–Fijate que diga número 3, esa te va a quedar bien; yo uso número 5, porque si no, no sé dónde ocultarlo –contestó Facundo en tren de broma.
–Dale boludo, en serio... –insistió Alejandro.
–Agarren talle 3 que es el que uso yo y somos más o menos iguales –contestó Facundo.
Encontraron el talle en los modelos que habían elegido y fueron hacia la caja a pagar.
Facundo, para aumentar su colección, se llevó la blanca que le había mostrado a Marcelo y a Alejandro en tren de broma.
Salieron del local y sobre la marcha decidieron meterse en un restaurante para almorzar. Todos pidieron hamburguesas al plato que acompañaron con ensaladas de diferentes variedades y con cerveza bien fría.
–Huf... entre el madrugón para ir al aeropuerto, el mar y esta cerveza, creo que me tiro en la cama y me desmayo –dijo Tomás.
–Sí, a mí se me están cerrando los ojos –agregó Alfredo.
Pidieron la cuenta, pagaron y comenzaron a caminar hacia el hotel.
–Huy... miren quienes vienen ahí –dijo Marcelo.
Las cuatro brasileras que habían encontrado en la playa, venían caminando en dirección contraria, sonrientes y “al ritmo de Brasil.” Todas con el torso descubierto, vistiendo solo los corpiños de sus bikinis , y con shorts de jean diminutos, que apenas cubrían sus glúteos.
Dos de ella eran de piel blanca y morochas, una con ojos marrones y la otra con tremendos ojos azules que contrastaban con el color de su pelo. Las otras dos eran de piel más oscura, de pelo enrulado color castaño, labios carnosos y muy buenos pechos.
Las cuatro hablaban sin pausa y sonreían, como festejando la vida a cada paso que daban.
–Tremendas están estas garotas –dijo Alejandro.
–Un fuego la morocha de ojos claro –dijo Facundo.
–Vos sí que tenés un amplio mercado –dijo Alfredo, dirigiéndose a Facundo– te gustó el moreno de la playa, te gusta esta mina; siempre tenés algo de donde escoger.
–Y... sí... es una de las ventajas de ser sexualmente amplio –respondió Facundo.
Alejandro se quedó colgado con esa frase... Facundo, en lugar de haber dicho “soy bisexual” se había definido como “sexualmente amplio...” Justamente como el mismo se había autodefinido frente a Aquiles, cuando tuvo que blanquearle parte de su vida íntima.
Al cruzarse, se saludaron entre medio de risas y Marcelo, descaradamente, las invitó a que los acompañaran hasta el hotel, recibiendo la negativa de las garotas, que regresaban a su departamento para almorzar.
–Che, boludo... ¿cómo les vas a decir de una que vengan al hotel con nosotros? –dijo Alfredo.
–¿Qué tiene de malo? No les dije que vengan a tener sexo con nosotros; simplemente lo dije para entablar relaciones internacionales –dijo Marcelo, riendo.
Continuaron caminando y como acto instintivo, giraron sus cabezas para observar la retirada del grupo de mujeres, que lucían sus abultados glúteos que escapaban de las piernas de los diminutos shorts .
La morocha de ojos claros también giró su cabeza y al encontrarse con las miradas de los cinco hombres, esbozó una sonrisa; descaradamente, acercando la palma extendida de la mano a su boca, sopló sobre ella, como tirándoles un beso...
–Huy.... Dios... si nos portamos bien, creo esta noche hay fiesta –dijo Alfredo.
Ingresaron al hotel y fueron directamente a sus habitaciones, sin quedar en horario alguno como para regresar a la playa.
Alejandro fue directamente al baño para tomar una ducha. Regresó con un toallón atado en su cintura y vio que Facundo estaba frente al espejo probándose su nueva sunga blanca, que ciertamente, marcaban notablemente su bulto.
–Che... cuando se te moje ¿no se te va a transparentar todo? –preguntó Alejandro, que sin quitarse el toallón se había tirado sobre la cama.
