Pablo Zamboni - Watson & Cía. Código V

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Watson & Cía. Código V: краткое содержание, описание и аннотация

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Los hermanos Ulises y Ágatha Watson tienen una agencia de detectives de monstruos. Un día reciben la llamada de auxilio de sus amigos Luana, Uriel y Caetano, que habían tenido un incidente escabroso mientras filmaban un programa para la serie «No apagues la luz» para su canal de YouTube. A raíz de su investigación descubrirán una red organizada por el temible barón Samedi, amo del vudú, y su macabro plan para convertir a toda la humanidad en zombi.

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Luego escuchamos el relato de Uriel; siempre es bueno tener dos puntos de vista sobre los sucesos. Uriel se acomodó como si estuviera tomando coraje para enfrentar nuevamente el peligro.

–Estaba molesto porque Caetano no respondía a mis llamados, por eso me dirigí a la puerta del sótano. No pude ver qué era lo que había escaleras abajo; apenas me asomé, choqué con él y me dio un susto terrible –dijo hablando deprisa–. Luego sentí que algo, o alguien, se acercaba, era como un lejano golpe de martillo… “¡Tam Tam!”. Con cada golpe esa cosa se acercaba más y más. Luego, algo me rozó, fue como una sensación de chocar con aire caliente. Como cuando abrimos un horno con rapidez y el calor escapa con fuerza.

–Bueno, alguien dejó encendido el aire acondicionado frío-calor, la cuenta de luz será terrible… –dije con una sonrisa, creyendo ser gracioso. Pero a Luana no le hizo gracia mi comentario y me miró molesta.

–Siempre bromea cuando está nervioso, es su forma de asimilar los hechos –me defendió oportunamente Ágatha.

Y también estaba ese perfume continuó Uriel que seguía como en trance - фото 17

–Y también estaba ese perfume –continuó Uriel, que seguía como en trance, describiendo los hechos ahora con los ojos cerrados como para concentrarse mejor.

–¿Perfume? –preguntó Ágatha extrañada.

–Sí, una fragancia floral muy fuerte, como la de las florerías del cementerio –respondió Uriel–. Solo puedo agregar que sujeté a Caetano por el brazo, intentando llevarlo fuera de la casa, pero algo tiraba de él en sentido contrario, me costó mucho arrancarlo del borde de la escalera. Pensé que se había atorado, pero al mirar sobre su hombro vi la sombra de un hombre, pero a nadie que la proyectara. Entonces, Luana nos iluminó con su linterna y, al igual que un vampiro cuando recibe la luz del sol, la figura retrocedió y se volvió a las profundidades de la casa.

–Este detalle es para tener en cuenta –observó Ágatha, recordando cómo la luz del sol ahuyenta a algunos seres de la oscuridad.

Tres días después de nuestra llegada, Caetano comenzó a mejorar, ya podía hablar sin castañetear los dientes y nos acompañaba en nuestros pequeños recorridos por la ciudad. Muchas veces, mientras caminábamos, se paraba de pronto mientras su mirada se fijaba en un punto, como si alguien le hablara y él le prestara atención. A veces teníamos que sacudirlo para que saliera del trance; otras, volvía por sí mismo, como si alguien presionara un interruptor.

Teníamos un misterio y debíamos resolverlo, y para ello era necesario trazar un plan de acción. Pero antes teníamos que ayudar a nuestro amigo, estaba claro que no podía continuar de esa manera y se lo expresé a mi hermana en privado:

–Ágatha, si bien Caetano va mejorando, todavía duerme con la luz prendida. Si solo se trató de un susto y el asunto no tiene nada de sobrenatural, ¿no deberíamos primero consultar a un médico?

–¿Dices que debería ir a un psiquiatra? –me preguntó Ágatha–. ¿Y el rostro del hombre sobre la pared, los tambores y la risita que escucharon? ¿Acaso fue una alucinación colectiva?

–Era solo una conjetura. No debemos descartar nada. Pero ¿y si solo se trató de un simple susto o se encuentran sugestionados? –insistí.

