[3]Para algunos historiadores de la medicina, el decreto de cuarentena de 1377 en Ragusa (hoy Dubrovnik, Croacia) se considera uno de los logros más importantes de la medicina medieval. Al ordenar el aislamiento de los marineros y comerciantes sanos inicialmente durante 30 días (que luego se extendería a 40 días), los funcionarios de la ciudad revelaron un conocimiento notable del periodo de incubación de la peste. Los recién llegados eran mantenidos en aislamiento el tiempo suficiente para determinar si, de hecho, estaban libres de la enfermedad (Tomic y Blažina, 2015). A Ragusa también se le atribuye la formación de la primera oficina de salud pública. En 1397 estableció el primer gabinete de salud permanente, cuyos miembros fueron elegidos entres los patricios. Entre otras tareas, fueron responsables de vigilar la aparición de brotes epidémicos.
[4]En ese momento coexistían tres nociones sobre el origen de esta enfermedad, algo contradictorias entre sí: 1) como castigo divino por la transgresión individual o colectiva; 2) como resultado de «miasmas» o malos olores producidos por la descomposición, y 3) como resultado de un contagio de persona a persona.
[5]El término guerra biológica puede sonar aquí anacrónico; sin embargo, según Wheelis (2004: 15), se conocen actos aislados de uso de armas biológicas en varios asedios medievales.
[6]Wheelis reproduce un relato vívido de Gabriele de’ Mussi (ca. 1280-ca. 1356). De hecho, la peste bubónica no se transmite de persona a persona. El patógeno es una bacteria que tienen roedores como huésped. En las ciudades medievales, eran ratas. Las pulgas de estas últimas se contagian e infectan a los humanos. La especulación de los cronistas medievales se basaba en el supuesto veneno de las lesiones bubónicas y erupciones cutáneas, horribles y pútridas, en una hipótesis miasmática que era equivocada (comunicación personal de Naomar de Almeida-Filho, 26 de agosto de 2020).
[7]Aunque este esfuerzo conjunto duró poco, representó sin embargo un importante intento de cooperación internacional en materia de salud, antes de la primera Conferencia Internacional de Salud, celebrada en París en 1851.
[8]San Roque, del cual se ha informado que fue infectado con la peste curándose «milagrosamente», es un protector contra la peste y patrón de los discapacitados, los cirujanos y los perros. Hay muchas iglesias, entre las comunidades católicas del mundo, dedicadas a san Roque.
[9]A principios del siglo xx, cuatro millones de personas ya había sido vacunadas en la India. Desde entonces, los episodios de peste bubónica han sido esporádicos. Una excepción parece ser el episodio de peste bubónica de 1994. Tras este brote de peste, 52 personas perdieron la vida, la enfermedad provocó pánico y fuga de la ciudad de Surat, por temor a ser puestos en cuarentena (Dutt, Akhtar y McVeigh, 2006: 756). Aunque el brote duró poco más de dos semanas, este episodio hizo resurgir varios estereotipos coloniales sobre la India.
[10]En Madagascar, la peste se volvió endémica. Estudios realizados por Mónica Green (2018) sugieren que la actual epidemia de peste en este país es el resultado de una cepa de Yersinia pestis de la pandemia que se inició en el siglo xiv.
[11]Nótese que Gandhi escribió varias columnas de opinión sobre el significado y el impacto de la peste en Sudáfrica, entre 1899 y 1904 (Prasad, 2015: 123).
[12]Refiriéndose específicamente a Australia, Judy Campbell afirma que las enfermedades infecciosas asociadas con la infancia en el contexto de Reino Unido (por ejemplo, sarampión, varicela, viruela, rubéola, etc.) eran desconocidas entre los aborígenes cuando llegaron los colonizadores. Para esta autora, los primeros brotes de viruela, la más letal de las enfermedades infecciosas, identificados a finales del siglo xviii, fueron el resultado de contactos con los colonos, o del contagio de contactos con marineros infectados venidos de las islas del norte (Campbell, 2002: v).
