo el cuidado de su tío
Simón de La Salle, y
María Rosa, quien está en el convento. Los días siguientes Juan Bautista ordena realizar el inventario «de los muebles, títulos y papeles» de la sucesión por medio de Adán Grailler, secretario del tribunal, para la venta de los muebles, realizada del 30 de mayo en adelante. Entre el inventario y la venta, Juan Bautista retoma el contacto con
Nicolás Roland y decide recibir el subdiaconado. Seguramente, no asistió a la venta o, como mucho, a su primer día, dado que se ordena el 14 de junio, cinco días más tarde, en Cambrai.
Durante cuatro años él asegura con cuidado la conducción de la casa, como lo testifican las cuentas de tutela que nos llegaron45. Al mismo tiempo, él prosigue sus estudios de teología y asume los deberes vinculados con su prebenda canonical. Se pueden tener algunas dudas sobre su asiduidad absoluta al capítulo hasta su regreso de Cambrai, a comienzos de junio de 1672: el arreglo de la sucesión y la preparación de su propia ordenación al subdiaconado probablemente lo acapararon hasta ese momento. Con sus tíos tiene que poner en marcha una estrategia para que el oficio de consejero, dejado vacante por su padre, se transmita a la familia. La dificultad para hacer frente al conjunto de tareas lo conduce a suspender sus estudios —como lo vimos— durante todo el año universitario 1672-1673, consagrado al cuidado de sus hermanos y hermanas; sus funciones en la catedral no se interrumpen. Cuando se trata de preparar con seriedad las sustentaciones de la licencia, le parece indispensable desprenderse de una parte de sus responsabilidades. «Reconociendo que él no podía responder por sus estudios y funciones en la Iglesia», los dieciséis parientes reunidos el 9 de junio de 1676 lo descargan de la tutela de sus hermanos y hermanas menores, asignada a su tío
Nicolás Lespagnol. Él presenta su última cuenta el 2 de octubre siguiente (Aroz, CL 41, pp. 182-183). Es mayor de edad desde el mes de abril —la mayoría de edad se adquiere a los veinte años en el antiguo régimen—, pero él no es totalmente dueño en su casa, puesto que su tío tiene derecho a velar sobre la vida de sus hermanos. La renuncia a su tutela quizá se preparó desde mucho tiempo atrás y no puede estar desconectada de la tentativa de permutación de beneficio que se chocó con el rechazo del arzobispo a comienzos de la primavera, por una parte, y con la ordenación al diaconado que manifiesta la determinación de Juan Bautista de consagrarse a su vocación sacerdotal, por otra parte, incompatible con la carga de una familia.
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