Fernando Vilches - La divertida aventura de las palabras

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El lenguaje es el mayor don que posee el ser humano, pues con él expresamos todo tipo de sentimientos, necesidades, opiniones y deseos, de hecho, el lenguaje es lo que nos hace ser humanos. Este libro trata de provocar a los lectores con un viaje por las palabras del español, sus significados propios y acepciones impropias, las palabras de la infancia y las del español de América, los neologismos y los lenguajes especializados, las distintas jergas juveniles e incluso la perversión del lenguaje políticamente correcto, que tanto daño ha hecho. Sin olvidarnos, por supuesto, de aprender a usar bien el diccionario o del buen uso de las siempre esquivas tildes. Con su amor por el idioma, Fernando Vilches consigue convertir el estudio del español en un divertido viaje por nuestro idioma cuidando los dos aspectos fundamentales del lenguaje: la forma y el fondo. Al terminar el libro, el lector habrá ampliado su bagaje cultural y lingüístico, se habrá enriquecido sin darse cuenta e incluso, inevitablemente, habrá sonreído más de una vez. Como señala Carlos Herrera, prologuista del libro, y con quien colabora el autor, «El libro que tiene en sus manos, desconocido y respetado lector, es una mezcla de la pasión que siente Fernando Vilches por la hermosa lengua de Cervantes y de su dedicación a enseñarla a quien quiera acompañarlo en este empeño».

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Abolir

Para el Diccionario de la Real Academia Española (en adelante, DRAE), sigue siendo un verbo transitivo defectivo*, es decir, que solo puede usarse en las formas que contienen la i en su lexema. Por ello, son espurias o incorrectas aquellas que se emplean sin que esté presente esa vocal. Veamos un ejemplo. En cierta ocasión se debatía en el Parlamento español de la República, la abolición de la pena de muerte. Los de un lado decían: «Que se abola, que se abola». Los del otro, «Que se abuela, que se abuela». Y el líder del Gobierno espetó: «Que se abolezca, que se abolezca». ¿Quién usó la forma verbal adecuada? Ninguno lo expresó con corrección. Lo que la norma permite con este verbo defectivo es: «Que sea abolida».

Acusar

Es muy habitual, en la información periodística sobre tribunales, que los profesionales de la comunicación empleen vocablos de uso común para un lenguaje de especialidad. Nada tenemos en contra de esta costumbre, salvo cuando esa vulgarización del lenguaje altera las funciones propias de cada uno. Un juez imputa (ahora, investiga) y el fiscal acusa; así son las cosas (de estos cambios hablaremos más detalladamente en el capítulo «Poder y fuerza de las palabras»).

Adolecer

Muy al contrario de lo que se cree de un modo muy mayoritario, adolecer significa ‘tener o padecer algún defecto’ y, en ningún caso, ‘carecer de algo’, como pretenden expresar los que dicen, por ejemplo, «el presidente del Gobierno adolece de liderazgo». Así, uno puede adolecer de tacañería, de egoísmo, de ineptitud o de ignorancia, pero nunca de algo positivo como empatía, capacidad o inteligencia, por mucho que la expresión se emplee para manifestar la falta de ello. «Es muy difícil trabajar con él porque adolece de simpatía» sería, por tanto, incorrecto.

Agravante /atenuante

Encontramos un error muy extendido con estas figuras jurídicas, a las que muchos medios atribuyen género masculino, cuando, en puridad, son formas femeninas. Pensemos que el sustantivo que se elide[3] (es decir, que se omite) en el término es circunstancia, de ahí que ambos adjetivos hayan de utilizarse en género femenino.

Agua /aguas

Para la gente normal —bien es verdad que ya de cierta edad—, hacer aguas ha sido toda la vida orinar y hacer agua se utiliza con el siguiente significado: ‘Dicho especialmente de un proyecto: presentar debilidad o síntomas de ir a fracasar’. Si lo aplicamos a una embarcación, se trataría de una peligrosa avería en el casco, que podría ser la causa de su hundimiento.

Antediluviano

A veces, los hablantes se dejan llevar por una falsa asociación de vocablos y crean neologismos cuyo sentido dista mucho del que buscaban inicialmente. El prefijo anti- significa ‘en lugar de’ o ‘contra’, en tanto ante- denota ‘anterioridad en el espacio o en el tiempo’. Nadie puede estar contra el Diluvio (el de la Biblia), pero sí puede ser calificado de antediluviano (si por sus ideas o actitudes parece nacido antes del episodio bíblico, o sea, muy carca, en lenguaje coloquial).

Antiguo

Ha cuajado feliz y repetidamente la expresión antiguas pesetas cuando se trata de traducir los euros a la desaparecida moneda española. Pero ninguna de las acepciones de este adjetivo casa con propiedad en el mensaje que se quiere transmitir. Ya no existen las, por muchos añoradas, pesetas, por lo que el adjetivo adecuado sería desaparecidas. No ocurría así antes en Francia, donde se podía hablar de «francos nuevos» o «francos antiguos».

