Patricia Arancibia Clavel - Carmen Aldunate sin corazas

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"Cuando volví a la casa, me puse a pensar con qué asociaba el relato que hasta ahora me había hecho la Carmen. Al escucharla, tengo la sensación que me sumerjo en algo así como en el poema El hombre imaginario de Nicanor Parra o en esos personajes mágicos de Cien años de soledad. Claro, porque como en Macondo, ella ha vivido en un lugar donde todo fue y es posible, donde la magia y la realidad, la luz y la sombra, la alegría y el dolor, la cordura y la locura se entrecruzan de manera natural. Es allí, en ese espacio sin fronteras, donde se desenvuelve a sus anchas. Es como si hubiera nacido para desplegarse sin ataduras —de ahí quizás sus cordeles y amarras—, sin etiquetas ni formalidades —de ahí quizás sus trasgresiones— y con esa libertad, talento y creatividad que son parte de su ADN."
Patricia Arancibia Clavel

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Y así de fácil se inició nuestro diálogo. Estaba convencida que si me dejaba traspasar sus corazas —esas que caracterizan muchos de sus cuadros de mujeres— podría entender algo del lenguaje de su pintura y, con eso, a ella misma. Gustándome mucho, el arte siempre me había sido esquivo. Tardé en darme cuenta que, al igual que la escritura, la música, la ficción, la poesía y tantas otras cosas, la pintura es, quizás como pocas, un excelente medio de expresión de la sensibilidad del alma. Era mi oportunidad de aprender a “leerla”.

2 · Más Salas que Aldunate

Perdona que parta por lo más obvio. ¿Cuándo y dónde naciste?

Nací en pleno verano, el 10 de febrero de 1940 en Viña del Mar porque a mi mamá le dio flojera volverse al calor de Santiago. Tan simple como eso. Una partera fue a la casa y todos creían que sería diezmesina ya que me demoré más de la cuenta en salir… Mi mamá se llamaba Eliana Salas Edwards, pero como nadie sabía cómo escribir bien su segundo apellido, decía que se llamaba Eliana Salas Yegua. Era lo más maravillosa que puedas imaginar, fuera de toda clasificación. Aparte de ser muy bonita —preciosa, la verdad—, tenía una forma de ser absolutamente diferente al común de los mortales. Fue una de las primeras mujeres hippies en Chile y la primera en ponerse pantalones para salir a la calle. A ella le importaba poco o nada el qué dirán. No tenía sentido del ridículo y una autenticidad abismante. Cuando nací me puso Carmen Zita, parece que en honor a una emperatriz austríaca, pero, sobre todo, porque quería que todo el mundo me dijera Carmencita…

Mientras me respondía, pensé que no solo no me había equivocado en la elección de mi personaje, sino que además en este viaje por su vida y la de su familia me iba a entretener mucho.

¿Fuiste hija única?

Fuimos cuatro hermanos y soy la única sobreviviente: Eliana, Jorge, Luis Eduardo y yo, en ese orden. Ellos eran mucho mayores. Fui el “concho”, y me imagino que resultado de un reencuentro de mis padres, porque él era bastante picaflor. Yo tenía dieciocho años de diferencia con mi hermana mayor y catorce con el que me seguía para arriba… Es decir, me crie como hija única. Mi papá se llamaba Jorge Aldunate Eguiguren, era abogado y fue diplomático, cualidad que me han dicho no adquirí… jajaja.

Sí, al parecer tu lado lúdico no viene por lo Aldunate…

Soy mucho más Salas que Aldunate. Mi abuelo, Eduardo Salas Undurraga, era el ser más extraño que he conocido. Excéntrico como el que más, venía de una familia muy emperifollada y, que yo sepa, no hizo nunca nada más que casarse con mi abuela —Adela Edwards Mac-Clure— quien tenía los millones de arlequín. Tenía fama de ser uno de los hombres más elegantes de su época y su gran hobby fue la fotografía en vidrio. También era inventor de cosas raras y, entre sus locuras, estuvo la de encargar a Suecia tres casas de veraneo prefabricadas idénticas, las que decoró con el mismo mobiliario. Pero no solo eso… también hizo traer en triplicado su ropa desde Inglaterra, aduciendo que así podía viajar ligero de equipaje entre casa y casa. Instaló una en Nogales —el fundo de mi abuela—, otra en Viña y la que yo alcancé a disfrutar al máximo, que fue la de Quintero.

