Gonzalo Alcaide Narvreón - Aquiles... un hetero curioso

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Aquiles es un hombre de clase media acomodada, que está promediando su cuarta década. Comparte sus días con Marina, su mujer, de quien está profundamente enamorado y con quien disfruta de una sexualidad plena y despojada de prejuicios. Lleva una rutina muy activa, entre gimnasio, trabajo y deportes, compartiendo su tiempo de ocio junto a sus cuatro amigos de la infancia y a sus familias.
Su vida trascurre placenteramente y alejada de cualquier conflicto que pueda perturbarlo. Hasta que, una situación inesperada, provocará un cimbronazo en su estructura y despertará su curiosidad, que lo conducirá a transitar caminos desconocidos y a descubrir que existen relaciones que van más allá de las establecidas por las doctrinas sociales y por los mandatos culturales dentro de los que se mueve.
A partir de ese momento, Aquiles comenzará a agudizar su atención a situaciones que, hasta entonces, le habían pasado desapercibidas y aun con los reparos impuestos por su estructura de hombre heterosexual, comenzará a indagar e intentará abrir su cabeza para entender que nada es lo que parece y que quizá, pueda existir otro tipo de placer que, hasta el momento, jamás experimentó ni imaginó.

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La vida sexual de Aquiles era similar a la de Adrián; despojada de inhibiciones... Incluso, ante la insistencia de Marina y luego de haberse animado a experimentar los masajes prostáticos, empujado por las experiencias relatadas por Adrián, se había animado a permitir que ella lo penetrara con un juguete no muy grande, cosa que le había provocado extremo placer.

Esta experiencia jamás se animó a compartirla con sus amigos. Seguramente, lo inhibían los mandatos culturales y sociales, más su propio orgullo machista. Claramente, en su grupo chico, nadie se hubiese horrorizado, menos, después de lo contado por Adrián; incluso, quizá hubiese dado pie para que Marcos o Félix confesaran que también lo hacían o que alguna vez lo había intentado, pero nunca se los había podido contar.

–Che, ¿pedimos helado? –preguntó Aquiles, dando por cerrado el tema.

Todos dieron el OK y cada uno fue proponiendo sabores. Aquiles llamó a la heladería y quedaron a la espera del delivery .

Las mujeres comenzaron a poner las cosas sobre las bandejas para despejar la mesa y fueron hacia la cocina, donde se quedaron conversando mientras preparaban café.

Ellos permanecieron en el estar, encendieron la TV y se engancharon con un partido de tenis, hasta que sonó el timbre del portero, anunciando que el helado estaba esperando abajo.

–Dame las llaves que bajo yo –dijo Adrián.

–Están puestas en la puerta, ya sabés cuales son las de arriba y las de abajo –contestó Aquiles.

Mientras Adrián bajaba a buscar el helado, volvieron las chicas desde la cocina, trayendo los bowls y el humeante café recién preparado, que había inundado el ambiente con ese exquisito y característico aroma.

Regresó Adrián y dejó los potes sobre la mesa.

–Autoservicio, acá tiene las cucharas, cada uno sírvase lo que quiera –dijo Marina.

Paula se ocupó de servir café, en medio de conversaciones entrecruzadas.

–Parece que mañana va a ser un día estupendo como el de hoy; la noche está estrellada, ¿tienen ganas de que vayamos a navegar? –preguntó Adrián.

–Yo paso amigo, si te parece, dejémoslo para el domingo próximo; la verdad, es que quiero despertarme cuando mi cuerpo lo decida y quedarme haciendo fiaca, por más que sea un día estupendo –contestó rápidamente Aquiles.

–Nosotros nos comprometimos con los chicos para llevarlos al cine, así que tampoco podemos –dijo Paula.

–OK, entendido; podemos arreglar para el domingo próximo y podemos avisarle a Félix para ver si quieren venir con los chicos o si los dejan con alguien y vienen solos; estaría divertido si vienen todos los chicos –dijo Adrián.

–¿Tienen algo planificado para las próximas vacaciones de verano? –preguntó Paula.

–Seguramente playa, pero aún no hablamos sobre el tema, si Brasil, el Caribe, Punta del Este o Cariló –respondió Marina.

