Pablo Zamboni - Watson & Cía. Código V

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Los hermanos Ulises y Ágatha Watson tienen una agencia de detectives de monstruos. Un día reciben la llamada de auxilio de sus amigos Luana, Uriel y Caetano, que habían tenido un incidente escabroso mientras filmaban un programa para la serie «No apagues la luz» para su canal de YouTube. A raíz de su investigación descubrirán una red organizada por el temible barón Samedi, amo del vudú, y su macabro plan para convertir a toda la humanidad en zombi.

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Levanté la cabeza y vi el rostro de Uriel, rojo como un morrón por el esfuerzo, y detrás de él a Luana, tirando de su cintura con todas sus fuerzas. Creo que fue la mejor postal que he visto en mi vida.

–No te preocupes, ya te tengo –dijo Uriel entre dientes.

Capítulo cuatro Un zombi que no es un zombi Amanecía La ciudad despertaba - фото 24

Capítulo cuatro

Un zombi que no es un zombi Amanecía La ciudad despertaba de a poco La gente - фото 25

Un zombi que no es un zombi

Amanecía. La ciudad despertaba de a poco. La gente se trasladaba somnolienta a sus respectivos trabajos. Nosotros estábamos a salvo, no teníamos por qué temer.

Nos sentamos en un banco de la parada del ómnibus que estaba frente a la casa de la que casi no salimos vivos. Nos acomodamos lo mejor posible para montar guardia por un par de horas.

Uriel y Luana comenzaron a contarnos cómo habían detectado la señal enviada por las cámaras que llevábamos en la cabeza. Si bien tenían miedo de volver al lugar, al ver en la situación en la que nos encontrábamos, decidieron actuar. Ingresaron por el fondo de una casa contigua, perteneciente a un centro de estudiantes.

Pero de pronto Uriel y Luana enmudecieron. La puerta de la misteriosa casa se abrió y una mano huesuda y sucia apareció apartándola con lentitud. Nos pusimos de pie instintivamente y retrocedimos unos metros. Un anciano de rostro esquelético, cubierto con harapos, salió del lugar. Empujaba un carrito cargado de bolsas y cacharros de cocina.

–Un linyera… nos ha perseguido un linyera, un vagabundo –dije extrañado.

–Lo que me sujetó por el cuello puedo asegurarte que no fue un viejo –replicó Ágatha y caminó decidida hacia él, cortándole el paso. Ante la atónita mirada del anciano, le preguntó–: ¿Usted pasó la noche en esa casa?

–Puede ser… ¿Por qué me preguntas? No robé nada, solo quería dormir en un lugar tranquilo –balbuceó el viejo, asustado al ver que también nos acercábamos.

–¿Durmió toda la noche? ¿No vio ni escuchó nada extraño? –volvió a preguntar Ágatha en un tono más conciliador.

–En realidad no fue una buena noche, tuve una pesadilla terrible.

–¿Puede contarnos el sueño? –preguntó Luana.

Por qué están tan interesados Quiénes son ustedes preguntó el hombre - фото 26

–¿Por qué están tan interesados? ¿Quiénes son ustedes? –preguntó el hombre desconfiado–. Les dije que no rompí nada, solo quería un lugar donde dormir.

Uriel se dio cuenta de que hacía falta cambiar de estrategia; sacó un billete de uno de sus bolsillos y se lo extendió al viejo.

–Si nos hablas sobre tu pesadilla…, es tuyo –dijo haciendo flamear el papel delante de sus narices.

Bien Bien Veamos estaba cocinando algo cuando un hombre muy elegante - фото 27

–Bien… Bien… Veamos, estaba cocinando algo cuando un hombre muy elegante apareció frente a mí. Primero me asusté, no sabía de dónde había salido, pero me ofreció algo para beber. Era licor y muy bueno. Luego me dio un puro, lo encendí. “Estos habanos son de los mejores, es tabaco cubano”, me dijo, arrojándome el humo a la cara. El humo comenzó a invadir la habitación, pero no me desagradó, era dulce y con olor a flores. No podía ver nada e intenté disipar el humo con las manos. De pronto todo se volvió confuso, porque no recuerdo cuándo me dormí.

