William Gass - La suerte de Omensetter

Здесь есть возможность читать онлайн «William Gass - La suerte de Omensetter» — ознакомительный отрывок электронной книги совершенно бесплатно, а после прочтения отрывка купить полную версию. В некоторых случаях можно слушать аудио, скачать через торрент в формате fb2 и присутствует краткое содержание. Жанр: unrecognised, на испанском языке. Описание произведения, (предисловие) а так же отзывы посетителей доступны на портале библиотеки ЛибКат.

La suerte de Omensetter: краткое содержание, описание и аннотация

Предлагаем к чтению аннотацию, описание, краткое содержание или предисловие (зависит от того, что написал сам автор книги «La suerte de Omensetter»). Если вы не нашли необходимую информацию о книге — напишите в комментариях, мы постараемся отыскать её.

A finales del siglo XIX, el pueblo de Gilean, en el estado de Ohio, recibe a una familia de forasteros, los Omensetter. Desde el primer momento, sus habitantes admiran la magnética personalidad del cabeza de familia, Brackett, y la suerte que siempre parece acompanarlo. Sin embargo, su llegada no es bien acogida por todos. El reverendo Jethro Furber, en pleno proceso de degradación mental y espiritual, centra su odio en Brackett Omensetter. Una muerte acelera el enfrentamiento entre los dos hombres, narrado por medio de distintas voces que son testigos fieles de una brillante disquisición sobre la muerte y el sentido de la vida, sobre el bien y el mal. La suerte de Omensetter fue catalogada desde su publicación en 1966 como una novela cumbre de la narrativa estadounidense.
David Foster Wallace la consideraba una de sus obras favoritas de todos los tiempos, y
Susan Sontag siempre recordaba su admiración por
William Gass y por este libro, que describía como perfecto y extraordinario.

La suerte de Omensetter — читать онлайн ознакомительный отрывок

Ниже представлен текст книги, разбитый по страницам. Система сохранения места последней прочитанной страницы, позволяет с удобством читать онлайн бесплатно книгу «La suerte de Omensetter», без необходимости каждый раз заново искать на чём Вы остановились. Поставьте закладку, и сможете в любой момент перейти на страницу, на которой закончили чтение.

Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Una araña de patas largas, como un pequeño guijarro pulido andante, cruzó un ladrillo y se detuvo en una franja de argamasa. Si avanza otra fila la aplasto, pensó Israbestis, pero la araña recorrió tres y se detuvo, agitando una pata fina como un hilo. Israbestis cubrió la araña con la sombra de la mano. Se frotó las patas. Del extremo marchito de una caléndula se balanceaba otra araña de un hilo de seda. Esta era pequeña y negra con puntitos amarillos. Un revuelo de hormigas junto al muro, persiguiéndose unas a otras de acá para allá. Israbestis se enjugó la frente y se dejó caer contra la casa. Podía sentir la sangre palpitándole en el estómago. No hables con viejos verdes.

Disculpe. Quizás pueda usted decirme los años que tiene aquella cuna. La que está al lado de la mantequera, allí junto al árbol.

La sombra del joven oscureció la araña de Israbestis. Esta corrió rauda dos hiladas y se detuvo a pleno sol. Israbestis siguió el dedo del joven y sacudió la cabeza. Tendría que verla, dijo, aunque lo más probable es que lo sepa.

No se moleste. Solo pensé que quizás lo sabría.

Vi cómo levantaban esta casa. La primera de la calle.

¿De verdad?

Vi cavar el sótano y cómo ponían el primer ladrillo. De hecho estaba en esta casa el mismo día que Bob Stout, el que la construyó, se cayó de aquel campanario de allí.

¿De verdad?

Bob era todo un albañil. Salta a la vista. Mire qué ladrillos. Todos hechos a mano. Se cayó justo encima de la verja que la rodeaba. Era sábado. Entre el Viernes Santo y Pascua.

¿La metodista? Mi esposa y yo vamos allí.

¿De verdad? Bueno, pues esa es… de la que se cayó. Antes de aquello ahí estaba la Iglesia del Redentor. O muy cerca… muy por la zona.

