Cuando le he preguntado de dónde ha sacado toda esa información, me ha confesado que mantiene una relación con Hanis, el mago del agua, y que este, escuchando una conversación entre su padre y un grupo de afines, ha descubierto que está gestándose una rebelión y que acabarán con todos los impuros de Silbriar .
—¿Y qué tiene eso qué ver con nosotras? —le he preguntado confusa.
Y me ha respondido que todo. Porque, según una de las Profecías Blancas, los libertadores de ese régimen tiránico pertenecen al linaje de Ela, portando cada uno de ellos los tres dones mágicos.
Yo la he mirado con dudas que han debido ser más que evidentes en mi rostro, porque me ha suplicado que la ayude a escapar. Le he sugerido que podríamos hablar con nuestros maestros para verificar esa información, pero ella ha negado con la cabeza y me ha dicho que cualquiera de ellos podría estar apoyando esa rebelión oscura. Yo no me imagino a Zacarías planeando una conspiración de ese tipo. Él no es un hombre sencillo. Es cierto que es algo vanidoso y su retórica no es nada discreta, pero jamás albergaría tales pensamientos.
— Si esa gentuza descubre que he mantenido una relación secreta con Hanis, me matarán sin dudarlo. Él ha cruzado los Bosques Altos a caballo para advertirme... Esther, ¡por Dios, tienes que creerme! —me ha suplicado.
— ¿Y cómo pretenden averiguar si somos hijos de Ela? ¿Con el Libro de los Descendientes ?
— Están reuniendo datos. La mayoría de los objetos mágicos son heredados, o al menos la facultad de poseer uno de ellos. Primero descartan a aquellos guardianes que no hayan heredado los dones a través de su línea genética. Ya sabes que puede romperse la cadena cuando no existe un descendiente digno, y entonces el objeto busca a un nuevo portador. En este caso, es imposible que la persona sea un descendiente de Ela, ya que estos siempre ostentarán la condición de puros para recibir el objeto. Yo procedo de una familia que, hasta donde conozco, siempre ha poseído un objeto, aunque no haya sido el mismo. Ha habido magos, artesanos y guerreros en mis antepasados.
— Y en la mía igual, pero en la mayoría de las familias sucede así. A veces se salta una generación, pero el don latente despierta en la siguiente.
— ¡Por eso están investigándonos! Si descubren una línea de sangre mágica en nuestro ADN, estamos acabadas.
— Pero ¿por qué estás convencida de que serías una buena candidata?
— Porque he infringido las reglas dos veces. Mantengo una relación prohibida y, además, creo que estoy embarazada.
A Valeria se le aceleró el pulso y continuó leyendo las páginas con rapidez, intuyendo que algo importante estaba acercándose.
Al final, conseguí apaciguar los nervios de Lía. Le dije que si escapaba ahora, resultaría sospechoso. La he cubierto durante varios días, mintiendo, diciendo que no se encontraba bien.
He aprovechado para indagar más sobre las Profecías Blancas y estudiar con más ahínco el Libro de los Guardianes , concretamente el tomo de los Descendientes , donde se enumera quién ha poseído un objeto concreto y por cuáles manos ha pasado. Esto es algo muy difícil. No me encuentro cómoda no contándoselo a mi maestro.
También he hablado con Sybila hoy. Me parece una mujer sensata. Es la suma sacerdotisa, y no veo oscuridad en sus ojos. Le he preguntado si alguna vez han recurrido a la magia para localizar esa supuesta extirpe perdida de Ela. Ella me ha sonreído y me ha contestado que no hay necesidad de eso, que Silbriar vive en paz, que debemos confiar en el destino y que ya aparecerán cuando sean requeridos. Entonces, me ha dicho que no hay que darle tanta importancia a las Profecías Oscuras, que muchas de ellas ni siquiera se han cumplido. Pero antes de que pudiera preguntar más por esas profecías, ha venido su hermana Moira a buscarla.
