2En otros textos (Roth Deubel, 2007a, 2007b, 2007c, 2008b), he expuesto los cuatro paradigmas vigentes en las Ciencias Sociales que se adosan a los distintos enfoques usados para el análisis de las políticas públicas.
3Tal vez sea útil aclarar que se trata aquí de discutir los enfoques o marcos conceptuales construidos para analizar las políticas públicas y no para establecerlas o construirlas. Por esta razón, habría que distinguir, por una parte, los enfoques para el análisis y, por otra, las teorías, ideas, creencias e hipótesis usadas para establecer y construir las políticas públicas concretas, aunque es claro que existe una relación estrecha entre estas dos actividades. Justamente, porque señalar las variables importantes significa también indicar cuáles son las variables claves para modificar o transformar, en este caso, la política pública. Por lo tanto, la selección de un abordaje teórico conceptual frente a otro tiene una dimensión política o ideológica.
4El término policía (en alemán, Policey) era definido por Justi como el “conjunto de las leyes y reglamentos que conciernen en el interior de un Estado y se consagran a consolidar y acrecentar su poder y hacer un buen uso de sus fuerzas” (en Foucault, 2006, p. 359).
5Rousseau, en la Enciclopedia, definió la economía política como “una suerte de reflexión general sobre la organización, la distribución y la limitación de los poderes en una sociedad” (citado en Foucault, 2007, p. 30).
6Esta definición hace eco de la división que estableció Jeremy Bentham entre agenda y no agenda; es decir, entre las cosas que se deben hacer y las que no se deben hacer desde el gobierno para incrementar la felicidad (citado en Foucault, 2007, p. 28).
7El laissez-faire, el hecho de no actuar, intervenir o regular, es también una elección de política pública realizada por las autoridades gubernamentales.
8Se puede apreciar en estas motivaciones, en particular, en el principio de la eficiencia y el uso de la experimentación científica, claras similitudes con los fundamentos que motivaron a Frederick Taylor (1911) a desarrollar sus principios de organización científica del trabajo a inicios del siglo xx.
9Stone (2002) considera que los objetivos (goals) de las políticas públicas pueden organizarse alrededor de cuatro conceptos que las justifican: equidad, eficiencia, seguridad y libertad. Por nuestra parte, agregaríamos a estos el concepto de justicia, pues toda autoridad pública moderna, todo Estado, justifica sus decisiones y acciones en la prosecución de estos cuatro o cinco conceptos. Además, nos parece que hoy en día los derechos humanos expresan, desarrollan y buscan los mismos objetivos.
10En Colombia, al igual que en otras partes del mundo, tanto la estructuración de los programas curriculares como los principales textos de introducción al estudio de las políticas públicas en el mercado usan generalmente también esta perspectiva. Los principales libros de texto empleados en Colombia son los de Aguilar Villanueva (1992), Mény y Thoenig (1992), Vargas Velásquez (1999), Salazar Vargas (1999), Roth Deubel (2002) y Muller (2002).
11En el mismo sentido he utilizado la metáfora del Estado relojero para señalar esta perspectiva de soluciones mecanicistas (Roth Deubel, 2007d).
12Retomando a Alvin Weinberg, Majone ([1989]1997) define lo transcientífico como el conjunto de “cuestiones de hecho que pueden enunciarse en el lenguaje de la ciencia, pero que, en principio o en la práctica, es imposible que esta los resuelva” (p. 37).
13La palabra arte viene del latín ars que significa habilidad, oficio y conocimiento técnico. Durante el Medioevo no se distinguían las artes de las ciencias.
14Majone ([1989]1997) considera que, con el paso del tiempo, “la eficiencia técnica como meta o como criterio de elección ha sido sustituida por la eficiencia económica” (p. 48).
15Cómo lo señala Aristóteles en su Retórica, es necesario deliberar sobre “todo lo que puede ser de otra manera” (2005).
16Se conoce esta clasificación bajo el nombre de las “tres íes”, por las iniciales de las palabras intereses, instituciones e ideas.
