«EL AYUNTAMIENTO CONSTITUCIONAL DE SAN MARTÍN DE PROVENÇALS
Primera. La fachada del edificio seguirá la línea y rasante fijadas en los proyectos de alineación aprobados o que en los sucesivo se aprobaren, a cuyo efecto serán aprobados por el Ayuntamiento del Municipio.
Segunda. Si la construcción o edificio ha de emplazarse en el ensanche de la población, vendrá a cargo del propietario el replanteo de la parte de manzana que le corresponda, al cual será también comprobado por el Arquitecto Municipal y quedará además obligado a cumplir la Ley de 22 de diciembre de 1876 y demás disposiciones vigentes.
Tercera. Deberá verificar la explanación del trozo de vía correspondiente al edificio que pretende construir hasta la mitad del ancho de la calle y observar las ordenanzas municipales de Barcelona referentes a obras de nueva construcción ínterin no las tenga propias este Municipio».
Se habían acabado los caminos de carro, los pasajes, los cobertizos que bordeaban los caminos, los campos: a partir de ahora todo debería mantenerse en el interior de la cuadrícula.
El número 1 de 4 cantons, de 30 de junio de 1963.
Pero, a pesar de esta idea unificadora, el barrio siguió con sus leyes. Una línea de autobús, la Catalana, cubrió el trayecto entre el Clot y Pueblo Nuevo hasta 1980, como si los dos vecindarios continuaran unidos por el cordón umbilical de la calle San Juan de Malta. En su recorrido por el dédalo de calles estrechas, la Catalana ignoraba la A-19 que conectaba con la autopista del Maresme y que, fea y pretenciosa, había substituido la antigua carretera de Mataró. Las calles del Ensanche no unieron Pueblo Nuevo con Barcelona, separados por la A-19 y por la vía del tren. En lo que más tarde sería la avenida Diagonal se construyeron algunos edificios aislados, de acuerdo con «la prolongación de su eje» (que recortaba las esquinas en ángulo agudo, sin que se pudiera entender muy bien cual era el sentido de aquella extraña alineación). Hasta los años noventa solo había unos pocos tramos de la Diagonal construidos, separados por fábricas, descampados y el campo de fútbol del All i Oli, en el cruce de la calle Llacuna.
El autobús la Catalana, que hasta 1980 cubría la línea Clot-Poblenou.
En 1963, desde la parroquia de Santa Maria del Taulat se puso en marcha una revista. La titularon 4 cantons , para recordar aquel cruce que había sido el centro del barrio. Proponía rutas (los toneleros, la playa de la Marbella, la fábrica de galletas Solsona). Sus jóvenes reporteros entrevistaban a vecinos singulares: Francisco Martín El Chaparrero, torero (otro matador fue Sebastián Rengel: ninguno de los dos triunfó en los ruedos). Explicaban que las industrias del barrio Montroy Masana, Frigo y Trinaranjus tenían estands en la Feria de Muestras; que Pueblo Nuevo era el último reducto de los tranvías de vía estrecha o que un vecino aventurero, José Fiusa, sobrevivió a un naufragio en el océano Índico. Si enviaban a un colaborador al barrio de la Plata o a los Quatre Cantons, enumeraba las tiendas, como si estuvieran desde siempre y tuvieran que permanecer allí para siempre.
«Los cuatro establecimientos que, realmente, forman los 4 cantons son los siguientes: el popular comercio de vinos y licores conocido familarmente por Ca’n Guixer; el garaje de la compañía de Autobuses San Martín (las populares Catalanas ); una sucursal de la Caja de Ahorros y Monte de Piedad de Barcelona y otra sucursal del Banco de Bilbao. También se identifican con el lugar la Pastelería Rodríguez, el pequeño establecimiento destinado a la venta de helados, la sastrería La Africana, la parada de taxis y algunos otros».
Y a continuación entrevistaban, como si de una personalidad se tratara, al propietario de can Guixer.
La colección de 4 cantons se puede leer de muchas maneras. Como un punto de partida de los movimientos vecinales; como un foco de resistencia al plan de la Ribera y a las actuaciones urbanísticas que han acabado por destruir el barrio; como el núcleo desde el cual, en diferentes etapas, surgieron periodistas de la Transición como Rafael Pradas o Josep M. Huertas Claveria. Me he apuntado el titular de un reportaje de 1963: «En los límites de nuestro barrio, el zoo barcelonés es uno de los mejores de Europa». Qué bestia. Menudo esfuerzo para evitar ser digeridos por la nada, dibujar un territorio, definir una identidad. Crear un mapa mental que contrastaba con el Pueblo Nuevo que conocías, tan inconcreto y fragmentario. En todos estos años Pueblo Nuevo no ha cambiado mucho. Pequeños núcleos de casas antiguas en medio de un páramo formado por descampados y fábricas, más tarde por talleres y agencias de transportes, hoy por hoteles y promociones inmobiliarias.
Pesetas de Pueblo Nuevo (1978): se emitieron para paliar la falta de moneda fraccionaria a causa de la automatización del cobro de los autobuses.
En 1977 sobrevino en Barcelona una gran escasez de moneda fraccionaria. Transportes de Barcelona instaló en algunas líneas de autobuses máquinas de cobro automático de la marca Azkoyen. En la línea 36, que comunicaba Pueblo Nuevo con la Barceloneta, por la avenida Icaria, desaparecieron las unidades con cobrador, que tenían entrada por la parte trasera, con una plataforma. En lugar del cobrador encontrabas una máquina, pintada de amarillo, con una ranura para introducir las monedas. Estas máquinas no daban cambio, y como el precio del billete era de nueve pesetas, cada vez que subías al autobús necesitabas un duro y cuatro pesetas: en pocas semanas, las monedas de peseta desaparecieron de la circulación. El mercado de Pueblo Nuevo emitió unas pesetas de latón, en diferentes modelos, que llevaban dibujadas verduras, dos pescados, un bacalao… Mi madre regresaba de la plaza con estas pesetas sin valor real, pero que nos despertaban una ilusión inexplicable. En alguna cajita, en el piso de la calle Luchana, se debieron quedar. Las he buscado cuarenta años después, y he localizado una colección en una tienda de antigüedades. He descubierto que el mercado de San Andrés también tuvo sus pesetas, de diferentes modelos (con un queso, unos rábanos y un bote de conserva). En el lenguaje de la numismática, este dinero sin valor legal se conoce como monedas de necesidad.
Monedas de Pueblo Nuevo: las guardaríamos. Con suerte nos ayudaban a echar raíces. Años después las podríamos mostrar como se enseñan los cupones de racionamiento y los billetes de la guerra: como un mundo que existió y que tal vez existe aún en secreto, enterrado bajo una agobiante mediocridad.
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