Yo iba tomando nota para no perder ningún detalle que fuera importante.

–Cuando el humo se despejó, me encontré en el sótano persiguiendo a unos chicos, creo que eran dos. No podía detenerme y oía una voz en mi cabeza que no me dejaba tranquilo y me decía que debía atraparlos. Luego, una luz muy blanca iluminó la habitación donde me encontraba y ya no recuerdo más. Desperté con la cabeza dándome vueltas… Pero… los niños… son… ¡Son ustedes! –dijo claramente perturbado al mirar a Ágatha de cerca.

–Tranquilo, solo fue un mal sueño –ensayó mi hermana, intentando calmarlo al ver cómo se alteraba.

–¡Aléjense de mí, mocosos del infierno! –gritó visiblemente asustado al reconocernos como los chicos de su pesadilla. Tomó el carrito y nos apartó de un empujón, pero no sin antes agarrar el dinero que Uriel todavía sostenía en su mano.

–¿Viste la cara que puso cuando los reconoció? –preguntó Luana.

–Nuestras bellas caras son difíciles de olvidar –bromeé, mientras pegaba mi mejilla a la de Ágatha como si nos tomaran una foto. Pero ella estaba demasiado intranquila como para festejar la humorada.

–Un zombi que no es un zombi –reflexionó Ágatha–. ¿Quién o qué puede dominar la mente de una persona para convertirla en un autómata? Esto es más grande y peligroso de lo que pensaba.

–Además, tenía un teléfono celular –agregó Uriel.

Los tres lo miramos extrañados, como si el detalle no tuviera nada que ver con la investigación. Días después nos daríamos cuenta de que la observación de nuestro amigo no era un dato menor.

Capítulo cinco Una pequeña pista amarilla A la mañana siguiente Ágatha - фото 28

Capítulo cinco

Una pequeña pista amarilla A la mañana siguiente Ágatha Caetano y yo - фото 29

Una pequeña pista amarilla

A la mañana siguiente, Ágatha, Caetano y yo decidimos recorrer la zona de las santerías de la ciudad, cerca de la estación de trenes, en busca de información sobre los ritos que convierten a un hombre en un zombi. No sabíamos si era lo indicado, pero fue lo único que se nos ocurrió por el momento. Caetano nos acompañaba como parte de sus paseos obligatorios para intentar sacarlo de su ostracismo. Si bien su aspecto había mejorado, aún dormía con la luz encendida.

Locales con grandes vidrieras multicolores exhibían una infinidad de ornamentos y objetos de las más variadas formas: velas rojas para mal de amores y amarres de personas, amarillas para espantar espíritus y proteger viviendas, negras para formular hechizos mal intencionados. También se acumulaban por docenas pequeñas estatuillas que representaban, según la religión, distintos santos o santones.

Nunca les habíamos prestado atención a estos comercios y tampoco entendíamos - фото 30

Nunca les habíamos prestado atención a estos comercios y tampoco entendíamos cómo algunas personas sentían devoción, adoración o temor a simples muñequitos de cerámica.

Mientras nuestra vista se perdía en estos objetos, Caetano dio un grito de espanto. Fue al quedar frente a una espigada figura oscura, de rostro pálido. De un salto se ocultó detrás de Ágatha buscando su protección.

–¿Caetano, estás bien? –gritó ella alarmada.

–¿Qué has visto? –pregunté.

Caetano, con mano temblorosa, señaló la imagen de una estatuilla, una figura que me resultó familiar. Se trataba de la representación de un hombre vestido con un traje oscuro, galera y bastón. Su cara era una especie de máscara blanca, simulando una calavera. Los ojos eran dos orificios oscuros en cuyo interior brillaban con fuerza dos piedritas rojas que, con el reflejo del sol, ostentaban un brillo maligno, como si la escultura tuviera vida.

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