–Nosotros suponemos que local, seguramente Cariló. Con los chicos adolescentes que ya planifican con amigos, comienzan a atarte un poco... Quizá, arreglemos con Félix y con Sofía; sospecho que, con el tema de los chicos, no irán muy lejos, si es que deciden ir a algún lado –dijo Paula y preguntó– ¿Ustedes?, dirigiéndose a Inés y a Adrián.

–Viste que a Adrián le gusta salir con el velero... si no nos vamos muy lejos, la opción es Punta del Este, porque acá, salvo Mar del Plata, no hay puertos alternativos... aún no lo hemos hablado –dijo Inés.

Continuaron con el helado y el café, hablando de temas nada trascendentales.

Se habían hecho las dos de la madrugada. Cada quien tomó sus pertenencias, saludaron a Marina y salieron a tomar el ascensor junto a Aquiles, que los acompañó hasta el hall de PB para abrirles la puerta y despedirlos.

Aquiles regresó a su departamento, se metió en el baño, orinó, se higienizó los dientes, revoleó sus zapatillas en el camino hacia la cama, se quitó la remera, las bermudas, la ropa interior y cayó rendido, con el deseo de no ser perturbado por nada ni por nadie.

Capítulo 5

Mañana picante

Aquiles comenzó a salir lentamente del profundo sueño en el que había caído y en el que había permanecido sin interrupciones durante toda la noche. Miró el despertador; eran las once. Se sorprendió porque había pensado que, a menos que fuese molestado, dormiría hasta pasado el mediodía.

Marina se había levantado temprano, como solía hacerlo, más allá de la hora en la que se hubiese acostado.

Caminó hacia el baño y luego de hacer sus necesidades y de higienizarse los dientes, tomó una rápida ducha, fue al vestidor y se puso un bóxer estampado suelto y una remera.

Se dirigió a la cocina y vio que Marina estaba en el comedor diario, sentada al lado de la ventada por la que ingresaban rayos de sol, desayunando y leyendo el periódico. Se podía ver el cielo celeste y completamente diáfano. Pintaba un domingo con clima espectacular. Por un instante, pensó en la propuesta que había hecho Adrián la noche anterior, pero no se arrepintió de haberse quedado durmiendo y recuperando energías.

Se acercó a Marina y le dio un tierno beso en los labios.

Marina respondió con un húmedo beso que explotaba de sabor a café y agarrando con una mano el paquete de Aquiles.

–Paz... dame una tregua –dijo Aquiles.

–Si te dejé dormir toda la noche sin molestarte –contestó Marina.

Sin responder, Aquiles agarró una taza y se sirvió café, que cortó con un chorro de leche y se sirvió una medialuna que se veía increíblemente tentadora.

–Lo pasamos bien anoche –dijo.

–Sí, lo pasamos lindo –contestó Marina y agregó– quedé medio sorprendida por las cosas que nos contó ayer en la cocina Inés... después de tantos años, no sé por qué se le dio contarnos semejantes intimidades.

–¿Qué les contó? –preguntó Aquiles, entre intrigado y preocupado por lo que pudiese haber contado Marina.

–Nos contó con lujo de detalles las cosas que hacen con Adrián, los juegos orales con semen, los masajes prostáticos... En verdad, no sé por qué, pero siempre imaginé que Adrián debía ser medio chanchito en todo lo relacionado al sexo, quizá por lo fachero que es y por la cara de pícaro que tiene; pero a Inés, siempre la vi cómo tan recatada, que no me daba por ese lado... Quizá, la movilizó el tema de hablar sobre los embarazos y ahí se largó a contar –dijo Marina.

Aquiles, que casi escupió el sorbo de café que estaba tomando dijo:

Ah... bue... a ver... vamos por partes, ¿así que Adrián te parece fachero? espero que no le hayas contado lo que hacemos nosotros, o al menos, no todo lo que hacemos.

–Me parece fachero, si... ¿Nunca te lo dije? Es un tipo atractivo, como lo son Félix y Marcos... la verdad es que son un lindo cuarteto; estoy casada, pero no soy ciega –contestó Marina.

–Ah bueno... espero no tener que cuidarme de mis mejores amigos –dijo Aquiles sarcásticamente.

–No seas tonto... Además, por todas las veces en los que los he visto en short, a nadie se le marca el paquete como a vos –dijo Marina riendo.

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