Valeria se mordió el labio inferior con insistencia. ¿Moira? ¿Por qué le sonaba tanto ese nombre? ¿Dónde lo había escuchado antes? Estrujó su cerebro hasta casi creer que iba a reventarle. ¡Dios mío! ¡Claro!
—¡Tengo algo! Sí, sí... Creo que es importante. —Se levantó de un brinco y, con los brazos en jarra, observó a sus amigos, que cabeceaban sobre la mesa—. ¡Dani! ¡Jonay!
—Estoy escuchándote —respondió el guardián de Pan, quien continuaba con la barbilla apoyada en la madera—. ¿Qué es eso que has averiguado?
—¡Moira! —exclamó exaltada—. Es el nombre que dijo mi hermana antes de saltar de la balsa.
—¡¿Qué?! ¿Quién es esa? —preguntó Daniel, estirando los brazos y ocultando un bostezo bajo su mano.
—Lidia la nombró, dijo que Kirko tendría problemas con ella si volvía al castillo. ¿No lo entendéis? ¡Moira es la bruja! Mi madre la conoció durante su estancia en Tirme. Era una sacerdotisa, y si recordamos las sospechas de Samara, siempre pensó que la bruja era una tirmiana traidora.
—¿Tu madre conoció a la bruja? —Daniel la miraba atónito.
—Descubrió que estaban haciéndoles pruebas a los guardianes para tratar de eliminar a los posibles descendientes de Ela antes de iniciar la rebelión.
—Pero si las sacerdotisas colaboraban con Lorius, ¿para qué molestarse en quemar su propia ciudad? —Jonay se había enderezado y le prestaba atención.
—No todas estaban en el ajo, es evidente —respondió entre dientes—. Y siempre cabe la posibilidad de que no fuera Lorius quien prendiera la llama.
—Tienes razón. Lo más lógico es pensar que a las sacerdotisas las cogieran por sorpresa y que fuera la propia Moira quien encendiera la mecha —añadió Daniel—. ¡Es la bruja!
Valeria se dejó caer de nuevo en la silla, abatida. Su madre estaba conociendo a los principales protagonistas de la conspiración que pronto terminaría con el reinado de la casa de Sión y con Silona apresada. Su padre le mostró su apoyo descansando la mano sobre su hombro. También estaba siendo duro para él. Había perdido a su mujer y ahora a una hija.
—Papá, ¿llegaste a conocer a esa tal Lía que mamá menciona en el diario?
—No, pero en los últimos meses hablaba todas las semanas con ella. Era una guardiana de Argentina, creo, no estoy muy seguro. Mamá estaba muy preocupada por ella. Estaba teniendo un embarazo difícil.
—¿Sabías que el padre de ese niño era un mago?
—No tenía ni idea. —Suspiró lentamente, pensando en toda la información que Esther le habría ocultado para protegerlo. De sus últimos viajes apenas le habló—. Pero no era de un niño. Esa mujer estaba esperando trillizos, si no recuerdo mal.
—¿Trillizos? ¡Los tres dones en uno! Lía debió pensar que ella era la madre de los elegidos... ¿Y qué pasó con ella? ¿Sabes algo?
—No. Llegó un día en que no respondió a las llamadas de tu madre. Esther estaba convencida de que algo malo le había sucedido.
—Estaban intentando descubrir la ascendencia de todos los guardianes con un libro.
—El Libro de los Descendientes es uno de los tomos que forman parte del Libro de los Guardianes —escupió Jonay, como si estuviera impartiendo una clase de Historia—. El segundo corresponde al Libro del Destino , que narra las hazañas pasadas y futuras de los objetos. Y el último es el Libro de los Nacimientos , que tiene en su poder Prigmar, el duende de la tienda de los cuentos.
—Es decir, si he entendido bien, en el Libro del Destino figuraría la capa y las peripecias de esta, incluso podría llegar hasta las elegidas si fuera necesario. —Daniel reflexionaba sobre las implicaciones de su propia afirmación—. En el de los Descendientes , quién la ha poseído hasta ahora, y en el de los Nacimientos , la ubicación de quién la tendrá.
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