17En este momento, tal vez es preciso recordar la clara relación existente entre el desarrollo de la retórica, como arte de la persuasión y del escuchar bien, y el florecimiento de la democracia. La democracia instaura el diálogo persuasivo y la deliberación como los modos de tomar decisiones, en vez de tomar decisiones unilaterales y autoritarias. Como lo señala Ramírez (2001), “la retórica es necesaria como antídoto de la mentalidad tecnocrática” (p. 73).
18La práctica general del APP ampliamente ha desnaturalizado la ambición inicial de ser una actividad ilustradora y formativa para los ciudadanos, capaz de fortalecer los valores e instituciones democráticas, para volverse una práctica profesional de expertos ligados a las instancias gubernamentales, las universidades y las organizaciones privadas (los llamados “tanques de pensamiento” o thinks tanks). El resultado es una actividad empobrecida, en la que se ha minimizado tanto el estudio de los problemas como la importancia de la multidisciplinariedad, y que se pretende objetiva o apolítica, que hace del análisis un ejercicio frecuentemente tecnocrático e instrumentalizado que ofrece “recetas” para los gobiernos de turno en busca de reforzar su legitimidad.
19En su concepción, una política neoliberal se caracteriza por fomentar la competición entre individuos y (eventualmente) organizaciones. Se parte de la idea que esta competición generará una distribución más eficiente de los recursos públicos. Por lo que se privilegia así la constitución de una sociedad basada en la lucha de todos contra todos y el individualismo (en particular, para obtener contratos y empleos públicos) y se desincentivan las acciones públicas que favorecen la ayuda mutua, la solidaridad y la cooperación entre individuos o grupos sociales.
20Incluso las grandes instituciones internacionales (como el Banco Mundial, el Banco interamericano de desarrollo [BID], el Fondo Monetario Internacional, etc.) usan una perspectiva neoinstitucional para promover sus reformas pos-Consenso de Washington, aunque sus modelos simplificados de análisis son más bien pobres frente al potencial de esta perspectiva analítica. Compárese, por ejemplo, BID (2006) con Ostrom (1990; 2005).
21En la literatura francesa, en particular, el concepto de acción pública tiende a remplazar el de política pública, como lo hace el de gobernanza con el de gobierno, para señalar la necesidad que tiene el Estado contemporáneo de coordinar sus intervenciones con otros actores, públicos, privados o asociativos, para formular e implementar sus decisiones. Específicamente, se puede decir que la acción pública tiende a privilegiar una mirada en interacción del tipo bottom up, que incluye a actores no estatales, mientras que la política pública se situaría más en una perspectiva top down, centrada en las actividades propias de las instituciones gubernamentales (Lascoumes y Le Gales, 2007, pp. 7-13).
22Sabatier (1988) define una comunidad de política como “el conjunto de actores, personas pro- venientes de varias organizaciones tanto públicas como privadas […] que comparten una serie de valores y de creencias acerca de algún problema y que se coordinan en su actividad y en el tiempo para alcanzar sus objetivos”. En este sentido, las comunidades de política están en la base de las coaliciones de “militantes” (AC).
23Al aplicar este modelo a la política ambiental colombiana (Roth Deubel, 2002, pp. 167-209), hemos detectado dos cambios paradigmáticos desde que el tema entró en la agenda pública ocurridos en 1936 y 1993. En cuanto a la política de derechos humanos, utilizando un modelo un tanto diferente, se consideró que el cambio paradigmático que ocurrió hacia 1990 y con la nueva Constitución de 1991 se quedó prácticamente en el plano discursivo, pues no logró consolidarse posteriormente (Roth Deubel, 2006). Al respeto, Surel (1998, p. 176) señala que, a diferencia de lo que ocurre con los paradigmas científicos, un paradigma “societal” no es remplazado totalmente por otro, sino que existen “retraducciones” de elementos, “mecanismos de resistencia” y de “adaptación” complejos y a veces contradictorios.
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