Antípoda

El adjetivo —‘que habita en un lugar de la Tierra diametralmente opuesto al de otra persona’— se debe emplear, en español culto, como masculino y, lógicamente, cuando lo encontramos en su uso más frecuente, es decir, sustantivado y en plural, debemos escribir los antípodas, aunque el DRAE acepte ambos géneros.

Apercibir

Es impropiedad debida a galicismo. En español sería más propio utilizar advertir, notar, darse cuenta.

Autodefensa

Es un anglicismo que tiene como equivalente en castellano el sintagma defensa propia.

Austericidio

En noviembre de 2013, el expresidente del Gobierno Felipe González señaló que había que rebelarse contra el «austericidio» con «políticas sensatas». Se equivocaba, y no porque los recortes no provoquen problemas sociales extremos contra los que haya que protestar, sino porque la palabra se refiere a ‘matar la austeridad’ y no a ‘matar por exceso de austeridad’, sentido con el que suele emplearse en determinados círculos, de igual manera que un homicidio es matar a un ser humano. La Fundéu recomienda emplear como alternativa austeridad suicida, austeridad homicida o austeridad letal.

Breves minutos

En español, abreviar significa ‘acortar, reducir a menos tiempo o espacio’. El adjetivo breve, por tanto, se puede aplicar a todo aquello que ha sido acortado o reducido. Muchas personas lo acompañan del sustantivo minutos, con lo que se convierte en una expresión imposible, pues todos los minutos tienen sesenta segundos y no se pueden abreviar por más que uno se empeñe. Para solucionar el problema, contamos con la expresión breves momentos. Otra cuestión muy distinta es que, por cualquier tesitura, los minutos se te «hagan muy largos», como puede ocurrirle a alguien ingresado en un hospital o que espera el nacimiento de un hijo. De hecho, todavía a las embarazadas que están a punto de parir se les desea que tengan «una hora corta».

Captores

Se trata de un anglicismo que intenta sustituir a un vocablo español que posee mucha más fuerza comunicativa. En nuestro idioma, la palabra secuestrador se ajusta muchísimo mejor a lo que se quiere decir.

Cargado

Solo puede referirse a cosas, mercancías o animales; en enunciados del tipo «un avión cargado de pasajeros», el término debería ser sustituido por repleto.

Carioca

Si acudimos al diccionario, porque hemos de usar esta palabra, que no es corriente en español, leemos: «Natural de Río de Janeiro». Sin embargo, especialmente en el mundo del deporte, con este adjetivo se ha hecho una extensión impropia a todo Brasil, de modo que se nombra incorrectamente a su selección de fútbol como «la selección carioca». Lo correcto, pues, es «la selección brasileña» o, coloquialmente, «la canarinha» (canariña en español), y solo el equipo de fútbol de Río de Janeiro podrá ser llamado «el equipo carioca».

Celebrar

Con frecuencia se confunde con conmemorar: «Los neoyorquinos celebraron con manifestaciones el aniversario de la destrucción de las Torres Gemelas», como si fuesen a descorchar el champán, felices por los durísimos acontecimientos. Cuidado. Celebrar es ‘festejar’, ‘realizar un acto o espectáculo’, por lo que, a no ser que se trate de un acontecimiento solemne o que tengamos en muy poca estima a las víctimas, debemos utilizar conmemorar.

Climatología

Muy de moda está también esta palabra —y sus adjetivos derivados—, aunque se usa a menudo sin conocimiento exacto de su significado. Por su terminación, es fácil deducir que estamos ante una ciencia, es decir, el ‘tratado del clima’ y, más aún, ante el ‘conjunto de las condiciones propias de un determinado clima’ que se estudian, normalmente, en un período dilatado de tiempo (alrededor de treinta años). Para el significado que se pretende, es necesario usar meteorología y, en cuanto al adjetivo, meteorológico sería el adecuado. Porque, si alguien aduce llegar tarde a un sitio por culpa de la climatología adversa, colegiremos que toda la ciencia más los treinta años de estudios sobre el terreno se plantaron a la puerta de su casa y, en consecuencia, le retrasaron al entorpecerle la salida.

Color

De las doce acepciones que da el DRAE de esta palabra, en ninguna indica que se refiera a la raza negra. Es más, de las veintisiete locuciones que la lengua española compone con el término, hay una específicamente que dice: «De color 1. loc. adj. Dicho de una tela o de un vestido: Que no es negro, blanco ni gris». Lo cierto es que, si existe un ser humano al que se le pueda aplicar esto de ser de color, sería al hombre de raza blanca, que suele nacer morado y, a lo largo de su vida, se pone lívido o pálido, enrojece al sol o cambia su tono a moreno. Es, pues, momento de dejar de aplicar semejante tópico para describir a una persona de raza negra.

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