–Entonces debemos prepararnos e ir a esa casa y ver qué encontramos. Pero solo nosotros, no creo que nuestros amigos se encuentren en condiciones como para poder ayudarnos.

Capítulo tres El último que apague la luz La vida continuaba Uriel y - фото 18

Capítulo tres

El último que apague la luz La vida continuaba Uriel y Luana se preparaban - фото 19

El último, que apague la luz

La vida continuaba. Uriel y Luana se preparaban para rendir algunos exámenes en la facultad. Caetano, salvo por nuestros pequeños paseos, seguía sin salir de su habitación y siempre con la luz encendida.

Con Ágatha aprovechamos una hermosa noche de Luna llena para realizar un trabajo de campo. Preparamos un equipo básico para nuestra primera misión: bolsas para recolectar muestras, una cámara de fotos, dos linternas tipo vincha, algunos metros de soga, unas pequeñas bombas de estruendo que funcionaban a su vez como bengalas, por si fuera necesario pedir auxilio, gas pimienta en caso de que se tratase de una persona real y no de un ser sobrenatural, y un artilugio que preparé modificando un flash de una vieja cámara de fotos, a pedido de Ágatha.

–Está listo y funcionando –exclamé en el estado de euforia e intranquilidad que siempre me invadía en situaciones parecidas.

El edificio era un enorme caserón de estilo francés, en el que no quedaban restos de pintura en la fachada, pero que conservaba los ornamentos intactos, aunque algo manchados por verdín, lo que le otorgaba al conjunto un aspecto un tanto siniestro. Desde las alturas, frente al umbral de ingreso, nos daba la bienvenida la cara de un enorme sátiro, que nos sacaba burlonamente la lengua.

–La puerta todavía se encuentra abierta –dije empujándola con suavidad–. Al parecer, desde aquella noche nadie ha entrado.

–El suelo mantiene el rastro de sus pisadas –observó Ágatha–. Esta vez no hace falta que te subas a mis espaldas –bromeó mientras hacía una reverencia, dándome a entender que debía ir por delante.

–El piso es de madera, si hay alguien en el sótano ya está enterado de nuestra intrusión –comenté al escuchar que la madera crujía bajo nuestros pies.

Si solo ha sido sugestión no tenemos por qué preocuparnos y si todo fue - фото 20

–Si solo ha sido sugestión, no tenemos por qué preocuparnos, y si todo fue real, lo sabremos en unos minutos –dijo acomodando la intensidad de la luz de la linterna.

–Vamos, hermana, que comience la acción.

Mantuvimos distancia uno del otro, la suficiente como para no ser emboscados y la justa como para poder prestarnos ayuda en forma inmediata.

–¿Todo bien, Ulises? –La pregunta de Ágatha sonó fuerte y clara en el audífono.

–Sin novedad. La escalera llega hasta un descanso, al parecer continúa unos metros más –respondí mientras seguía avanzando con cautela.

Luego de unos minutos que parecieron eternos, nos encontrábamos en el sótano. La construcción era más antigua de lo que parecía. El techo era abovedado y no muy alto. Las paredes, algo estropeadas por el paso del tiempo, contenían cientos de grafitis brillantes.

–Al parecer, fue, o es, el refugio de alguna tribu urbana –deduje iluminando el muro más cercano.

Ágatha asintió, señalando una pared en particular por el grado de detalles que contenía el dibujo. Como una moderna pintura rupestre, la escena representaba a un grupo de personas danzando alrededor de un hombre vestido de negro, con galera, bastón y cara de calavera. Tomé varias fotos.

–Esto es muy interesante, se parecen a las pinturas mexicanas que celebran el día de los muertos –agregó Ágatha.

–Observa, hermana: los grafitis respetan una secuencia, como si se tratara de un cómic –dije, emocionado por el descubrimiento.

Pero esa no era la primera. Hacia un costado, en otra pared, podíamos ver una secuencia que marcaba el inicio de la historia a través de un recorrido de imágenes similares. En una reconocimos la silueta de la antigua casona recortada bajo una enorme Luna llena y a nuestros tres amigos frente a sus puertas.

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