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A mi madre, que me regaló mi primer libro, Las minas del rey Salomón .
A Facundo Sandoval, que a los 11 años, fue el primero en leer el relato y darme su opinión.
Y a todas las personas que con sus comentarios me ayudaron a concluir esta historia.
“En medio de una noche hermética, un grito desgarrador detiene el tiempo, lo congela, y congela la sangre. El grito se ahogó en las tinieblas, pero antes se había escuchado en toda la aldea, cuyos habitantes fueron sacudidos y arrancados con violencia del sueño. Sin dudas, el alarido había provenido del bosque. La víctima, algún incauto desconocedor de las fuerzas malignas que lo acechan. La niebla y la noche de a poco se disipan y se deja adivinar un nuevo día. No hay rastros de la víctima, ni rastros de las fuerzas oscuras que rondan el bosque cuando cae la noche”.
¿Realidad? ¿Ficción? ¿Mito? ¿Leyenda? Sea lo que fuere, ¿quién se atrevería a cruzar ese bosque durante la noche conociendo esta historia? Nunca faltará algún valiente que desafíe sus miedos por pura jactancia. Pero, a veces, el miedo es buen consejero y ante la duda… Pero ¿es una duda y razonable? Y de esto se trata todo. No creemos en monstruos, ni en seres malignos del más allá. Somos seres razonables y racionales. “Las brujas no existen… Pero que las hay, las hay”, reza un antiguo dicho. Y otra vez la duda. La mera posibilidad, absurda, de que sea factible. Pero no vamos a admitirlo. El bosque no lo cruzamos, pero no admitiremos jamás la razón por la cual no lo hacemos. Siendo racionales, podremos jugar con la idea de criaturas malignas o fantásticas, pero siempre será un juego. O eso creemos que es, o eso queremos creer que es y nos convencemos.
¿De dónde surgen las ideas de monstruos? Los seres fantásticos ¿existen solamente en la fantasía? ¿En qué fenómenos se inspiraron antiguamente para crear todo tipo de criaturas, buenas, malas, endemoniadas o angelicales, crueles, farsantes, desalmadas o bondadosas? ¿Cómo germinaron las historias repetidas por pregoneros ante públicos sumidos en el espanto, petrificados por el terror? ¿De dónde surgen las imágenes de estos seres grotescos, enormes o pequeños, graciosos, aterradores, con cuernos, sin cuernos, alados o reptilianos? Desde fieras de colmillos largos y ensangrentados, y garras amenazantes de uñas afiladas dotadas de alas de murciélago y cola de rata a gnomos de orejas puntiagudas, aparentemente inofensivos. Monstruos invisibles, almas errantes, aberraciones acuáticas, ogros, leviatanes, entes del inframundo o de otros mundos. Engendros mitad hombres, mitad animales. Ángeles en el cielo y ángeles caídos. Dios y el diablo. El bien y el mal. La crueldad y la bondad coexisten. Todo existe. Aunque sea en la fantasía, si es que se trata realmente de fantasías.
En cada continente, mucho, muchísmo antes de estar conectados como lo están hoy en día, ya se hablaba de la existencia de monstruos temibles. Historias semejantes en lugares remotos. La esencia del mal hecha criatura. El mal encarnado en cuerpo o alma o espíritu. El mal representado en cosa, en criatura. El mal, en algún momento, en algún punto oscuro de la humanidad, dejó de ser algo abstracto, para convertirse en algo concreto.
Miles de historias llegaron a nuestros días gracias a la transmisión verbal y luego escrita. Y miles de historias se escriben en la actualidad. Bram Stoker escribió Drácula , en el siglo XIX, que trata sobre un vampiro que vivía en un castillo en los montes Cárpatos, en Transilvania. H. P. Lovecraft escribió cuentos de terror inspirados en seres de otras dimensiones o en alienígenas.
Existe en el hombre una obsesión respecto a este tema. Una obsesión que se manifiesta en las pesadillas y se extiende en la vigilia. O, por qué no, una obsesión que nace en la vigilia y se extiende en las pesadillas. Lo cierto es que se trata de un tema que no se agota, porque el mal se renueva, muta, se actualiza. El mal no se toma descanso.
Podrás decir, y con razón, que nunca viste a un monstruo en tu vida. Podemos decir, también con certeza, que la mayoría no vio a una criatura maligna nunca en su vida. Pero no podemos afirmar que nadie jamás haya visto una. Podemos también especular que los seres malignos o monstruos hayan evolucionado al punto de mimetizarse entre nosotros. Tal vez puedan mutar y pasar desapercibidos entre la gente común. Tal vez caminen tranquilamente a tu lado. Tal vez te muestren una sonrisa y te vean con ojos bondadosos. Quizá ayuden a cruzar la calle a un anciano debilitado o acaricien a una mascota. Tal vez tu vecino sea uno. Puede ser el verdulero, el carnicero. ¿Cómo saberlo?
Existió un Hitler en Alemania. Un Mussolini en Italia. El mariscal Tito en la ex Yugoslavia ¿Monstruos disfrazados de gente común? ¿Seres atemporales que aparecen una y otra vez para sembrar el mal? ¿Quién lanzó la bomba nuclear sobre Hiroshima y sobre Nagasaky? ¿Quién dio la orden? ¿Fueron seres humanos? Si lo fueron, ¿somos entonces, los seres humanos, peores que los monstruos?
¿Seguís creyendo que nunca viste a uno? ¿Seguís creyendo, según la historia reciente de la humanidad, que los monstruos no existen?
Hace unos cuantos años encontré una caja de plomo con extraños grabados en una playa del Río de la Plata.
Siempre me gustaron los misterios, mejor dicho, las historias fantásticas o sin explicación. Dentro de la caja de plomo había documentos. Una parte de ellos estaba escrita en un idioma que en esa época no entendía y hasta me resultaba ilegible, pero otra parte estaba escrita en alemán, idioma que no resultó ser un problema.
Lo que no sé es si fue un acto de la providencia o una maldición descubrir el contenido de los documentos. Nada parecía tener sentido y el relato de aquellos acontecimientos rompía con la historia tradicional que conocía del mundo y me resultaba muy difícil de creer.
Su lectura, sumada a la información que recolecté años más tarde, desató un sinfín de eventos que afectaron mi vida. En realidad, no solo la mía, sino también la de mi descendencia.
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