Inclinándose sobre la cuna había una joven, claramente embarazada, que la empujaba con un dedo cauto, balanceado ligeramente la cabeza a la vez que la mecía.

Es la mar de bonita, dijo.

Israbestis notó que se le revolvía el estómago. Gases, resolvió. Israbestis conocía aquella cuna, por supuesto, pero ¿cómo la había conseguido Lucy Pimber? Luchó por reponerse.

Esa, esa era la cuna de Brackett Omensetter, dijo Israbestis. La señora Pimber, la mujer de esta casa, nunca tuvo hijos.

E Israbestis continuó hablando mientras se preguntaba. ¿Había estado en esta casa todos estos años? ¿Y qué pudo significar para ella? ¿Cómo la había conseguido?

Cuántos años diría que tiene, dijo el joven.

Es bastante vieja. Me parece que es bastante vieja. No sé cuánto hacía que la tenía Omensetter el día en que llegó aquí en su carreta. Eso fue… fue en el 90. Más o menos.

Pero el reverendo Jethro Furber llenaba la piel y las ropas de Tott. De pie junto a la cuna, sombrío como un rincón, recitando… cancioncillas. A Tott le dolía la cabeza; notaba una presión contra el interior de los ojos. El niño había muerto. Pero el niño había sobrevivido.

Tenía manos de artesano, Omensetter. Es probable que la construyera él mismo. Manos rápidas como gatos. Y había dos niñas, cuando llegó tenía dos hijas. Veamos. Debió de ser… La mayor tenía nueve. ¿No era así? Nueve. Digamos que era 1880 quizás.

¿Se acuerda de eso?

No muy bien, pensó Israbestis. No muy bien. No muy bien. ¿Por qué? El niño había sobrevivido y se marcharon río abajo. Pero si el niño hubiese sobrevivido, se habrían llevado la cuna con ellos.

Me acuerdo de cuando llegó Omensetter, alcanzó a decir Israbestis. Todos los que por entonces vivíamos aquí nos acordamos.

De qué está hecha, ¿de pino?

Sí. Pino.

Pero el reverendo Jethro Furber ondeaba en sus ropas. Hacía calor ahora, como en invierno. El sol a plomo nevaba. Y sujetándose el estómago, Jethro Furber se puso a cantar una canción para Samantha:

una solterona joven y avariciosa

se comió, viva, una langosta

y ahora cada invierno

cuando se sienta a cenar

como una especie de protesta

por dentro la pellizca sin parar

Esto recordó Israbestis. Esto oyó claramente.

Es la mar de bonita.

No creo que pidan mucho por ella. Quizás podamos conseguirla. Vamos. ¿Cariño?

Imagino que no pujará nadie que se acuerde, dijo Israbestis.

¿Por qué no? Es una monada.

Demasiado viejos, pensó. Demasiado muertos. Demasiado atónitos. Omensetter debió de haber abandonado la cuna –la abandonó en la casa de los Perkins– y en algún momento, al cerrarla o al alquilarla, Lucy Pimber se la encontró allí. Y jamás dijo una palabra. Todos estos años.

Es una larga historia, decía Israbestis, una larga historia. Esta es la cuna de Brackett Omensetter. Un nombre que a usted no le dice nada, imagino, pero todavía quedamos algunos, como hojas viejas, supongo –cacareaba desesperado Israbestis– que estábamos aquí cuando Omensetter entró en el pueblo en su carreta. Nunca ha ocurrido nada igual. Aquí no. Ni nunca ocurrirá, creo yo. Omensetter, bueno, era…

¿Cariño?

Demasiado viejos, pensaba. Demasiado muertos. Demasiado atónitos. La forma en que lo había contado siempre, era la suerte.

Había sido una primavera húmeda, como sabéis, continuó Israbestis, bueno, más húmeda de lo que la mayoría de vosotros gustáis de llamar húmeda, y el camino de Windham a Gilean estaba todo embarrado y lleno de rodadas y de hondos hoyos marrones. Apenas hubo un día que no lloviera, pero el día en que Brackett Omensetter apareció fue tan cálido y tan claro como el de hoy. Cuanto poseía lo llevaba apilado en la carreta con esa cuna atada a lo alto, y sin nada que lo cubriera. Brackett Omensetter era de esa clase de personas. Sabía que no iba a llover más. Confiaba en su suerte.