¿Puedes hablarme de tu abuela Adela? Tengo entendido que ella era nieta de Juana Ross, la mujer más rica de Chile a comienzos del siglo XX, pero a su vez, ejemplo de humildad y de entrega a los pobres…

Adela Edwards MacClure Eduardo Salas Undurraga Sí es verdad La - фото 2 Adela Edwards Mac-Clure
Eduardo Salas Undurraga Sí es verdad La mamita Juana como le decían en - фото 3 Eduardo Salas Undurraga

Sí, es verdad. La “mamita Juana” —como le decían en la familia— influyó mucho en la manera de ser y pensar de mi abuela Adela, quien fue su ahijada y nieta regalona. Siempre escuché que hizo votos de pobreza y que recorría los cerros de Valparaíso, toda vestida de negro, ayudando a quien se le ponía por delante.

Lo que yo sé es que Juana tenía una enorme riqueza ya que se casó con su tío Agustín Edwards Ossandón, forjador de la fortuna Edwards. Quince años menor que él, tuvieron que pedir dispensas a la Iglesia Católica para el matrimonio por lo cercano del parentesco, ya que él era hermano de Carmen, su madre.

¡No te puedo creer, no tenía idea! Es bueno tenerlo en cuenta, ya que quién sabe si de allí vienen todas nuestras rarezas…

Juana Ross Y también por qué no el temple y fortaleza Piensa tú que doña - фото 4 Juana Ross

Y también, por qué no, ¡el temple y fortaleza…! Piensa tú que doña Juana vio morir a sus siete hijos y a su marido, antes de partir ella misma en 1913. Su funeral fue apoteósico y es considerada una de las filántropas más importantes de Chile…

Yo solo me acuerdo que con mi mamá nos reíamos harto, ya que a nosotras no nos tocó ni un “real” ni de Juana ni tampoco de mi abuela Adela, quien también dedicó su vida a la labor social y a la defensa de los derechos de la mujer.

Cuéntame, ¿tú alcanzaste a conocer bien a tu abuela?

¡Claro que sí! Viví mis primeros años con ella y mi abuelo Eduardo en el palacete que tenían en la calle Catedral, pleno centro de Santiago. Tanto ahí como después, cuando enviudó y se fue a vivir frente a nuestra casa en la calle María Luisa Santander, compartí mucho con ella. Era católica practicante y, en ambas casas, tenía una capilla al lado de su pieza. Allí escuchaba misa diariamente y recibía a cuanto obispo y cura existente por los alrededores. ¡Cuánto les habrá pagado! Con mis primos José y Felipe Subercaseaux —hijos de mi tía Mary, hermana de mi mamá— teníamos terror de tocar una piedra que estaba en el medio del altar, porque alguien nos dijo que era sagrada. Así y todo, muchas veces entrábamos a hurtadillas, tocábamos la campanilla y hacíamos “nuestra” propia misa con pan en vez de hostia. Por otro lado, casi siempre vi a mi abuela vestida con una sarga negra porque, al igual que su abuela Juana, hizo votos de pobreza y fue extremadamente puritana.

¿Cómo lo manifestaba?

Me acuerdo que como estaba tan ocupada con sus obras de caridad, a nosotros, sus nietos chicos, nos recibía temprano en la tina mientras se bañaba. Se metía al agua enteramente vestida, sin mostrar nada de su cuerpo, y para mí eso era tan natural, que pensaba que todas las abuelas del mundo se bañaban de la misma manera. En la casa de calle Catedral había un Rubens y, como ella consideraba que era impúdico mostrar las pechugas, no encontró nada mejor que pintárselas encima de un color azuloso para que no se le vieran. Cuando se murió, tuvo que venir un experto para restaurar el cuadro y poder venderlo. Ya mayor —murió en 1952 cuando tenía 76 años— recorría los parques y jardines con su bastón e iba rompiendo los “pirulines” de las estatuas o poniéndoles yeso encima. Pero esta pechoñería —que claramente yo no heredé— no impedía para nada que fuera una mujer divertida y con un gran sentido del humor. Nunca la vi golpeándose el pecho o con cara amargada. De repente la pillábamos en alguna maldad, como cuando llegaba a almorzar y venía con los bigotes marcados con azúcar flor porque había pasado a comer pasteles. Se hacía la lesa, pero era muy golosa y dulcera. Le encantaban los postres y, pese a que tenía una diabetes bastante avanzada, no se privaba de nada. Pero lo más importante para mí, es que fue una mujer muy activa e independiente. Debe haber sido una de las primeras feministas que tuvo el país y batalló incansablemente por el voto femenino.

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