© Coco Moreno Mercader. 2020
© Ediciones Hidroavión. 2020
TextosCoco Moreno Mercader
FotografíasPortada: William Moreland Capítulo I Miedo: Andre Ivn Capítulo II Tristeza: Daoudi Aissa Capítulo III Fuerza: Rebecca Peterson-Hall Capítulo IV Amor: Kenrick Mills
Editado porEdiciones Hidroavión www.edicioneshidroavion.com
ISBN: 978-84-122732-4-3
Depósito legal: A 393-2020
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Para todas las personas
que necesitaron ser valientes.
Cuenta la leyenda, que un hilo rojo invisible conecta a dos personas destinadas a conocerse.
Es bonito pensar que estamos conectados a alguien.
Pero esa belleza se multiplica en la leyenda del hilo azul, una historia con tantas conexiones como personas.
La leyenda del hilo azul es la leyenda del hilo que nos une a todos.
Un hilo construido con las hebras de los sentimientos que compartimos.
Un hilo hecho a partir del amor que sentimos por las personas que queremos, la inevitable tristeza, el miedo que nos hace presos y el valor que nos hace libres.
Un hilo que nos recuerda que no somos tan distintos. Que la diferencia nos hace únicos y a la vez semejantes.
No existen dos personas iguales
que puedan leer esto.
Y cada una lo hará desde un lugar diferente:
el suyo propio.
Sin embargo, gracias al hilo azul
al leerlo estaremos juntas,
aquí,
en este libro.
I
El miedo es una aguja
que no se cree capaz de atravesar el tejido
La mente es una cárcel
porque la llenamos de barrotes.
Tengo que hacer esto.
No debería hacer eso.
Si lo hago, pensarán que…
Si no lo hago, dirán que...
No se esperarían eso de mí.
Me da miedo.
No quiero que crean que...
Puede que le moleste.
No sé cómo va a reaccionar.
Si no sale bien, me puedo arrepentir.
Obsesionarse con la solución
también es un problema.
Dejar de poner estos barrotes
es la única forma
de encontrar un hueco para escapar.
Además, es por esos mismos huecos
por donde llega
lo bueno.
Si esperas a que las cosas pasen
no pasarán cosas que no esperas.
Me costó reconocer la caricia
donde siempre me daban el golpe.
Como un indígena
enseñándole los dientes
a un forastero.
Como el gato
que se eriza ante el desconocido.
Como Buzz
cuando conoció a Woody.
Perdona
que me salten las alarmas.
Me han robado más veces
de las que he denunciado.
Me he quedado sin nada
más veces de las que he merecido.
Y ahora no me creo
que alguien quiera quedarse
en una casa vacía
y se quede conmigo
mientras hago la reforma que necesitaba
para convertirla
en un hogar seguro.
Compartir para no estar solo,
no es compartir.
Porque cuando compartes
para huir de la soledad
no consigues escapar de ella.
De la soledad no se puede escapar
porque nunca dejas de llevarla contigo.
La soledad no es un lugar
del que huir,
sino una parte de ti
que se puede deshabitar.
Me pregunto si algún día
dejaremos de exigirnos tanto.
Si dejaremos de compararnos,
si dejaremos de ponernos metas
de carreras que no son las nuestras.
Si podremos mirar al espejo
sin miedo,
con cariño,
con calma,
con cuidado,
con respeto.
Me pregunto si algún día
haremos las paces
con ese fiel compañero
que es el cuerpo.
Ese que, aunque cambie,
nunca deja de acompañarnos.
Me pregunto si algún día
descubriré que todas estas dudas
tienen una única respuesta:
el amor
hacia todo lo que soy.
No hace falta entender todo.
Pero es necesario vivirlo.
Puede que viviéndolo lo entendamos.
Y si no, no pasa nada.
Ni todo tiene siempre una explicación,
ni siempre vamos a poder tenerla
aunque exista.
A veces, la explicación
tiene menos importancia
que la que le damos.
Ignoramos que buscando un porqué
podemos perder cosas más valiosas que eso,
como las veces que sentimos
lo inexplicable.
Que la cruz
nunca pese tanto
como para no levantar la cara.
Intenté dejar ir a lo que no estuvo.
Intenté soltar lo que nunca me agarró la mano.
Y descubrí que no se puede.
También entendí que esperar
siempre en el mismo lugar
no es esperar,
es no vivir.
Y que no siempre es cuestión de dejar ir.
A veces, hay que irse.
Porque es yéndose de un lugar
como se llega a otro.
Si hay algo que tenemos que dejar ir,
es el miedo a irnos.
Qué difícil es esconder una ballena azul.
Cuando conoces a una,
es complicado que no ocupe
un cajón grande de recuerdos.
Es inevitable vivir en el mar
sin pensar que algún día
volverás a encontrarla.
Tan grande, tan azul.
Tardas en aprender
que no puedes hacer otra cosa
que nadar a donde te lleve la corriente.
Y que las ballenas son inofensivas.
El verdadero peligro
es que el miedo a verlas
te ahogue.
Lo único que no es natural
en los humanos
es la falta de humanidad.
Es inevitable que el miedo venga.
Pero no permitas que se quede.
Lavado de manos frecuente
Robadnos hasta quedaros vacíos.
Robadnos como si no nos importara que lo hagáis.
Como si no nos diésemos cuenta
de que cada vez tocamos a menos.
Robadnos como si estuvierais confundiendo
estas manos en alto
con la rendición de quien está siendo atracado.
Porque las levantamos para que veáis
que las nuestras están limpias.
No os envidio a vosotros,
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