No se preocupe por mis dientes, la boca la tengo…

Sam Peach llegó de pronto y la gente se derramó en torno a él. A Israbestis lo empujaron por detrás. Sam estaba hablando en voz alta y señalando la mantequera. Movió el mango arriba y abajo. Israbestis batalló contra la multitud. Había piernas extrañas junto a las suyas. Empujó hasta el margen, con el estómago revuelto. Sam rio a carcajadas. Rugió la multitud. Las risotadas cayeron como golpes sobre él. Un granjero alto dio palmas y aulló. Peach estaba vendiendo la cuna. Que perezca con el propietario, qué sensato.

Israbestis descansó bajo un olmo que moría enfermo. ¿Aquella era Mabel Fox? Mabel Fox tenía la cabeza más grande y las orejas como las de un zorro. Cuando era niño, y Mabel una chiquilla, los chicos decían: ¿conocéis a Mabel Fox?, y luego reían con estridencia. Solían corear: Mabel Fox tiene orejas de zorro; ponedle una caja en la cabeza y tirémosle piedras. Aquella no podía ser Mabel Fox. Tenía la cabeza demasiado pequeña. Qué habrá sido de Mabel, se preguntó. También muerta, lo más probable. Se quedó mirando al suelo hasta que su visión se desdibujó. ¿Conocéis a Mabel Fox? Vio una brizna de hierba seca, de repente, como algo extraño, en absoluto como hierba. Era como mirar una palabra hasta que se disolvía. Mabel Fox tenía orejas de zorro. El mundo parecía menguar en su visión de la brizna. Entonces se agachó y la arrancó. Tirémosle piedras. La sostuvo un instante con la yema de los dedos. Se elevó, se detuvo en el aire, cayó entre sus pies. Examinó su reborde comido, su punta roma. Colocó con cuidado el tacón sobre uno de los extremos sin vida.

Un comportamiento propio de Furber. Tott estalló en risas, dolorido.

Estaba la historia del hombre que se hizo pedazos, y estaba la historia de la verja alta de hierro. Estaba la saga del tío Simon, el incendio en Hen Woods y la batida por Hog Bellman. Él las tenía todas. Horas, días, meses –una vida– le costarían. ¿Eran todas tan imprecisas como la de la cuna? Bueno, había dicho que al verano lo vería caer, y eso hizo… un pequeño logro. Que vería… Fue la mañana del seis de abril… la mañana del seis… Dickie Frankmann encontró degollados dos de sus cerdos Tamworth. Hacían, entre los de Huff y Staub y Gustin, ocho en seis días, y Ernie dijo que Hog Bellman, enloquecido como puede estarlo un hombre, lo había hecho. Curtis Chamlay cabalgó hasta la casa de Frankmann como había cabalgado hasta la de Huff y hasta la de Staub y la de Gustin. Frankmann cabalgaba a su lado, en exceso de pie sobre los estribos. Miró los cadáveres y la sangre. No había una sola huella pese a que la pocilga estaba embarrada y el peso de Chamlay forzaba el agua hacia el reborde de sus botas. Por ahora son solo los Tamworths, dijo Dickie Frankmann, y no hay muchos. ¿Qué puede tener un fantasma contra los cerdos ingleses?

Читать дальше
Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Похожие книги на «La suerte de Omensetter»

Представляем Вашему вниманию похожие книги на «La suerte de Omensetter» списком для выбора. Мы отобрали схожую по названию и смыслу литературу в надежде предоставить читателям больше вариантов отыскать новые, интересные, ещё непрочитанные произведения.


Отзывы о книге «La suerte de Omensetter»

Обсуждение, отзывы о книге «La suerte de Omensetter» и просто собственные мнения читателей. Оставьте ваши комментарии, напишите, что Вы думаете о произведении, его смысле или главных героях. Укажите что конкретно понравилось, а что нет, и почему Вы так считаете.

x