[13]Cocoliztli describe una forma de fiebre hemorrágica que era nueva en el centro de México después de la conquista. Ttrabajos recientes sugieren que fue una infección causada por Salmonella enterica (Vågene et al., 2018). Aunque hubo pequeños brotes durante el siglo xvi, las dos principales epidemias fueron las de 1545-1548 y 1576. Tras el segundo brote, que se produjo treinta años después de la gran devastación, los datos de dos censos de familias españolas e indígenas muestran que la peste se llevó el 45 por 100 de la población indígena (de los casi cuatro millones que habían quedado).
[14]Los datos estadísticos de 2010 (IBGE) estiman la población indígena de Brasil en torno a 817.963 personas. De este total, 502.783 se encuentran en el área rural y 315.180 habitan en centros urbanos. Mayoritariamente concentrada en la región norte de Brasil, el censo hace referencia a la existencia de 305 etnias diferentes y 274 lenguas indígenas. Datos disponibles en: [ https://indigenas.ibge.gov.br/], consultado el 1 de abril de 2020.
[15]Véase Fenn, 2000.
[16]«Algunos de mis amigos, indios como yo / practican / el muy sagrado encogimiento de hombros indígena. / “Calma / nos están dando mantas / infectadas de viruela”. Pero es que son los Trumps / su perversa incompetencia / y su delirante arrogancia / nos están atacando / con viruela-del-alma.»
[17]Para Michael McConnell (1997: 195-196), es probable que esta epidemia de viruela tuviera otras fuentes de contagio, además de las mantas contaminadas. Lo cierto es que la epidemia de viruela dejaría inmensas bajas entre los grupos indígenas, facilitando la conquista inglesa de los territorios de América del Norte (Wright, 1992; Kelton, 2015).
[18]El «método» es muy antiguo, y no sólo sirvió para eliminar «razas execrables», aunque a veces es difícil determinar si se utiliza deliberadamente o no. Tucídides habla de la peste de Atenas durante la Guerra del Peloponeso (431-404 a.C.), probablemente la primera epidemia de viruela de la que hay registro. La peste fue devastadora para los atenienses, pero intimidó tanto a los espartanos que se abstuvieron de invadir Atenas (Fenn, 2000: 1573).
[19]Véase Cook, 1998.
[20]Los botocudos (o xoclengues), del grupo lingüístico Macro-Jê, se estructuraron en grupos nómadas de tradición guerrera, que habitaban la región de la Mata Atlántica. Numerosos en la época de las primeras incursiones de los colonos europeos, ocuparon un área extensa, que incluía los territorios de la región sur de Bahía, el valle del Río Doce, incluyendo el norte de Espírito Santo y Minas Gerais. Hoy en día quedan grupos residuales, especialmente en las cuencas de los ríos Mucuri y Pardo.
[21]Los puris son uno de los grupos indígenas más pequeños de Brasil. Pertenecen al tronco lingüístico macro-jê, y se encontraron inicialmente en los estados del sudeste: Espírito Santo, Río de Janeiro, Minas Gerais y São Paulo. Hoy se encuentran principalmente en Minas Gerais.
[22]Timbira designa a un grupo de pueblos indígenas en Brasil, que hablan la lengua timbira (tronco macro-jê), que viven principalmente en el sur de Maranhão, el este de Pará y el norte de Tocantins.
[23]Bugreiro era el individuo especializado en atacar y exterminar a los indígenas brasileños que fueron contratados por los gobiernos de las provincias de Paraná, Rio Grande do Sol y Sta. Catarina. El término proviene de la palabra bugre, que era como se conocía peyorativamente a los índigenas del sur de Brasil.
[24]Sin embargo, sólo en el siglo xix, con la efectiva ocupación colonial de Mozambique, se conocerán mejor las enfermedades infecciosas que atacaron a la población africana. Hasta entonces, la lista de enfermedades conocidas se refería en esencia a aquellas que afectaban fundamentalmente a los europeos: fiebres palúdicas, disentería, viruela, sarna, sífilis, etc. (Almeida, 1883: 19ss.)
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