–No... tiene doble tela interior justamente para evitar eso –respondió Facundo.
Alejandro agarró la bolsa en la que tenía su nueva adquisición y se incorporó para llevarla al placar.
–Probátela a ver si está bien el talle –dijo Facundo.
–No... después veo –respondió Alejandro.
–No seas tonto –insistió Facundo.
–Alejandro, con la intención de que Facundo se dejara de romper los huevos con el tema, agarró las sungas de dentro de la bolsa y dejó caer el toallón al piso, quedando de espaldas a Facundo, que fijo su vista en los firmes y redondos glúteos cubiertos de pelos que lucía Alejandro.
Levantando una pierna y luego la otra, se probó las mallas que le calzaba impecablemente bien. Contenían a la perfección el volumen de sus glúteos, haciéndolos lucir aún más firmes.
–Me quedan bien... la pegaste con el talle –dijo Alejandro, satisfecho por la imagen que le devolvía el espejo.
Ciertamente, sus piernas trabajadas y el resto del físico tonificado, lucían perfectos con ese tipo de vestimenta que estilizaba aún más el cuerpo.
Giró para quedar de frente a la cama en la que Facundo estaba tirado admirando el paisaje que tenía frente a sus ojos.
–Como hecha a medida –dijo Facundo, conteniéndose para no decir todo lo que estaba pensando en ese momento.
Más allá de que jamás habían profundizado mucho sobre cuestiones sexuales y que el grupo sabía sobre su bisexualidad, Facundo nunca había tenido una charla profunda como para conocer la intimidad de Alejandro. No obstante, percibía que había algo más allá de la fachada de hombre masculino y hetero que mostraba su amigo.
Por otro lado, si es que tuviese alguna regla, era la de no intimar con amigos, justamente para poder mantener intacta esa amistad, aunque otra de las reglas que tenía era el “Nunca digas nunca...”
Alejandro caminó hacia su cama con la sunga puesta, se tiró boca abajo y en pocos minutos, quedó absolutamente dormido.
Facundo permaneció por unos minutos despierto, mirando los glúteos de su amigo que emergían del colchón como dos globos bien inflados y en medio de una maraña de pensamientos pecaminosos, finalmente quedó dormido.
Capítulo 6
Estrechando lazos
Sintiendo la brisa del aire marítimo en su cara y con el sonido del mar de fondo, Aquiles fue saliendo lentamente del profundo sueño en el que había caído.
Giró su cabeza y observó que Marina aún continuaba durmiendo profundamente.
Se incorporó y salió a la terraza, desde la que se podían apreciar los últimos rayos de sol que aún se reflejaban sobre las aguas del Caribe.
Fue a buscar su reloj y se sorprendió al ver que ya eran las cinco y media. No podía creer que fuese tan tarde y que luego del almuerzo, había estado más de tres horas dormido, cosa que no era habitual en él.
Pensó en despertar a Marina, ya que, si continuaba durmiendo, a la noche no podría conciliar el sueño, pero viéndola recostada, reflejando en su rostro lo que parecía ser un estado de absoluta paz, le dio pena y dejó que siguiese durmiendo.
Como frecuentemente hacía, reflexionó sobre lo afortunado que era de tenerla como compañera de vida. Se sentía realmente enamorado de su belleza exterior y fundamentalmente, de la hermosa persona que era por dentro.
Cuidadoso de no hacer ruido, buscó dentro de su bolso un blanco que jamás había estrenado y se le antojó que ese sería el momento oportuno para hacerlo. Se quitó la bermuda, se puso el slip y volvió a ponerse la bermuda; buscó sus ojotas blancas, los lentes de sol y salió de la cabaña. Comenzó a caminar por el sendero rumbo a la playa; pidió un toallón y un snorkel y continuó camino hacia una de las tantas palapas que estaban desocupadas. Dejó sus pertenencias sobre una reposera y se quitó la bermuda. Agarró el snorkel y comenzó a caminar hacia el mar, en el que ingresó sin prisa, pero sin pausa.
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