Pueden dibujarse a solas, con la pareja muy cerca o más lejos, con una amiga, con su madre, con los hijos mayores, en el hospital, en casa o con un paisaje o elementos de la naturaleza que simbolizan sus ideas sobre el parto... De esta manera también se observa y se trabaja la comunicación en la pareja, si sus expectativas coinciden o si son muy distintas, se busca el acercamiento y la conciliación, escuchando las versiones de ambos. El objetivo es minimizar las expectativas, estar abiertos a lo que pueda suceder, aceptando la realidad del momento en el que se está y ser muy prácticos.
También tomamos consciencia de los recursos emotivos con los que contamos, además de los materiales. En el embarazo (de manera individual o en pareja) se prepara una especie de maleta emocional en la que agrupamos distintos factores: las personas que nos acompañan y nos sirven de guía (familiares, amigos y personas de referencia); música, voz y sonidos; paisajes o lugares especiales; olores, sabores y sensaciones que evocándolas nos permiten sentirnos fuertes y relajados a la vez.
Algunos acompañamientos tienen un carácter más práctico y, aunque haya una base emocional, no tenemos porqué dedicarnos a mirar toda la historia familiar o utilizar técnicas visuales terapéuticas. No soy partidaria de las catarsis ni de complicarse la vida, y menos en el embarazo o crianza, donde ya hay suficientes exigencias del exterior como para buscar otras internas. En este momento más que nunca es legítimo buscar lo que nos nutre, lo que nos hace bien, lo que nos resulta fácil. Para eso es fundamental saber elegir, saber decidir y, por supuesto, responsabilizarse de las propias elecciones y sus consecuencias. No es momento de dejar que otros decidan por ti.
Básicamente, acompañar es adaptarse a la persona que acompañas. A mí me gusta crear un vínculo especial con cada mujer, centrarme en ellas, profundizar en su proceso. Cada mujer tiene unas necesidades propias y una manera única de vivirlo, y su manera será la mejor manera. Ellas me dirigen, van avanzando en su camino delante de mí, y yo las sigo un paso por detrás. Observo lo que puede necesitar, espero que lo pida (verbalmente o de otras formas) y lo realizo con el mayor respeto posible. Puede tratarse de una tarea práctica como secar el sudor o traer un vaso de agua, así como algo más profundo como una charla sobre lo que le preocupa, o un gesto sencillo pero potente como una mirada o una mano en el hombro.
Estas tareas de acompañamiento antes las hacían las mujeres que vivían juntas, de madres a madres, abuelas, tías, suegras y cuñadas. Algunas madres y abuelas siguen haciéndolo maravillosamente, pero otras no, porque han vivido otros tiempos, porque no acaban de entendernos… Así que, en muchos casos, el principal apoyo de la mujer en el proceso de convertirse en madre recae sobre el compañero, padre de la criatura, que está sobrellevando a la vez su propio proceso de convertirse en padre.
El acompañamiento emocional por tanto no es solo para la mujer, sino también para el hombre, para la pareja, si así lo desean. Cuando nace un bebé, también nace una madre, un padre, una familia. El equilibrio existente cambia, se mueven las fichas del juego. Cambia la familia que se acaba de crear, pero también afecta a las familias de origen. Es importante estar atento en estos procesos de cambio, no perder de vista el respeto por las personas protagonistas, y permitir que puedan elegir cómo vivirlo.
En los acompañamientos me olvido de mi historia y me quedo en blanco, en una especie de estado de silencio que proporciona el estar en el momento presente. Significa olvidar el ayer y el mañana, y estar en el hoy. Cuando enseñaba fotografía les decía a mis alumnos: «Para fotografiar, pensad mucho antes y reflexionad mucho después pero, cuando estéis haciendo la foto, dejad la mente aparte. Dejaros llevar por el momento presente y fluir». Es lo mismo. Es lo que he sentido cuando he tenido la fortuna de estar presente en un nacimiento. Ese vivir el presente para mí es el amor, y es un lujo poder vivirlo.
Haciendo este libro me ha pasado lo mismo. El proyecto me ha llevado a mí. De una manera casi mágica, muy intuitiva. Lo empecé sin saber dónde iba a terminar. Las mujeres que han participado me han permitido acompañarlas un trocito de su camino. Hemos vivido momentos muy especiales llenos de amor, risas y llantos. He sido un canal para sus historias, a través de mí ha pasado su fuerza y su poder, el poder que nos ofrece la maternidad, y que queda reflejado en este círculo de mujeres.
ANITA
embarazada de NALAH
Anita (Madrid, España, 1982) es maestra y se dedica a los niños.
Su pareja Diego (La Plata, Argentina, 1986) se dedica al arte y artesanía. Se conocieron viajando y continúan viajando siempre que la oportunidad se les dé.
Viven en una casa cueva en San Miguel Alto en el Albayzín de Granada con vistas a la Alhambra.
Nalah nació en casa en 2015. Su nombre significa el Sol, diosa femenina de los Toba del Chaco (Norte de Argentina) de donde es Ester, la madre de Diego. Su placenta está plantada delante de casa, debajo de un San Pedro.
Viven con un perro, Numa, y 5 gatas: la gata negra Chasca (jefa madre protectora del hogar), Elsa, Gata loca, Coquina y Coquix. El gato de la foto es Coquito, que también se quiso quedar a vivir con ellos.
Las gatas han sido grandes maestras de la maternidad para mí
Diego preparó un nido lleno de amor y comodidad.
Para mí, el más bonito del mundo.
Me siento muy afortunada al poder contar con tantos seres queridos que me aportan en mi camino. Desde que decidimos dar a luz en casa fueron muchos los que colaboraron con nuestro sueño: amigos, familia, y muchas sorpresas inesperadas que ampliaron «nuestro árbol». Mis padres por supuesto, cada uno a su manera, y siempre cerca, muy cerca, que junto a mi hermana me han bordado mi camino hacia la maternidad. Diego, con seguridad, cariño y ganas, muchas ganas, preparó un nido lleno de amor y comodidad. Para mí el más bonito del mundo. Ahora también Ester con los quehaceres y su absoluta disposición. Todos los días doy gracias por esta gran familia que me rodea, que me cuida y me ayuda a crecer.
La gran familia de la calle.
Los lunes se llenan de amigos, asados, a veces música. Los martes y jueves nos invaden los tambores y cánticos senegaleses. Los fines de semana de venta en el mirador, compartiendo risas y anécdotas con la gran familia de la calle, los que no llegan por sangre, si no por vivencias y situaciones… A veces también vamos a Madrid, allí nos esperan mis raíces, los que a pesar de los kilómetros siempre estarán cerca.
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